Llevo el regalo de Orlay en la mano, guardando el plato en la nevera, luego de cerrar.
Me he quitado los zapatos en la entrada y he apagado las luces de la sala, para no molestar.
Suna parece ir al baño para limpiarse, luego del trayecto silencioso en el que estuvimos, solo tomados de la mano para sentirnos reconfortados.
La verdad, es que no la culpo por estar clara en su resolución.
A veces lo único que necesitamos es un sitio seguro en el que estar; alguien que nos salve la vida, antes de perderla por otras circunstancias.
Lo que menos quiero ser con ella, es su crítico y el juez; tampoco me corresponde salvarla de todo lo malo que le pasa.
Es una mujer adulta, que me necesita, sí, aún con eso, requiere de apoyo moral.
Salir adelante, a pesar de sus heridas, le ha costado, por lo que no la culpo, de querer desconectar a Aleix de eso, con tal de llevarlo a un mundo donde su situación parece distinta, a diferencia de la realidad.
Exhalo al acabar de ordenar las losas que mi ayudante ensució, yendo a darle un vistazo, mientras la veo parada en el centro del pasillo.
Quedo detrás, notando que evita burlarse de la escena, con Orlay recostado de lado, roncando, mientras Aleix parece haber encontrado la forma de callarlo al poner una almohada sobre su rostro.
La risilla la asalta, avanzando a la cama en cuanto la casa se oscurece, teniendo su mano dentro de mi pecho.
No me he quitado la ropa para no molestarla, sino que le sigo el ritmo cuando desabotona la camisa y el pantalón.
—¿De verdad lo quieres?—pregunto, despacio.
—Creo que sí—emito un sonido, encendiendo la luz de la mesita para guiarme hasta el baño, luego de quedar desnudo.
Busco en el cajón el espermicida, volviendo en lo que me coloco de lado para sostenerla.
—No te siento muy dispuesta—chasqueo los dedos, rodeados al instante de la oscuridad.
—Eso es cierto—la miro, peinando su cabello en lo que me atiende.
—¿Entonces?—La acerco, uniendo las piernas, sin hacer demasiado—. Algo te molesta de estar conmigo, Suna—hablo—. No sé si soy yo, la envoltura, el que entre al baño y salga o que abra un cajón—detallo—. Algo hay en ti que te hace entrar en pánico y no quiero obligarte a nada.
—Pero la cita...—Hundo el ceño al caer en cuenta, comprendiendo.
—Es suficiente con un beso—sostiene sus ojos sobre los míos.
—¿Seguro?—Asiento, besando su frente, mientras ella me besa en los labios.
Su disposición me toma por sorpresa, quedando sobre mí al masajear su área, tomando el control, solo que evito que se mueva.
Sus uñas se clavan en mi piel, decidiendo no tomar las riendas, guiada al encoger las rodillas.
—Su—hablo, contenido—, no era necesario—se queja, parpadeando al dejarla, sentado en el colchón—. Tranquila, mujer.
—Pero tienes necesidades—suspiro, dándole una negativa y un beso en la mejilla, lo que logra que se calme en la penumbra.
—No son tan necesarias como las tuyas—indico, prendado a sus labios.
Le ayudo a dejarlo estar, tocando su cintura en el roce.
Llego hasta abajo, tomando acceso donde soy bienvenido, sosteniendo sus muslos.
Cambio su posición para que ponga las manos en la pared, trabajando con mi boca en ella, aturdida en cuanto llega a liberarse.
Le doy parte de lo que desea, antes de reposarla a un lado, exhalando mientras me acerca entre las lágrimas, intando dormirse sobre mi brazo.
—Soy una idiota—resuella, sorbiendo su nariz—. Encima, quería obligarte a eso.
—No es que no sienta deseo por ti, pero puedo esperar cinco años más—libera una risa, secando sus mejillas en lo que la pego más.
Enredo mis piernas con las suyas, notando que se remueve en la búsqueda.
—Solo quiero sentir—habla—. No entiendo mi pánico, ni mi miedo, yo...—Posa sus ojos en los míos al limpiar sus comisuras para que no llore más—. No sé si un día lo pueda comprender.
—No si no te das una oportunidad de hablarlo—me observa, rodeando mi cintura, sin invadir su sitio.
—Todavía no estoy lista—pega la barbilla en mi hombro, abrazada en lo que acaricio las partes de su espalda que no tienen la cura.
Mantengo los ojos abiertos al sentir que poco a poco se desvanece, lleno de su calor, sin conciliar el sueño.
Es cierto que nunca pude sacarme a Suna de la cabeza, no obstante, jamás imaginé que tenerla devuelta, me traería tantos retos.
Y todos, los estaba viviendo, en el mismo punto del momento.
Despierto, alejando el brazo de mis ojos en lo que gruño, encontrando a mi acompañante del lado derecho cuando me pongo de costado.
La rodeo con mi cuerpo y la sábana, cubiertos hasta el cuello, dejando un beso en su hombro.
El sensor cierra las cortinas de manera automática, al no tener movimiento en la sala, por lo que aferro a Suna de la cintura, sosteniedo al instante por ella.
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Editado: 14.11.2024