Un hijo para el doctor [#3]

Suna

La respuesta lo deja aturdido, mudo, con las facciones desencajadas ante lo dicho.

Amplía los ojos y luego lo asimila al volver de a poco a la normalidad.

Quizás se dio cuenta que no somos tan diferentes, porque su idea y la mía, fueron la misma en circunstancias distintas, teniendo su ausencia.

Alex suelta el aire de forma sonora al ponerse de pie, extendiendo su palma para que lo siga.

La tomo por cortesía, solo que no veo venir el modo en que enreda sus dedos con los míos, sumidos en la cercanía.

Exhalo al estar a milímetros de su pecho, dudando de mantenerle la mirada al bajar el pecho.

Muevo la cara cuando lo intenta, sacudida al ser sostenida de las palmas.

Las presiona en el contacto caliente, volcando la vista hacia él, tensa y con el corazón en el estómago en lo que el gesto remueve mi ser.

Trago, seguida de sus pasos en cuanto nos encamina al ascensor, pegado su brazo con el mío en lo que se queda a mi izquierda.

La cabina se cierra en la firmeza del agarre, viendo al suelo en lo que cierro las piernas.

El corazón se me acelera, queriendo hacer pipí por los nervios, sin entender cómo se llenó la vejiga, si llevo poco tiempo fuera del baño.

Además, no he comido, ni tomado nada.

Esto no debería de ser posible y no sé porqué me pasa.

Libero el aire en lo que llegamos a la recepción donde mi hijo se entretiene con el mayordomo o eso creo que es, haciendo un juego de choques de palma al verme.

Se baja de inmediato, corriendo para colgarse de mis piernas, dando saltos en lo que lo alzo, notando la disposición que tiene de estar conmigo.

Al menos, no se siente tan mal, después de todo, el solo gesto, obnubila el daño que me causó hace horas atrás.

A veces pienso que soy una exagerada; hemos tenido años buenos, otros en los que esto no pasa.

Tal vez merezca un poco de esto o por lo pronto, no tengo que sentirme al límite solo porque no ha sabido regular sus emociones como se debe.

Sé que está mal, sé que lo estoy justificando, lo que no sé es qué me pasa, pero claro, trato de entender la forma en que le di una oportunidad.

Porque no solo se trató, sino de alguien más que crecía en mis entrañas.

—Mamá, tengo hambre—murmura, hundiendo media cara en mi hombro.

—Te preparo algo cuando lleguemos a la casa—juega con el cabello en lo que vamos por el pasillo, donde avanzan los dos hombres.

—¿Vamos a durar mucho?—Inspiro, cansada y adolorida al estar echada atrás.

—Tal vez—murmuro—. Tengo que explicarte algunas cosas—sopeso al exhalar profundo.

—¿Trajiste leche?—De más está decir que intenta sacar el seno, aunque enredo sus dedos con los míos al llenarlos de besos.

—Sí, señorito—sonrío al verlo, chocando las palmas de formas constantes.

—Quiero tomar de aquí—descubre ante su intento de sacarlo.

—¿Qué te dije sobre eso?—Libera el aire, haciendo una mueca al dejar caer la mano.

Continúo el trayecto, quedando a un lado de Alex, quien abre la puerta de su casa.

Pasa adelante, observando el lugar en lo que mi hijo se interesa por el sitio.

Es enorme, con gran ventanal, una buena cama, un pasillo largo y una cocina.

Creo que hay otros lugares al fondo, solo que no me he movido de la entrada, a pesar de que Aleix ha ido a regodearse alrededor.

Ignoro sus gritos, la forma en que corre y chilla sin romper los vidrios.

Su padre ríe, entrando las compras, junto a lo que traje de la posada al darme cuenta que voy a extrañar ese lugar.

El apartamento es lindo y seguro que no tiene nada limitado, que es propio, además de que lo puede pagar, no obstante, está alejado y de aquí, puedo ver la ciudad.

Puedo ver, incluso el mar.

—¿Entonces no vamos a volver a la posada?—Se aferra a mi ropa, saltando al elevar la cabeza en lo que tira de la tela—. Esto es mucho más grande y mejor—emite, emocionado—. Tengo hambre, mamá—refunfuña, tomando sus manos al alzarlo.

—Disculpa—suspiro, bajando la blusa y el sostén en lo que lo amamanto.

Mantiene el contacto visual, al tiempo que las hebras me cubren de la otra mirada, yendo a una esquina de la cama para no romperme la espalda.

Le quito la ropa en lo que se concentra, agradecida de que haya aprendido a no morderme el pezón.

Esta es la hora en que sigo brotando alimento de las mamas.

Pude tener asesoría con Lourdes y Floripondia, antes que fallecieran en los últimos años.

A veces la muerte llega a destiempo y nada te prepara para ello.

Ambas mujeres fueron mi sostén.

Tenían la capacidad de poner las cosas en orden, pero me dejaron sola y me quedé sin saber el truco para ello.




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