Un hijo para el doctor [#3]

Suna

Respiro, bajando la guardia en lo que el silencio nos atrapa, sin entender el tipo de intimidad que es esto.

No me lo esperaba y no sé cómo reaccionar a ello, porque al menos en el tiempo que llevo de vida, es la segunda vez que me siento necesitada en serio.

La primera persona que requiere todo de mí o casi todo, es mi hijo y la segunda, sería yo, pero no soy mi tipo.

No concibo un amor propio, ni tengo intenciones de formarlo; en todo caso, soy autodestructiva conmigo, con lo sucedido en el pasado que ha repercutido en mi presente.

Por lo mismo, solo queda Alexandrei, necesitando de mí, lo que no sé si pueda darle.

No estoy en condiciones de abrirle espacio a nadie, ni aiquiera si pone el mundo a mis pies ahora mismo.

—¿Como mujer o como madre?—pregunto en el dolor de la garganta, por tenerla tan presionada en su presencia.

—Elige la que prefieras, pero sigues siendo ambas—sacudo la cabeza al suspirar—. No es la mejor charla que obtendrás de mí, pero no tienes que menospreciarte; no hay necesidad de llegar a ese extremo.

—No para ti—limpio mis fosas nasales—. Era linda, mi piel era brillante, las chicas me envidiaban, querían ser como yo, en el fondo, pero todo eso se fue desmoronando cuando Emily se quedó con el público y yo luché tanto por tener uno—se me quiebra la voz al tener las lágrimas en la esquina de los ojos, a nada de caer—. Fui un producto, uno bueno y nadie lo valoró—la voz se me entrecorta al llorar, tapando mi rostro—. ¿Cómo no quieres que me menosprecie, si no sé quién soy? Si nadie más me miró, ni me buscó o se acordó de mí—siento las gotas correr—. Y luego sucedió esto; terminé de recepcionista en un hotel de cinco estrellas, donde me pagaban una miseria, me acosté contigo dos veces, terminé embarazada, luego de eso y no quería abortar, pero tampoco quería ser mamá—farfullo—. No tenía escapatoria, Alex y ahora me obligo a ser mejor cada día por él, aunque a veces me cuestiono si lo amo de verdad, si me gustan algunas cosas que he vivido a su lado, si puedo rescatar momentos que un día le tendré que contar—entreabro los labios para respirar—. Él durmió bien, me dejaba descansar en las noches y yo... no cerraba los ojos por temor a perderlo, a que por mi egoísmo, algo malo le sucediera y tuviese que culparme toda la vida por ello—aprieto los puños—. Yo ya llegué a ese extremo y no sé si lo puedas cambiar—pregono al dejar el sitio, yendo al baño para lavarme la cara.

La remojo durante un largo rato, hasta que me desbordo, ain poder más.

Lloro alto, sin pensar en que Aleix puede despertarse, teniendo comoañía en medio de los temblores.

Él aprieta los puños al unirlos en una equis, inclinada hacia delante mientras suelto todo en su cuello.

El cansancio me vence, antes que lo pueda asimilar y las luces de la sala, ya están apagadas cuando me lleva de vuelta a la cama.

Miro desde el ventanal la luz noctura, el cielo oscurecido donde las luces de la ciudad, no se le reflejan, a pesar se que las estrellas sí pueden tener su momento de brillar en él.

Eso lo único que me recuerda es su nivel de exclusividad y lo poco accesible que es con lo superficial, lo que ha creado el hombre, que no se asemeja a esa grandeza.

Me recuerda las veces en que casi me vi triunfar, solo que nunca llegué al cielo, ni tampoco lo logré iluminar.

Nunca fui una estrella, a pesar de que me lo creí por todo lo que otros dijeron.

Así que me quedé siendo una lámpara o un bombillo de esos que iluminaban de forma tenue la Academia.

Tan tenue, que me llegaron a cambiar.

—¿Quieres beber o comer algo?—indaga en su espacio al estar dándole la espalda en su colchón.

Es suyo y me lo cedió.

Me dio todo lo que un día soñé, pero por lo que nunca oré.

Pensar en eso, se siente como si me contestaran del más allá.

—No tengo hambre—murmuro, colocando la cabeza sobre los brazos que ocultan mi almohada.

—Tu estómago dice lo contrario—resoplo al girar hacia él.

—No quiero hablar, Alex—me ve, dándome un asentimiento al volver a mi lugar.

—Está bien—cede—, ¿te puedo abrazar?—Encojo los hombros, sintiendo la calidez que pronto me rodea en el momento.

—¿Y si solo te quedas con hacerte responsable?—demando—. Compartimos la custodia, hacemos días de visita, yo consigo un mejor lugar donde vivir para que puedas verlo, arreglamos los papeles y le pongo tu apellido y...—Hace que me voltee al tirar de mi cintura hacia él.

—No estoy dispuesto a negociar—sostiene, parando de inspirar por la forma de su cercanía.

Cara a cara, se pega a mí en lo que mantiene la firmeza de su rostro sobre el mío.

—Discúlpame, pero no tienes dónde caerte muerta, a excepción de si lo haces ahora—burla, dándome una sonrisa que evito compartir—. En ese caso, tendrías todo a tu favor, porque lo harías en mi casa y tal—finjo morir, sacando la lengua al poner los ojos en blanco.

Alexandrei eleva una risotada que le tapo, para que no despierte al niño.

Costó dormirlo y también que no gotearan tanto las mamas; estoy muy cansada como para volverlo a amamantar o pararme de aquí e ir a atender su llamado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.