Un hijo para el alfa

Capítulo 4

Marco estaba sentado detrás de su escrito con un fuerte dolor de cabeza. ¿La razón? Pues el pobre no durmió la noche anterior debido a que se mantuvo en el apartamento de la humana, vigilando al quisquilloso de su hermano, que en cada oportunidad que tenía le sacaba más canas. Se marchó del hogar, después de las siete de la mañana. Durante la noche, se mantuvo junto a Rebecca, consistiéndola lo mejor que podía, ya que ella se había comido más de tres tarros de helado sola.

— Buenos días, hermano mayor —Mark entró a la oficina con todo su aire de superioridad—, ¿Qué te pareció ser el mal tercio en una relación?

— No te dejaré quedarte más tiempo en ese edificio —ladeó la cabeza, mirándolo ceñudo—. Eres un enorme grano en el culo, y me molesta el simple hecho de que ahora estés ahí, ¿Es que no tienes una vida?

— Sucede y acontece que no me iré de ese lugar —le pasó unos documentos—. Me gusta mucho estar con ella. Es mi única amiga.

— No tienes amigos porque nadie te quiere —respondió tomando los documentos que le pasaba—. Eres demasiado molesto.

— Te parecí molesto anoche por el simple hecho de que soy yo —se encogió de hombros—. ¿Viste lo hermosa que es? ¿No te dan ganas de hacerle más bebés?

— Estás pasando los limites —se apretó el puente de su nariz, mientras escuchaba la risa de su hermano—. Eres muy molesto, no te quiero cerca de mí.

— Lamento decirte que eres mi hermano mayor y que tienes que amarme —le lanzó un beso—. Ahora bien, ninguno de los otros te quiere tanto como yo.

— No te quieren por el simple hecho de que eres muy molesto —firmó los documentos—. Ahora bien. ¿Has hablado con los otros?

— Creo que dijeron que iban a venir para alguna reunión familiar. No estoy seguro.

— Eso me alegra, espero estar muerto —dijo para sí mismo lo último—. ¿Has investigado sobre los padres de Rebecca?

— Sí, pero como te dije, únicamente aparecen registros de su madre —Mark cruzó los brazos en su pecho—. Desde que me mudé al edificio siempre he tenido la sensación de que su familia es algo más de lo que ella dice.

— Investigamos más a fondo todo. Ella no puede simplemente decir que no sabe nada sobre su familia —terminó de firmar los documentos—. Te aviso desde ahora que me voy a retirar por unos años de los negocios y tú serás el nuevo presidente, ¿Te quedó claro?

— ¿Es una especie de broma?

— No, es momento de que dejes de estar en la calle diciendo que eres un alma libre. Eres el menor, pero eres el que más dolores de cabeza nos ha dado a toda la familia —chasqueó la lengua—. Espero que no te importe, pero…

— Eres un ser muy cruel, en verdad me das miedo —hizo un puchero—, espero que no te importe; aun así, me largo de aquí. Debo recoger a Rebecca en el trabajo.

— ¿Eh?

— Ella me pidió que la recogiera todos los días, porque cree que alguien la está acosando —arregló su traje—. Supongo que voy a enviar algunos hombres…

— Iré yo por ella —lo interrumpió—. De cualquier manera soy el padre de su hijo.

Las cejas de Mark se levantaron hasta el tope al escucharlo, para luego de que saliera de la oficina reírse de él por lo desesperado que se escuchó.

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Rebecca se quitó el delantal y recogió sus cosas, no sin antes despedirse de sus compañeros para dar como finalizado su día laboral. En el baño, se quedó mirando por unos breves segundos su vientre que iba creciendo, por lo que supuso que tal vez tenía no más de ocho semanas o tal vez diez. Porque al no ver su periodo durante dos meses seguidos ya le fue algo preocupante. Se sentó en unas de las mesas que estaban junto al gran ventanal y esperó que su amigo fuera por ella. Desde lejos pudo ver el auto que la estuvo siguiendo en la mañana, por un momento pensó que se trataba de Marco, pero el auto de este era muy diferente. 

— Hey, ¿aún no te vas? —una de sus compañeras de trabajo se acercó a ella y le puso una batida de mango delante—, supuse que no te vería por aquí hasta el martes.

— Estoy esperando que un amigo venga a buscarme —recibió la bebida gustosa—. Hay un auto afuera que me está dando mucho miedo y no quiero tener que…

— Entiendo y no te preocupes —su compañera de trabajo se sentó delante de ella—. Yo también me quedaría aquí en el trabajo. Ese auto parece ser de alguien con mucho dinero, porque parece ser que tiene mucho interés en ti.

— Hoy en día todos tienen interés en mí —rio un poco—. Me volví el centro de atención de todos los locos de esta ciudad y no me gusta.

— Entiendo por completo —su amiga miró el local—, ¿Has podido decirle a tu madre acerca de que estás embarazada de un millonario?

— Si le digo me buscará hasta por debajo de las piedras —se rascó la nula—. Ella no es mi madre, no me gustaría que en algún momento esa señora quiera tomar a mi hijo como si fuera un tesoro… bueno el hijo de ese señor.

— He leído que en muchos casos la madre después no quiere separarse del bebé —Rebecca ladeó un poco la cabeza—. No lo tomes a mal, eres una mujer joven y que te ha tocado una vida miserable, pero ten por seguro de que te pasará por la mente que tienes que quedarte con ese bebé.

— Aún no firmo el contrato con Marco, se supone que él me lo enviaría con mi vecino, no obstante parece que no será así.

— Supongo que tu vecino no está para rodeos o cosas malas —le mostró que Marco se acercaba—. Me iré, tengo turno doble.

— Está bien, el martes.

Salió de la cafetería con su batida en manos y se acercó a Marco, quien le puso su saco sobre los hombros, ya que también a su parecer vio al auto estacionado a unos metros. La rodeó con su brazo, y la guio hasta su auto.

— Mark no pudo venir. Le dejé un trabajo para que se mantuviera tranquilo y me dejara de molestar.

— Él no es una persona que se mantenga tranquilo —lo golpeó de manera juguetona—, pero es divertido verlo enojado.




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