Un hijo para el doctor [#3]

Alex

Abro los ojos al sentir una mirada insidiosa sobre mí, a la par que observo la hora en el reloj de la mesita.

Bajo la vista hacia el personaje masculino de ojos verdes y grandes orbes que aplasta un objeto entre sus manos, atento más a su madre que a mi persona.

Se acerca, extendiendo la manita en lo que lo detengo, negando ante su vista en mí.

No quiero que la despierte, después de lo mucho que me costó que se durmiera.

La verdad es que me espantó, que no dejara de llorar durante un largo rato, ni siquiera por las veces que le pedí disculpas, si la lastimé en medio de lo que le hice.

O hicimos, pero no puedo decirlo tan así, porque no recibí tanto de lo que al inicio creí.

Algo está mal con Suna; no sé qué es, va a ser complicado averiguarlo, pero la madre de mi hijo no está muy bien que digamos.

Quisiera saber qué más le sucedió en el pasado, para que al menos pueda ubicarme en el tiempo y espacio en el que estoy e incluso, al que me debo enfrentar.

Giro la palma al dejarla al descubierto, a la par que coloca la suya en el lugar.

Le tomo el biberón en la extrañeza, a lo que enredo su mano para llevarlo a la cocina.

Lo llevo hasta la encimera donde mueve sus pies, eligiendo la bolsa de leche que quiere, para servirla, sin estar congelada, sino a temleratura ambiente.

Miro el termo y lo que logró sacar anoche, sorprendido por todo lo que tiene al pensar que no se equivocó ante la idea de ponerle un negocio de vender leche materna.

Niego un poco, viendo que mi hijo toma, probando lo que le gusta al obtener su mirada un segundo.

—¿De qué te ríes?—Sacudo la cabeza, sin querer decirle—. ¿De verdad eres mi papi?—El pecho se me acelera, tenso, nervioso y con las emociones atascadas en mi nariz—. Mamá no me deja dormir con extraños y ella duerme contigo—murmura—. Entonces no eres uno de esos.

—No—digo, cuidadoso—. Ella es quien debería decírtelo, pero sí, soy tu papá—señalo, cruzado de brazos en lo que termina.

—¿En qué trabajas?—Ladeo la cabeza, atento al desarrollo de su curiosidad.

—Soy doctor—declaro.

—¿Y puedo ir contigo?—frunzo el ceño—. Es tu trabajo y eres mi papá—prosigue, enderezado.

—No creo que a tu madre le agrade mucho la idea—explico en la calma—. Ven, vamos a darte un baño—extiende los brazos al cargarlo, dirigido hacia la nueva labor.

Voy un poco tarde, no obstante, decido continuar al ignorar el horario, dándole un baño agachado en el piso de la bañera.

Juega con el líquido al mojarme un par de veces, chillando de vez en cuando en lo que ríe varias vece.

Su tono es moderado, sin embargo, llega una parte de mí que no había conectado.

La misma que me hace estar de su lado.

No sería mala idea llevarlo al turno, considerando que tengo parte de responsabilidad con él.

Es mi hijo, mi primogénito, la sangre de mi sangre y no quiero ignorar eso cuando lo tengo en frente.

Tal vez, que haya regresado, es de las oportunidades que tengo para mantener los pies sobre la tierra, porque nunca me la he logrado sacar de la cabeza.

No desde ese día en que me crucé con ella y le di, lo que me atreví a guardar para alguien más.

Mis deseos siempre estuvieron aunados por mi supuesta mejor amiga o lo que creí que era para mí, Emily, no obstante, solo me enfrasqué en millares de fantasías y ahora se siente tan extraño creer en todo lo que me pudo causar.

No sé si decir que se siente vomitivo, una sensación fuera de lugar por lo que al final, no pude lograr.

Ninguno de los dos, éramos compatibles y tarde que temprano, lo tenía que asimilar.

—¿Cuál de los dos?—Salta en el colchón, secándose en lo que detalla las opciones de vestir, eligiendo la de la izquierda.

Un pantalón caqui, una franela blanca y unas sandalias abiertas para que vea sus dedos moverse de un lugar a otro.

—¿Me vas a llevar?—pregunta al alzar los brazos para vestirlo.

—Todo dependerá—mete un pie y luego el otro al seguir saltando en el sitio.

—Por favor, por favor, por favor, papá—lo atiendo, bajando la guardia al inspirar profundo, sentándolo en el lugar.

—Debo alistarme, casi nunca sé cómo serán mis días, aunque no sé si deba despertar a tu mamá—murmuro—. ¿Piensas que le pasa algo?

—Yo la golpeé, eso la lastimó—atiendo, buscando en el armario el atuendo de hoy.

—Eso no estuvo bien—digo—. Te lo dije en el carro.

—Sí—asiente, repetitivo—. Me dijo que también le duele—hablo—. No solo cuando me da el seno, también cuando le hago cosas malas.

—¿Qué opinas sobre eso?—Encoge los hombros al mirar a otro lado.

—Solo quiero estar en casa y con mis amigos—habla.

—No es razón para hacer lo malo.

—Solo así obtengo lo que quiero—formula—, y me hace caso de inmediato.




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