La llevó hacia un cajero automático que aún se encontraba abierto y la esperó a unos cuantos metros por si había cámaras de seguridad cerca. Ella estaba descalza, incluso parecía estar cómoda con la ropa que usaba y con sus pies tocando el suelo frío de la noche. Miró el asiento a su lado y vio que tenía su teléfono, algo estúpido de su parte, ya que podían darse cuenta de donde se encontraba gracias a eso. Dejó salir todo el aire que tenía en los pulmones cuando lo vio apagado, pero él tenía mucha curiosidad por saber qué demonios era lo que ella tanto ocultaba en ese aparato del demonio.
— Ya estoy de regreso —Mark saltó en su lugar al escucharla abrir la puerta—. ¿Me puedes llevar a una farmacia? Tengo que comprar algunas cosas para el embarazo.
— Sí, te llevaré —murmuró—. ¿Por qué no tiras tu teléfono? Tu padre puede saber en dónde estás si se da cuenta de que lo tienes encendido.
— Porque quería saber algo, sin embargo, ya no hay caso alguno para tenerlo conmigo —Clary lanzó su teléfono cerca del cajero—. Espero que esto funcione.
— Estás con el mejor —volvió a conducir—. Creo que hay una farmacia abierta a estas horas, por lo que podemos encontrar todo para ti.
— Gracias.
La llevó a la farmacia que estaba abierta, y le dijo que la esperaría en la salida, ya que había visto que ese sitio no tenía cámaras de seguridad por los alrededores. Recibió un mensaje de su padre, diciéndole que, si se había llevado a Clary, que la mantuviera alejada de todo, porque su familia la estaba buscando y que no la llevara al apartamento que tenía junto a Rebecca, porque su padre podría buscarla ahí en cualquier momento. Una vez que ella ya tenía todo listo, la llevó hacia su casa que tenía en una zona privada y que no visitaba desde hace dos años, pero que debía estar en un perfecto estado.
— ¿Qué es este lugar?
— Mi casa, no vengo por aquí porque me siento cómodo en otro lado —un guardia los recibió—. Buenas noches, Jacob.
— Buenas noches, señor. ¿Qué lo trae por aquí?
— Vine a traer a una invitada que se quedará en la casa durante unos días —se movió un poco para que viera a Clary—. Mientras no esté, ella se puede quedar aquí. Así que trátala con respeto.
— Entendido, señor.
— Entendido, señor.
El guardia le abrió la gran puerta, y una enorme casa llegó a su campo de visión. El jardín estaba bien iluminado, por lo que se veía muy hermoso el sitio. Mark se estacionó en el garaje y le indicó que saliera.
— Puedes estar segura aquí —le abrió la puerta que daba al interior de la casa—. Puedes moverte por donde gustes, menos mi habitación.
— Ni que quiera ver los condones que usas con tus amantes diarias —murmuró Clary, apretando la bolsa con los medicamentos—. Lamento decirte, que no entraré en ese lugar. Así que lo siento.
— No traigo a nadie a esta casa. Ni siquiera mis hermanos saben que la compré —rodó los ojos—. Eres muy quisquillosa.
— Siempre me lo dicen —le sonrió sin mostrarle los dientes—. ¿En dónde dormiré? ¿Me prestas algo para que pueda ponérmelo?
— Sí, te prestaré algo de mi mamá. Son de la misma talla o eso creo —se dio la vuelta—. Como dormiré esta noche aquí, puedes tocar a mi puerta si necesitas algo.
— Tengo hambre, ¿Hay algo de comer en este lugar?
— Sí, los empleados deben tener la despensa llena para ellos —comenzó a subir las escaleras—. Esto es algo que no hago para todo el mundo.
— Ya me lo dijiste.
— Tengo que recordártelo —se encogió de hombros—. Dormirás en esa habitación, es la de invitados.
— ¿Por qué hay tantas habitaciones?
— Porque por si mis padres quieren venir a pasar el rato conmigo. Algo que no considero que suceda —se encogió de hombros—. Buscaré la ropa de mi madre para que puedas ponértela.
— Gracias.
Mark dejó que ella entrara en esa habitación y tuvo que sostenerse de la pared para evitar caerse cuando todo su cuerpo se sintió tembloroso por la cercanía y el olor que esta desprendía. Fue hacia donde estaba la habitación de sus padres y en donde únicamente había ropa de su madre, porque está siempre les decía a sus hijos que debían tener ropa de mujer en la casa por si alguna de sus amantes llegaba sin que ponerse al día siguiente, pero como él nunca llevaba a nadie a su casa, solo se mantenía la ropa sin usar.
Tomó un pijama para que estuviera cómoda, luego dejó todo sobre la cama de esa habitación para buscar algún calzado y algún cosmético. Se detuvo abruptamente cuando se dio cuenta de que estaba haciendo todo eso por una chica que él no quería en su vida. Fue hacia la habitación de la omega y dejó todo sobre la cama, para luego salir de la habitación.
— ¿Me estás preparando la cena? —Clary entró a la cocina—. El estupendo Mark preparándole la cena a una mujer.
— Simplemente, estoy de humor —puso un plato con pasta—. Yo no cociné, sino uno de mis empleados. Simplemente lo calenté.
— No me digas.
— ¿Me dirás por qué no has hecho nada para evitar ese casamiento? —se sentó delante de ella—. ¿No había otra persona más competente para hacerte el favor?
— ¿Este es el pago por hacerme la cena? ¿El que me critiques hasta la respiración?
— Solamente soy un alfa que tiene curiosidad.
— Un alfa que no le ha dicho a su mejor amiga que es un hombre lobo y que es dueño de una franquicia asociada con la empresa de su hermano —Clary dijo con superioridad antes de probar la pasta—. Me has ayudado a escapar de mis padres, pero eso no te da el derecho de querer saber más sobre mi vida.
— ¿Desde cuándo tienes tantas agallas?
— Desde que el amor que amo me dejó embarazada.
— ¿Quién fue el imbécil que cometió el error de dejarte en ese estado? —ella rio y luego negó con la cabeza—. ¿Qué te parece tan divertido?
— Que el chip que mi padre me puso en el cuello —él únicamente pudo suspirar—. ¿Ahora porque suspiras?