—¿Es una broma?—Niega, seguro—. Pero no te he pedido nada.
—No importa—habla—. Compra lo necesario, Suna—indica—. Para ti y para Aleix—enuncia.
Espero, cercana a la puerta por la que entramos, hundiendo el rostro.
—No tengo dinero, Alex—me toma del codo, cerca al enseñar el espacio.
Lo miro en la guía, pasando la vista por la estancia.
—Lo sé—la vuelvo a él—. No te estoy pidiendo que compres tú o que pagues—recalca—. Escoge lo necesario, llévate la tienda entera, si te da la gana—mi mirada se empaña—. Yo me encargo de lo demás—asiento, a pesar de que quiero negar.
Sorbo las fosas al ir sola, porque él parece interesado en comprar otras cosas para Aleix.
Le pido a una de las encargadas que me lleve al baño para lavar mi rostro.
Hago un puño de mis sentimientos, ahogando con el líquido las emociones.
Regreso para llenar una canasta que la joven me pasa al observarme sin hablar.
Su mirada dice muchas cosas, por lo que decido volver al lobby, donde ambos están viendo el tráfico.
—Alex—gira, borrando la sonrisa de sus labios al verme.
—¿Ya?—Busca lo que no he tomado.
—Vámonos—musito.
Pasea sus ojos por cada lado, llegando en lo que suelta el aire.
—¿Qué sucede?—Inspiro, desganada.
—No se sienten muy a gusto conmigo—susurro, al tiempo que inhala, duro.
—Ya vuelvo—le habla, al observarme en lo que Aleix se enreda en mi cuello.
Los dos lo seguimos con la vista, cercano al mostrador en lo que le pasan varias canastas.
Las llena todas al ir hacia el área de las prendas, sopesando lo que ve y palpando las telas.
Pone los vestido delante de su pecho al creer que se ciñe en la figura.
Hace lo mismo con las atuendos de Aleix y con las faldas que escoge para mí.
Deja a opción los pantalones, aunque toma en cuenta a lo que me dediqué.
Además, en sus años siempre estuvo para asistir a Emily cuando tenía actividades, así que vive familiarizado con el mundo de la moda.
Termina de llenar las fundas al darle una sonrisa.
Su hijo se entretiene, yendo a ayudarlo a colocar las prendas.
Estiro las piernas en lo que llena sus manos, pasando la tarjeta.
Al acercarme, veo que firma el papel, encontrando el total de gastos.
—Es demasiado—me ve un segundo—. Alexandrei—lo toco—. No, déjalo—se detiene al fijar sus ojos en mí—. Es mucho.
—¿Es mucho?—indaga al tomar el papel que le queda.
—Sí—lo enfoco—. Bueno, al menos deja algo para ellos—suelta una risa, burlón.
—Con lo que pagué, se abastecen tres veces en el año—exagera.
Aprieto la mandíbula al morder la mejilla.
Aleix tira de mi pantalón, dándole una negativa.
—Mami—formula, volviendo a jalarme.
—No—me hinco frente a él—. Escucha, aquí no puedo, Aleix—apunto—. Recuerda que ya no voy a darte el seno.
—Pero tengo hambre—refuta, apretando la tela al tirarla más.
—Hijo...—Siento que me golpea, queriendo rasguñar mis brazos y mi rostro.
Dejo que saque la furia en lo que se va controlando, luego de su bofetada.
—¿Te sientes mejor con eso?—Me mira, zafado al no responder—. Si te digo que no, es no—aclaro—. No importa cuánto me golpees o intentes hacerme daño, seguirá siendo un no—rebato—. Te expliqué hace poco que íbamos a dejarlo, sin embargo, entiendo lo que estás pasando—sostengo sus manos—. Es por eso que los dos nos apoyamos y entre nosotros no debe existir la violencia—recalco—. ¿Has entendido?
Guarda silencio, a la espera de que lo acepte.
Suelto el aire, porque sé que va a tomarle un poco de tiempo, en lo que me pongo de pie.
Se esconde en mi cuello, luego que vuelvo a cargarlo, mirando a Alex.
—Le puedo comprar algo—me ve, atento a su hijo.
—No quiere comida, quiere leche materna—enuncio—. Es un proceso el destete—miro que aprieta su mano en el pecho.
—¿No tienes reserva?—pregunta, caminando hacia el estacionamiento en lo que nos abre la puerta.
Dejamos la tienda, al paso que abre el baúl.
—Sí, en casa—declaro—. No traje el bolso, no contemplé esto—inspiro, meciéndolo—. Solo era decírtelo e irme, no llegar a estos extremos.
—Es decir, volver, confesar y luego irte como si nada—cierra con algo de fuerza—. Se te está haciendo costumbre.
—Probablemente—macullo—, porque no sabía cómo ibas a reaccionar—atajo, molesta.
Se queda viéndome, pensativo al poner orden en lo que tiene dentro.
Aparto la vista de él, lejos de retarlo, al cabo que me abre para irnos.
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Editado: 14.11.2024