Un hijo para el alfa

Capítulo 8

Rebecca dejó escapar un gemido de satisfacción en el momento que el sol le dio en el rostro. Se sentía tan bien que no parecía ser real el lugar en el que estaba. Frunció el ceño al sentirse amarrada de manos y pies por algo. Bajó la mirada y se encontró con unos brazos velludos, y unas piernas por igual, no entendía qué estaba pasando hasta que los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente como flashes.

— Buenos días —la voz ronca de Marco le hizo fruncir el ceño aún más—. ¿Qué tal estás? ¿Dormiste bien?

— ¿Por qué me estás abrazando?

— Porque me pediste que me quedara contigo toda la noche porque te sentías sola —quitó sus piernas y brazos—. Puedes ponerte de pie, creo que es momento de irnos.

— Está bien —murmuró algo confundida.

Ella entró en el baño con la misma ropa que usó la noche anterior en las manos, dejando a Marco en la habitación para que él se arreglara. Se lavó los dientes, y una vez que estuvo lista, se encontró con Marco hablando por teléfono, con el saco en una de sus manos. Parecía estar discutiendo con alguien, y por su expresión era con su hermano. Ella esperó a que terminaran de hablar, para poder irse.

— ¿Por qué siempre estás discutiendo con el pobre Mark? —salieron de la habitación—. Te ves muy enojado.

— Nada, ahora resulta que tengo una futura esposa y no lo sabía —farfulló el alfa y presionó el botón con furia del elevador—. Siempre anda arruinándome la vida y lo peor de todo es que yo soy su niñero.

— Eres su hermano mayor, tienes que estar al pendiente siempre de él. ¿No?

— Sí, por el simple hecho de que mis otros hermanos no quisieron hacerse cargo de él y ahora me toca a mí cargar con la culpa —entraron al elevador—. Tienes que tenerle paciencia. Es tu hermano.

— Pero todo el tiempo se la pasa molestándome Es un adulto, no un niño pequeño al que tengo que vigilar siempre—se apoyó en la pared del elevador—. Lamento mucho que te hayas sentido incómoda cuando me viste como un pulpo sobre ti.

— No pasa nada. Fue más mi error por no recordar que yo fui quien te lo pidió —se pasó la lengua por los labios—. No creo que yo deba de estar todo el tiempo contigo, ya que le daremos más razones a Mark para que nos moleste.

— Lo sé —posó sus manos sobre su vientre—. ¿Quién es la mujer con la que te vas a casar?

— Tú.

Ni siquiera hubo respuesta, puesto que las puertas del elevador se abrieron y el saco de Marco cayó sobre su cabeza tapándole. Un grupo de personas se acercó a ellos para hacerles preguntas acerca de si era cierto lo que su hermano había dicho y de sí su padre estaba enterado de que había embarazo a la chica a la cual le dio trabajo en la empresa. Rebecca se quedó en un completo shock al escuchar esas palabras, nunca había estado tan asustada y el que ahora Marco tomó la iniciativa de arruinar su vida era mucho peor. Su madre ya tendría una razón más para hacerle ver que no era más que una simple chica que no tenía nada de bueno. Marco la llevó hacia su auto, el cual también fue rodeado de periodistas sedientos de información que él no les brindó por nada en el mundo.

— Mis padres me llamaron y les dije que todo se debía a una broma de Mark —dijo en cuanto salió del estacionamiento—. Tengo que despedir a unas personas en el hotel, porque los dejaron entrar hasta el living, algo que es inaceptable.

— Esto es mucho —Rebecca se quitó la chaqueta de su rostro—. Esas personas pueden venir y hacerme un sin número de cosas, ¿Crees que saben en donde vivo?

— No, pero no iremos ahí ahora. Te llevaré a mi casa. Allí estarás segura —tomó un desvío para evitar el semáforo—. No irás a trabajar hoy en la cafetería…

— No te preocupes por eso, ya que de todas formas no había oportunidad de ir a trabajar a ese lugar —suspiró la humana sintiéndose algo abrumada—. Primero un bebé, luego un casamiento que ni siquiera estaba enterada, ¿Qué es lo que sigue después?

— Pregúntale a Mark, es la única persona que se ha encargado de ser un cupido con nosotros —golpeó con los dedos el volante—. No sé qué mierda es lo que le pasa Mark, pero buscaré la manera de ponerle un alto.

— Será muy divertido verlo, porque él es una persona que se la pasa día y noche molestando a los demás —sin poder evitarlo, ella se arropó con el saco de Marco—. Supongo que mi madre buscará la manera de llegar a ti, y más ahora cuando sepa que estoy embarazada.

— Ya me encargaré de ella. Hablaré con mi hermano para que saque a su marido del partido político —se giró un momento para verla—. En estos dos meses de embarazo que llevas, puede ser que aún estés en un shock.

— No, estoy bien. Únicamente que no me gusta sentirme menos. Eso es todo.

— ¿Te hice sentir de esa manera en algún momento?

— No.

— Entonces no digas esas palabras, no me gusta cuando una mujer se expresa de esa manera. Ya que es caer algo bajo.

— Si tú lo dices —bufó Rebecca—. Tengo que ir a mi casa, para cambiarme de ropa. Ya me quiero cambiar el vestido.

— Mi mamá deja su ropa en mi casa, por lo que te debe servir algo de lo que ella usa —se encogió de hombros.

— No me voy a poner una ropa de anciana —dijo sin pensarlo—. Lo siento, eso fue algo brusco de mi parte.

— Te vas a sorprender cuando sepas lo joven que es mi madre —murmuró para sí mismo.

La casa de campo de Marco únicamente era conocida por su familia y allegados, ya que no le gustaba para nada que las personas conocieran algo de él o que respiraran el mismo aire. Era un alfa muy temperamental cuando alguien invadía su espacio personal, pero… hasta dónde llegó su hermano menor no tenía límites. Ese mocoso era un tremendo grano en el trasero. 

— Tu casa se ve algo pequeña. No me la imaginé así —Rebecca se puso el saco sobre los hombros—. ¿Con quién vives aquí?

— Solo. No suelo venir a este lugar, ya que como ves, es algo alejado.




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