Un hijo para el doctor [#3]

Alex

Sacudo la cabeza, recostado del otro lado del umbral al estar atento a lo que dice.

La morena inspira profundo al besar la frente de su hijo, quien parece estar dormido desde hace un rato.

Salta, sorprendida, al verme, inspeccionando mi figura de arriba hacia abajo en lo que veo en sus ojos algo de culpa.

La miro durante un rato, esperando sus palabras, solo que termina por ignorarme al irse a la otra habitación.

—¿Podemos salir un rato?—Propongo, viendo que sube al colchón, sin haber esperado mi demanda.

—Estoy cansada—esquiva, cubierta por la sábana.

—Orlay se quedará en la habitación de Aleix—propongo—. No ronca y puede ser muy buen vigilante.

—Mi excusa fue un no, Alex—asiento, conforme con su intervención.

—Eso es mejor—afianzo—. Voy por un helado y un flan de mermelada roja—detallo—. No me esperes despierta.

—Ni que fuera tu esposa—resopla, tapada hasta el cuello al moverme a la sala.

Recojo la llave en cuanto estoy por salir, guardando el móvil en el bolsillo, al abrir.

—Vuelvo en unas horas, quédate con ellos—digo a Orlay en la recepción.

—¿Y si viene la señorita Joriah?—Suspiro, mirándolo ante sus palabras.

—No sabe que estoy aquí y no vendrá—hablo—. Te traeré un tarro y una rebanada de flan de cereza.

—Perfecto—sonríe, chocando los cinco en lo que ve el pasillo.

Volteo cuando se queda embobado en la figura femenina, dándole un manotazo.

—¿Te puedo hacer compañía?—indaga, juntando las manos en frente, llena de su cabello alborotado, en ese jean, las botas y la blusa lila de tiritos, dando un paso adelante.

—Por supuesto—enuncio, carraspeando.

Le extiendo la palma, de la que cuelga su antebrazo al estar a mi lado, colocándole el móvil a Orlay sobre la mesa, porque no quiero que nadie nos interrumpa.

Paso la saliva al cambiar de coche, dirigida a la puerta miengras entra, cuidadosa.

El cinturón de seguridad se adhiere de inmediato a su figura, evaluando su cuerpo al oír los latidos de su corazón.

Parece estar nerviosa y al parecer, sé por qué.

—¿Me aseguras que Orlay va a vigilarlo hasta que volvamos?—Suelta, poniendo el motor suave en marcha.

—Como que me llamo Alexandrei Amadeus Patrick, sí—me ve, alzando las cejas por lo dicho.

—¿Eres familia del esposo de Alva, la albañil?—La apunto con el dedo ante eso.

—Esa es otra línea familiar de los Patrick's.

—¿Entonces no?—Ladeo el cuello de un lado a otro.

—¿Ves cuando los imperios se dividen por intereses propios, a pesar de la sangre?—Asiente al verla, fijo en ella—. Pues así es este; en el de Patrick, hay ligas de otros Patrick's, pero mi Patrick, es la línea seguida y real.

—Quedé igual—río, encendiendo el aire al pasarle el saco que tengo atrás—. ¿No puedo estar...?—Espero, mientras mueve el objeto para colocarse entre mis piernas, lo que hace que el asiento se expanda, posando la prensa sobre sus hombros.

Cubre sus brazos dentro, poniendo la dirección en la pantalla.

Suelto el volante, abrazada en los minutos de camino al quedarnos en el establecimiento, bajando en cuanto mete los brazos en la confección.

—Esto parece caro—susurra, entrando al ver a las personas, más o menos elegantes.

—Puedo pagarlo—me observa, rodando los ojos al elegir la mesa cerca de la ventana.

—El rico humillando al pobre—tomo los menús y una canaste de aperitivos, sentados frente a frente en el sitio.

—¿Esto te gusta?—Su estómago parece darle el visto bueno, elevando la flor con la salsa de vegetales en el centro, llevándola a su boca.

—Como si...—Lo meto en su boca, sonriendo en cuanto masca—; iba a comer antes de pedirte disculpas—se tapa la boca, al reír por sus palabras—. ¡No!, que me iba a disculpar, antes de comerte las palabras—sacude la cabeza, riendo un poco más—. O sea, que  yo...—Alarga, colocando otra en su paladar—, iba a pedirte perdón, antes de hablar—ríe, hastiada por su mal formular—. ¡Comer! Que te iba a pedir perdón, antes de comiar—suelto la carcajada, concentrado en la vergüenza de su rostro—. Ay, no sé qué me pasa.

—Estás nerviosa y es normal—señalo, viendo sus manitas sostener la mesa, con las palmas juntas y hacia arriba.

—Nunca había tenido una cita—admite, bajando la vista, cambiando la flor, por una galleta llena de glaseado.

—Entonces disfruta tu primera vez—resalto, a lo que se anima a darme de comer.

♡•♡

Suna se detiene en la puerta del auto, tocando su vientre que retumba como tambora hueca.

Libera una risa, yéndose adelante al sostenerla, para que no suceda algún desastre.

—Jamás había comido tanto como hoy—expone, encantada.

—Qué gusto me da ser quien te regala tus primeras veces—musito, recibiendo su mirada intensa, concentrada en el sostén de su cintura.




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