Un hijo para el alfa

Capítulo 1

El lunes fue como tenía programado ir al hospital para un chequeo. No entendía en lo absoluto como ella tenía que ir todos los lunes a ese hospital sin ni siquiera estar de acuerdo en tener un bebé. Tampoco sabía quién era el padre, y lo que le dijo su amigo Mark, era mejor pensarlo. Si tuviera dinero, tal vez podría pagar las deudas que tenía o la mayoría, porque con los dos trabajos que tenía no podía siquiera sobrevivir a la semana y menos el tener un bebé. El simple hecho de que una vida estuviera creciendo dentro de ella, era una sensación no grata.

Dejó salir un pequeño suspiro, luego fue hacia donde estaba la secretaria del doctor y ella le indicó que podía pasar de inmediato porque la estaba esperando desde hace media hora. 

Se rascó el brazo, ella no quería entrar, pero tenía que hacerlo.

— Buenos días, Rebecca —el doctor se puso de pie, y le sonrió—. Creí que no ibas a venir a verme, ¿está todo bien?

— Estuve leyendo —no le correspondió el saludo—. Mi embarazo no es uno en el cual tenga que venir todas las semanas.

— Es para un simple chequeo —espantó las palabras—. No tienes por qué asustarte.

— ¿Cómo me pide que no me asuste si me embarazó? —eso hizo reír al anciano—. Esto es algo serio, me puso algo dentro y ahora tengo que cargar con la culpa de su error.

—Ya, ya —levantó los brazos—. Tengo a alguien que desea hacerse cargo del error que cometí —eso llamó su atención—. Al inicio pensé en no decirte, pero viendo cómo llegaste hoy, es mejor que sepas todo a fondo.

— ¿Alguien?

— Sí, el padre del bebé quiere hacerse cargo —la chica se quedó sorprendida—. Toma asiento, porque te has puesto blanca.

— ¿Es una especie de broma? ¿Él no tiene que estar enojado también?

— Es alguien que por mucho tiempo ha estado buscando un hijo y no ha podido conseguirlo —entrelazó sus dedos—. Pidió tener una cita contigo para coordinar sobre algún pago que quieras.

— ¿Él tiene tanto dinero como para pagar por su error? ¿Y si yo no acepto y decidí sacarme al bebé? —el doctor se asustó—. Disculpe, pero yo quiero que después que el embarazo esté desarrollado, formando o que sé yo, tenga que pagar por pañales.

— No tendrá que pagar nada por el bebé. El padre del niño ya dijo que se haría cargo, usted puede estar tranquila y en paz.

— Entiendo, yo… —pasó saliva el seco—. Supongo que puedo hacerlo, ¿Cuándo tendré que hablar con él?

— Le pasaré el número que me indicaste antes en el expediente —se puso de pie—. Vamos a hacerte un breve chequeo.

— Si no quiero tener el bebé sin importar lo que él me diga, ¿Puedo abortar?

— Sí, puedes hacerlo sin ningún remordimiento.

— Gracias.

Se subió la blusa hasta donde el doctor le indicó y luego un gel extremadamente frío fue a caer en su abdomen.

Ni siquiera podía ver el monitor en el que supuestamente se vería su hijo. Quería ponerse a llorar, el dolor de ver que algo estaba ahí era inexplicable. Eran tantas las sensaciones que sentía por dentro que ni siquiera deseaba estar en ese lugar.

— Ahí está tu bebé —apuntó con el dedo—. Se está formando bien, créeme que estarás bien después del parto.

— ¿Tendré más curvas? ¿Mis senos van a crecer?

— Por lo que veo estuviste haciendo tus tareas —quitó el aparato de su vientre—. Espero que no te importe, pero debes de no hacer esfuerzos.

— Lo siento; sin embargo, trabajo en un bar y en una cafetería. Mis deudas no se pagan solas.

— Con lo que posiblemente te pagará el padre del niño podrás estar en paz durante el tiempo que dure el embarazo.

— El dinero no dura para siempre —tomó una toallita húmeda—. Lamento decirle eso, pero no dejaré mi trabajo por el dinero que tenga.

— Bien, tal vez cambies de opinión una vez que estés en contacto con el padre —el doctor se puso de pie—. Puede ser que te asustes cuando lo veas, porque él es un ser muy temido.

— ¿Es un mafioso?

— Se puede decir que sí.

— Mejor busco una nueva identidad para mí —quiso bromear—. ¿Alguna receta médica que tenga que tomar?

— Ninguna por el momento —se quitó los guantes—. Espero que el padre del bebé te haga cambiar de opinión.

— La verdad es que no creo que el padre del bebé me haga cambiar de opinión. Como le dije antes, soy joven, virgen e inexperta. Nadie va a considerar que quedé embarazada por un ángel divino —se acomodó la blusa—. Gracias por atenderme. Tengo que irme a trabajar. 

— Bien, nos vemos la próxima semana. Si tienes algún síntoma fuera de lo normal, llámame de inmediato.

Rebecca asintió, él quería como fuera el que ella tuviera a ese bebé. Aún era muy joven. No podía hacerse cargo de algo que era una responsabilidad enorme como lo hizo su madre anteriormente. Con un suspiro, salió del consultorio y fue hacia donde estaba la parada de autobuses. 

Su madre nunca la quiso, su odio era tan grande que la abandonó cuando era pequeña con cientos de miles de deudas que ella tenía que pagar, porque desde que cumplió dieciocho todos los acreedores le cayeron encima.  Ni siquiera podía cambiarse el nombre porque hasta a esas personas su madre les debía dinero. El otro día la vio en las noticias del brazo de un funcionario, diciendo que estaban dispuestos a dar el segundo paso a su relación. Tener hijos.

Era obvio que ella no se acordaba de que tenía una hija, la cual fue el fruto de una noche de locura con un desconocido. Sacudió la cabeza cuando las personas a su lado se pusieron de pie para ir al autobús que acababa de llegar. 

✨✨✨✨✨

El alfa se mantuvo mirando a la chica que tenía a su hijo en el vientre, era demasiado hermosa y joven y temió que ella no pudiese sobrellevar el embarazo de un hombre lobo. Conocía a muy pocas humanas que tenían hijos de lobos, pero no terminaban muy bien, ya que entraban en depresión y cambios de humor durante y después del embarazo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.