Un heredero para el playboy (#1 de la saga heredero)

Capitulo 9: Noches de bodas trágica

Amaia.

Odió al Playboy con todas mi fuerzas. Juro que lo hago.

Bufete al ver que en la cama descansaba el que sería mi vestido de novia.

Me acerqué a la cama y tomé el vestido entre mis manos.

Enarque una ceja al ver que el vestido de novia era de una marca reconocida.

-Maldito derrochador de dinero. -dije y sin ninguna delicadeza dejé el vestido en la cama.

Me recosté en la cama e inmediatamente cerre los ojos.

No podía creer lo perro que es el maldito destino.

¿Qué había hecho para que me castigará con Duncan?

¿Qué había hecho para recibir semejante castigo?

-¿Te gusto el vestido? -no me moleste en abrir los ojos porque sabía a ciencia a quien pertenece esa horrorosa voz.

-¿Te gustaría que te demuestre todo lo que me gusta tu maldito vestido? -escuche como el donjuan decía palabras inentendibles para mí. Pero tampoco me importaba lo que él había dicho. -Te recomiendo que te bañes, porque en medía hora llega el oficiante.

-No sabes cuánto te desprecio, endemoniado playboy -dije y él soltó una gran carcajada.

-Yo también te odió. Así que es recíproco futura esposa. -tras Duncan decir estás palabras me incorpore en la cama, le di una mala mirada y de mala gana camine hacia el baño.

Obviaba estar en esta situación pero amaba la idea de saber que tenía una vida creciendo en mi interior.

Todavía no conocía a mi hijo pero amo con locura saber que él estaba creciendo dentro de mi. Aunque esto implicara que mi peor enemigo resulte ser el padre de mi bebé. Duncan Salvatierra, el maldito y condenado playboy.

Cuando entré al baño solté un grito de frustración al recordar que en menos de media hora sería la esposa del trotamundos.

-Te haré la vida un infierno, maldito playboy. Eso lo juró. -declare mientras me quitaba la ropa. -Te lo juró maldito playboy, ¡te lo juro!

Cuando me deshice de la ropa entre a la regadera y active el agua. Me recargué sobre los azulejos de la bañera y cerré los ojos.

El agua chorreaba por mi cuerpo causando un gran alivio en mi. Sentir el agua en mi cuerpo me relajaba por completo era como si todos los problemas se borrarán de mi vida.

Me encontraba en el baño, buscando un momento de tranquilidad para alejarme del bullicio y las tensiones del día. Era un espacio pequeño y acogedor, con suaves tonos azules que brindaban una sensación de calma.

Mientras me apoyaba en los azulejos, inhalé profundamente, tratando de liberar la carga emocional que llevaba dentro. Fue en ese momento cuando sentí un suave contacto en mi espalda. Al principio, pensé que era solo mi imaginación jugando trucos, pero los besos persistentes y delicados se multiplicaron, dejando una estela de ternura en su camino.

-¿Quien te dijo que necesitaba ayuda para enjabonarme la espalda Playboy? -dije mientras me giraba hacia él.

-No fui invitado, pero aún así tengo que complacerte en todo futura esposa. -dijo él en mi oído y mi piel se erizo por completo.

Odiaba que él causará eso en mi. Pero que más podía hacer cuando lo tenía completamente desnudo besando mi piel.

-Eres un lilipendo, Duncan Salvatierra. No sabés cuánto te odió, maldito playboy.

-Tendrás que repetirlo constantemente para yo creerlo.

Rodé los ojos y me giré. Logrando con esto que Duncan detuviera su demostración de afectó.

Mire al Playboy a los ojos y me fue inevitable no furminarlo con los ojos.

Debo odiarlo..
Debo odiarlo..
Debo odiarlo..

Por más que repetía esas palabras me era imposible no sucumbir ante Duncan.

Y él muy maldito le encantaba saber que causaba un poco más que odió en mi.

-Sal del baño si no quieres que deje sin pene...

-¿De verdad lo harías? ¿Golpearías a mini Duncan? -enarque una ceja y coloque mis ojos en el miembro erecto de Duncan y el deseo que había reprimido surgió en mi.

Detalle su perfecta anatomía y las malditas hormonas del embarazo hicieron su trabajo de hacerme desear todavía más a él idiota.

Moría porqué él me hiciera enrollar mis piernas entre sus caderas. Moría porqué el maldito playboy me follorá sin tener piedad alguna, contra los azulejos del baño.

-Si me lo puedes puedo cumplir tus deseos más locos Amaia, pídeme lo que quieras y te lo daré. Pídelo.

Se que muero por decirle que me folle, pero no puedo, no quiero caer en su maldito juego.

Tenía que entrarme en la cabeza que Duncan Salvatierra solo estaba a mi lado por el bebé que tendríamos, solo por eso.

-¿Te sales del baño o tengo que sacarte yo? -Duncan negó con la cabeza y se atrevió a abrazarme, pegándome a su bien formado cuerpo.

Reprimí el deseo de soltar un sonoro gemido.

-Puedo darte mucho placer Amaia, puedo hacerte ver las estrellas, puedo hacerte tantas cosas.. pero solo tienes que pedirlo.

Mire los ojos de Duncan, enarque una ceja y sonreí con malicia. Solo bastó un segundo para que el Playboy estuviera quejándose del inmenso dolor que sentía, porque yo le había dado un gran golpe en las bolas.

-Te dije que te apartaras de mi pero no me hiciste caso, así te tienes bien ganada esa patada en las bolas, playboy de mierda. -tras estás palabras salí del baño sin mirar hacía atrás.

Dejando al trotamundos retorciéndose del dolor en la bañera.

-Eso te ganas por pasarte de la raya. -verbalicé mientras ingresaba a la habitación.

Para mí desgraciada mis ojos se colocaron en el vestido de novia y maldije hasta más no poder.

Estar en ese baño con los besos de Duncan en mi espalda, encendieron una chispa en mi interior. No sabía si era deseo lo que sentía pero estaba consiente que cada vez que tuviera al playboy a mi lado dicha chispa se encendería provocando una especie de incendió en mi. Sabía que este es el momento justo para explorar lo desconocido y descubrir cómo reconciliar el amor y el odio dentro de mí.




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