Un hijo para el doctor [#3]

Suna

Respondo al mover las manos por cada parte, doblegada en la devuelta del proceso.

—Lo siento—dejo los pies contra el suelo, rozando su esternón por encima de la camisa—. Besarte es como tomar agua y quedarse con sed—evito sostenerle la mirada, notando el cosquilleo en mis labios, pegando la frente contra la suya.

Lo asimilo por unos minutos, decidiendo no hablar al ir hacia el auto, bajo los efectos del encuentro.

Aturdida, cierro la puerta, pasando el cinturón de seguridad en cuanto sube.

Trato de ignorar que esa chica aplaude y se emociona, agachando la vista luego que pone el vehículo en marcha.

Toco mis labios mentalmente, imaginando que hay otra Suna en un mundo paralelo donde puede hacer eso.

Parpadeo, sin comprender cómo le gusto, si en cinco años nunca hablamos.

Me fui porque seguía amarrado a esa mujer.

Acepté que no iba a causarle lo mismo a nadie, en mucho tiempo, ¿y ahora que aparezco, tiene sentimientos por mí?

¿En qué me estoy metiendo? Alexandrei no es bueno para mí. Tampoco soy buena para él. ¿Qué estaba pensando?

Miro por el espejo, siguiendo el paisaje que parece calmarme, inspirando en la parada que hace.

Lo miro y él sube la palanca, viendo desde el espejo al niño que parece estar dormido.

—¿Me vas a perdonar?—Se endereza, recostado del asiento—. Por... besarte.

—Sí—musito, sin enfocarlo.

Juego con mis dedos, atenta al regazo en el pequeño suspiro.

Veo la entrada del edificio de la posada, cruzando los brazos al tratar de darme ánimo. 

El masaje me ayuda, pensando cómo lidiar con todo lo que me da, sin habérselo pedido.

Echo atrás la saliva con los dedos retorciéndose en el silencio de la espera, oyendo a lo lejos que ambos dejan el móvil y vienen hablando mientras Alex me abre la puerta. 

—¿Mami?—Sus manos en mis mejillas me traen a la realidad, fijando mis ojos en los suyos al encontrar rareza en su expresión. 

—¿Quieres ir primero?—Le habla, captando su atención—. Nosotros te alcanzamos, ¿te gustaría?—Él asiente, besando sus manos al no poder hablar, tan solo viendo cómo corre a la entrada y se pierde con los veteranos que tanto ama. 

Su padre inspira, llenando sus pulmones al tomarme en brazos, para luego quedar en mi asiento, sentada en sus piernas. 

Guarda silencio, pero no deja de quitar las hebras que le impiden verme, supongo que haciéndose partícipe del extraño episodio que no quiere alterar. 

Está a punto de quitar la palma cuando se la detengo, uniendo los dedos para besar el agarre, volviendo al instante. 

La realidad es apabullante y el ruido de mi corazón y mis pensamientos, no es tan grato. 

Solo puedo oír los retumbes en mis oídos y la forma en que el se burla de cualquier idea en mi cabeza, cerrando los ojos para bajar la sensación de ansiedad. 

—¿No te gustaría criarlo tú?—La pregunta le sorprende, inclinado de un lado para verme—. No me entiende y no quiero que siga pasando por esto. 

—Sabe quien eres.

—Sabe lo que le he mostrado—refuto—. Y no sé cómo explicarle que a veces no lo puedo entender, que no lo quiero ver, no quiero ni que exista y que estoy harta de todo, porque me duele el cuerpo, los hombros, los senos; Dios mío, críar debería ser un placer para mí, no un eterno sacrificio—libero—. Es... yo no sé quién fui antes, de niña, y ahora no sabré bien quién es mi hijo, Alex. 

—¿Y crees que dejármelo es la solución a todos tus problemas?—indaga, golpeados por la brisa en el lugar. 

—Es que si él no existiera, no tendría tantos problemas, am...—Paso la vista por su rostro, queriendo irme, por más que me detiene.

—Dilo—niego, ocultando la cara entre mis palmas, deseosa de un poco de agua. 

—No—susurro—. Y deja de mirarme así—suplico, lejos de su vista. 

—¿Cómo te miro, Suna?—Aleja mi agarre, concentrado en mí. 

—Con compasión—hundo la cara, sabiendo que también vi sorpresa, pero no del tipo que me juzga, sino por cómo me abro con él. 

Jadeo, a punto de los sollozos que mueren cuando él me cubre de inmediato, serenando el torbellino que desea salir de mí. 

Hundo la nariz en el hueco de su cuello, rodeado por mis brazos un momento.

El calentón le sube al estar demasiado cerca, apretando los dedos en sus omóplatos, atenta a su corazón. 

Parece más acelerado de lo normal, lo puedo oír repiqueteando como un loco, por lo que me aparto con tal de que se calme, temblando en segundos en el momento que besa mi frente. 

Suspira, dejando el área para que lo asimile, saliendo al acomodar la prenda. 

Camino dentro y él se queda asegurando el vehículo, subiendo los escalones al escuchar la voz de mi pequeño. 

Me quedo a medio camino, atenta a los murmullos que tiene con el gruñón que vive frente a la que era nuestra habitación, cruzando los brazos al pensar lo que dije. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.