Amaia.
—Odió al Playboy con todas mi fuerzas. Juro que lo hago. —buff, mientras más lo digo menos me lo creo.—
Bufete al ver que en la cama descansaba el que sería mi vestido de novia.
Me acerqué a la cama y tomé el vestido entre mis manos.
Enarque una ceja al ver que el vestido de novia era de una marca reconocida.
—Maldito derrochador de dinero. -dije y sin ninguna delicadeza dejé el vestido en la cama.
Me recosté en la cama e inmediatamente cerre los ojos.
No podía creer lo perro que es el maldito destino.
¿Qué hice para que me castigarán con Duncan?
¿Qué había hecho para recibir semejante castigo?
—¿Te gusto el vestido? -no me moleste en abrir los ojos porque sabía a ciencia a quien pertenece esa horrorosa voz.
—¿Te gustaría que te demuestre todo lo que me gusta tu maldito vestido? -escuche como el donjuan decía palabras inentendibles para mí. Pero tampoco me importaba lo que él había dicho.
—Te recomiendo que te bañes, porque en medía hora llega el oficiante.
—No sabes cuánto te desprecio, endemoniado playboy -dije y él soltó una gran carcajada.
—Yo también te odió. Así que es recíproco futura esposa. -tras Duncan decir estás palabras me incorpore en la cama, le di una mala mirada y de mala gana camine hacia el baño.
Odiaba estar en esta situación, pero amaba la idea de saber que tenía una vida creciendo en mi interior.
Puede ser que todavía no conozca a mi hijo, pero amo con locura saber que él estaba creciendo dentro de mi. Aunque esto implique, que mi peor enemigo resulte ser el padre de mi bebé. Duncan Salvatierra, el maldito y condenado playboy.
Cuando entré al baño solté un grito de frustración al recordar que en menos de media hora sería la esposa del trotamundos.
—Te haré la vida un infierno, maldito playboy. Eso lo juró. -declare mientras me quitaba la ropa. &Te lo juró maldito playboy, ¡te lo juro!
Cuando me deshice de la ropa entre a la regadera y active el agua. Me recargué sobre los azulejos de la bañera y cerré los ojos.
El agua chorreaba por mi cuerpo causando un gran alivio en mi. Sentir el agua en mi cuerpo me relajaba por completo era como si todos los problemas se borrarán de mi vida.
Mientras me apoyaba en los azulejos, inhalé profundamente, tratando de liberar la carga emocional que llevaba dentro. Fue en ese momento cuando sentí un suave contacto en mi espalda. Al principio, pensé que era solo mi imaginación jugando trucos, pero los besos persistentes y delicados se multiplicaron, dejando una estela de ternura en su camino.
—¿Quien te dijo que necesitaba ayuda para enjabonarme la espalda Playboy? -acote mientras me giraba hacia él.
&No fui invitado, pero aún así tengo que complacerte en todo futura esposa. -dijo él en mi oído y mi piel se erizo por completo.
Odiaba que él causará eso en mi. Pero que más podía hacer cuando lo tenía completamente desnudo besando mi piel.
—-Eres un lilipendo, Duncan Salvatierra. No te llegas a imaginar lo mucho que te odio, playboy de mierda.
-—Tendrás que repetirlo, porque no te creo absolutamente nada.
Rodé los ojos y me giré. Logrando con esto que Duncan detuviera su demostración de afectó.
Lo mire a los ojos y me fue inevitable no furminarlo con los ojos.
Debo odiarlo..
Debo odiarlo..
Debo odiarlo..
Por más que repetía esas palabras me era imposible no sucumbir ante Duncan.
Y él muy maldito le encantaba saber que causaba un poco más que odió en mi.
—Sal del baño si no quieres que deje sin pene...
—¿De verdad lo harías? ¿Golpearías a mini Duncan? -enarque una ceja y coloque mis ojos en el miembro erecto de Duncan y el deseo que había reprimido surgió en mi.
Detalle su perfecta anatomía y las malditas hormonas del embarazo hicieron su trabajo de hacerme desear todavía más a él idiota.
Moría porqué él me hiciera enrollar mis piernas entre sus caderas. Moría porqué el maldito playboy me follara sin tener piedad alguna, contra los azulejos del baño.
—Si me lo puedes puedo cumplir tus deseos más locos Amaia, pídeme lo que quieras y te lo daré. Pídelo.
Se que muero por decirle que me folle, pero no puedo, no quiero caer en su maldito juego. —no ahora.— claro, porque soy consciente de que este hombre no deacansara hasta tener el paquete completo. Aunque también debo tener presente que Duncan Salvatierra solo esta jugando a ser un macho responsable por el bebé.
—¿Te sales del baño o tengo que sacarte yo? -Duncan negó con la cabeza y se atrevió a abrazarme, pegándome a su bien formado cuerpo.
Reprimí el deseo de soltar un sonoro gemido. Es que… madre mía. ¿Por qué tengo que pasar por esto? ¿Qué hice yo para merecer a un idiota con cuerpo de infarto y ni se diga de su amigo?
—Puedo darte mucho placer Amaia, puedo hacerte ver las estrellas, puedo hacerte tantas cosas, solo tienes que pedirlo.
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Editado: 20.09.2025