Clary se encontraba en su habitación en el barco cuando su teléfono sonó de imprevisto asustándola y se dio cuenta de que no lo había apagado, ni siquiera en el mar se podía salvar de ese sujeto.
— ¿Pasó algo?
— ¿Así es como le respondes a tu novio? —Piero tenía un tono de voz que la hacía temblar de miedo—. Respóndeme.
— Nunca dije lo contrario —puso el teléfono en altavoz—. ¿Por qué me has llamado?
— Por el simple hecho de que quería saber cómo se encontraba mi futura esposa, pero todo parece indicar que ella ya se cree que tiene derecho de hablarme mal —escuchó como el alfa rompía algo—. ¿Tu padre no te está cuidando como se lo pedí?
— Sí, hace un momento estaba aquí y me recordó que pronto será anunciado nuestro matrimonio —murmuró—. Si es para eso no tienes por qué recordármelo.
— Tengo que hacerlo siempre, porque todo parece indicar que se te olvida quien es el que manda en esta relación —Clary puso los ojos en blanco al escucharlo hablar de esa manera. No le respondió—. ¿Qué estás haciendo?
— Me estoy preparando para ir a una fiesta en el barco —miró los labiales que Rebecca le había dejado y se lo colocó—. ¿Por qué?
— ¿Mark estará ahí?
— Sí, como todos en su familia —respondió mostrándose indiferente—. ¿Le quieres dar algún mensaje?
— Mantente alejado de él. No me importa que tan grande sea el amor que le tienes, no quiero siquiera que pienses en respirar en su dirección, porque me veré en la obligación de darte tu primer castigo, amor.
— Tus castigos no me gustan… mi hermana Carolina dice que no son buenos que…
— Tranquila, que contigo haré ciertas excepciones. Sabes que en verdad me gustas, me encantas —Clary tuvo deseos de vomitar al escucharlo—. Contigo podrá hacer muchas cosas, pero quiero esperar hasta el día de nuestra luna de miel.
— ¿Y si dejo de ser virgen antes de que nos casemos? ¿Seguirás interesado en mí? —preguntó sabiendo que tal vez eso fue una mala idea. Piero no dejaría que su única mercancía cayera en las manos equivocadas o que perdiera lo único bueno.
— Cariño, tienes veintitrés, no creo que seas tan capaz de dejar tus creencias por algo como esto —él tenía razón—. No me hagas reír, te vas a mantener tal y como estás o mis contratos con tu familia serán cancelados y no me importa lo que ellos pierdan, porque de todas formas están en la ruina.
— Pudiste casarte con Carolina, es la única de mis hermanas con la que te puedes llevar bien… pedirle que se case contigo será algo mejor para ambos —trató de que Piero reaccionara—. Piénsalo bien.
— Carolina se casará en los próximos días —Clary dejó el labial—. Se casará con un socio de tu padre, no sé quién es, pero lo hará. La única de sus hijas que no tendrá marido eres tú si sigues con esa actitud.
— ¿Ahora qué actitud tengo? Te estoy respondiendo todo lo que me dices —susurró—. No he dicho nada fuera de lugar.
—Es que siento que no puedo confiar en ti por el simple hecho de que estarás cerca de ese sujeto llamado Mark —Clary tuvo que contenerse para no romper lo que tenía en la mano—. Necesito que vayas al espejo de cuerpo completo y te tomes una foto para que me la mandes una vez que se termine la llamada. Tengo que ver como mi novia irá vestida.
— Bien, en un momento te la mando.
Terminó la llamada antes de que él le dijera algo y luego fue hacia el espejo. Se tomó la foto tal y como le pidió, para luego apagar el teléfono y meterlo en el fondo de su maleta. Se sentó en la cama y escuchó como la música estaba en su mejor apogeo afuera. Debía salir después que todos lo hicieran no quería llamar mucho la atención de las personas y menos de los alfas que se encontraban sin una pareja. Lo que las chicas le habían dicho podía ser la solución a todos sus problemas, pero había un fallo, era difícil que Mark le hiciera caso en algo.
Después de unos minutos, decidió que era momento de salir de la habitación.
— Hermanita, te ves realmente hermosa —dijo su hermano mayor, y ella bufó—. Parece que Piero no ha sabido domar a la virgen.
— No tenía idea de que también te habías subido a este barco —dijo para cambiar de tema antes de que se saliera de control—. ¿En dónde están sus esposas?
— En casa, en donde deben estar las mujeres de hoy en día —respondió su otro hermano—. No te sientas triste, estarás de esa manera después con Piero. Ni podrás caminar más tarde.
— ¿Cómo estás tan seguro de que no podré caminar después? ¿Ya pasaste por su cama antes que yo lo hiciera? —preguntó burlona—. No seas estúpido.
— Respétame.
— El respeto se gana y eso es algo que tú no has hecho, así que te pido que me dejes en paz por una vez en tu vida. De igual manera, esto va para todos —sacudió un poco su cabello—. Piero no se encuentra en el barco. Tomen un respiro y ya después deciden si quieren ir a contarle todos los chismes que quieran.
Ella se dio la vuelta y se puso en un lugar apartado de sus hermanos, no quería siquiera perder el tiempo con personas que pensaban que las mujeres no eran más que simples mercancías. Tanto Licy como Rebecca llegaron y de inmediato se pusieron a hablar.
— Te dije que iba a funcionar, ahora no te quita los ojos de encima y eso es algo demasiado genial y bueno —dijo Rebecca hacia Clary—. La verdad es que no entiendo por qué sigues usando esos lentes y esos frenos.
— Los utilizaba porque mi papá me bajaba la autoestima desde que era una niña —rio un poco—. Ya hasta me casaré con un desconocido en unos meses.
— Creo que nos dijiste eso hoy, ¿por qué no te escapas?
— ¿A dónde iría? Es un buen negocio, se unen las empresas. Ese sujeto, aunque sea malo, yo no puedo hacer nada más que estar dispuesta para él.