Un hijo para el doctor [#3]

Suna

Despierto en el sobresalto por el silencio que llena mis oídos.

Giro, casi espantada por el hombre que despacio, limpia el piso, concentrado en la música en sus oídos en lo que me miro.

Las cortinas están cerradas, a diferencia de anoche, por lo que no me pude dar cuenta que ya es de día.

Imagino que Alex lo hizo de forma intencional, para que después de lo sucedido, pudiera descansar.

Hundo el rostro en las palmas al esperar unos minutos, sin querer salir de aquí.

Junto las piernas en el recuerdo, abriendo los ojos al taparme con el almohadón.

Si no veo los muslos, las rodillas o la separación entre ambos pies, entonces sabré que no pasó nada, por más que sienta cosquillas en esa área.

Sacudo la cabeza en la negativa, sin poder creer que llegué a ese punto de darle una oportunidad.

Pensar en las sensaciones, en lo bueno que fue, me remuerde la conciencia, aparta de dejarme saber que lo hice mal.

¿Qué hago yo disfrutando de cosas que ya no están para mí? Soy madre de un niño, su hijo, nuestro hijo, no tengo necesidad de hacer otra cosa distinta a hacerme cargo de mi responsabilidad.

Una que no implica el tramo sexual.

Es la tercera vez que sucumbo a Alexandrei.

Es la primera vez, luego de cinco años, que me doy cuenta que me logra hipnotizar.

No hay nada que haga diferente, no son sus actitudes las que lo repelen o lo acercan, sino que es él, quien está incrustado dentro, en aquellas partes de las cuales no lo puedo sacar.

Lo que no puedo es explicarme por qué tuve ese arranque tan extraño.

Hay algo mal conmigo que quiero descifrar, solo que no tengo tiempo para lograrlo, ahora que debo volver a ser mamá.

Niego, tragando el nudo en la garganta al tener ese diálogo interno que me condena a la desgracia.

No tenía por qué ceder a lo que ya pasó de moda.

No es que sea vieja, aún me quedan algunos años para llegar a los treinta o los cuarenta, la verdad, no pienso mucho en mi edad.

Solo sé que esto no debe volver a pasar.

Tampoco quiero volver a llorar.

Me hundo en la cama, cubierta de arriba hacia abajo, hasta que escucho la puerta cerrarse.

Libero mis ojos de la falsa penumbra al inspirar el olor a limpio en la estancia.

Algo me dice que estoy sola, por lo que salgo del colchón, abriendo las piernas por ese tipo de sensibilidad.

Dios mío.

¿Qué fue lo que hizo ahí?

Se siente tan raro y desigual.

Ni siquiera lo puedo explicar.

—Buenos días—suelto un grito, dando saltos y pataleos por la voz que escucho, aterrorizada en lo que veo a todos lados, tocando mi pecho—, detecto un estado de pánico en su sistema, ¿necesita que llame a emergencias, señorita?

—No—refunfuño, enojada, al dar un piezaso en el sitio—. ¿Quién eres tú?

—Su asistente virtual—giro a ver que abre las cortinas, guardando el televisor tras la pared al sacar el cuadro.

—Necesito una cita con un psicólogo—mascullo, anonadada por lo que veo.

—Cita con el psicólogo, agendada para la mitad de esta semana—abro la boca, sorprendida—. El escaneo corporal, muestra que puede sufrir un desmayo en cualquier momento; llamando al número de emergencia ahora—me quedo estática en el sitio, ampliando los ojos en lo que el teléfono resuena.

—¿Suna?—Las piernas me flaquean al tener que sostener la pared, cuando voy hacia ella—. ¿Suna? ¿Estás bien? ¿Quieres que vaya a verte ahora?

—N-No—susurro, bajo—. Apágalo.

—¿Ah?

—Apaga el sistema—pido, encogida en el sitio al no saber qué debo o no asimilar—. Necesito una cita con una ginecóloga.

—De acuerdo—pregona—. ¿Algo más?

—Averigüa mi número de celular y llama—insto—. No quiero hablar con una casa a solas.

—Vale, lo siento—suspira, cerrando al esperar un largo rato en la que me quedo sentada en el piso.

Mantengo las piernas alzadas, colocando los brazos en cada pierna al mirar el punto en la pared.

No veo nada en específico, aunque es muy interesante, permitiendo que mi corazón se calme, liberando el aire en varias ocasiones.

Me elevo, yendo a la cocina por un vaso de agua en lo que veo la nota en un plato que preparó.

"Desayuna" emite, al suspirar, desganada en lo que tomo las rodajas con la mermelada a un lado, sin colocar.

Lo unto, juntando el pan con un poco de queso y mantequilla que se derrite al instante, conducida a la estancia de Aleix.

Toco varias veces, entrando al no obtener respuesta, confirmando lo que me temía.

No tengo su presencia en la casa, solo estoy con la soledad y esa voz del más allá que me afectó escuchar.




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