Un hijo para el doctor [#3]

Suna

Mantengo la mirada en el techo, sosteniendo la mano de Alex en lo que la doctora me chequea en el consultorio. 

Le había dicho a él, que no era necesario que estuviera en la estancia, pero él parece que prefiere cuidarme, a escuchar o saber que he vuelto a irme. 

Paso el trago pensando en lo mucho que esto suma un punto a su favor y en el fondo me molesta porque no quiero seguir involucrada sentimentalmente, aunque es imposible por lo que hace. 

De todos modos, lo comprendo porque tiene miedo de que pierda el control, que algo se detone del pasado y no puedo culparlo, si eso es lo que quiere evitar con la suavidad de sus manos en las mías, en el momento. 

Parpadeo al saber que me ha complacido con el pedido y no pensé que lo hiciera, puesto que lo había olvidado con todas las cosas que sucedieron, solo que él no y eso, se siente bien, maravilloso...

—Muy bien, Suna, habrá un poco de presión; si te incomoda, me avisas—pide, mirándolo en lo que empieza con la evaluación ginecológica, habiendo dejado a Aleix con su secretaria, quien decidió llevarlo consigo a la guardería. 

No hace mucho salimos del lugar donde comimos. 

Mi hijo pasó un buen rato, jugando con nosotros, compartiendo con otros niños, incluso cuando no quiso compartir el espacio la primera vez. 

Resulta que se había encariñado y otro niño quería usar la pista, no obstante, Aleix intervino, por más que le renegó, dejando que la relación de ambos se forjara más con esto. 

Quise intervenir. 

En verdad, estuve a punto de ponerme de pie e ir a adueñarme de la situación, sin embargo, su padre decidió tomar la iniciativa y no quise quitarle su parte responsable. 

—¿Te sientes bien?—Lo miro, asintiendo al apretujar el agarre con confianza, pensando que no falta mucho para que el niño se duerma. 

Estaba cansado, pero de pie y caminando, por lo que supe que luchaba con el sueño, aún cuando sabía que no podría escapar por mucho rato de él. 

Emito un sonido, lo que le permite saber si hay algo mal, terminando después de unos minutos, pidiendo que baje las piernas. 

—Puedes ir a vestirte—pide, yendo al escritorio donde empieza a redactar los resultado de lo que halló. 

No le suelto la mano a mi acompañante y eso parece indicarle que me siga. 

En el cubículo, me ayuda a alejar la bata, hasta que me detengo unos minutos, por la forma en que me he vuelto vulnerable. 

Giro, buscando su pecho al pegar la cara en el espacio donde derramo lágrimas silenciosas, acoplada por su suave abrazo. 

No dice una sola palabra en cuanto me alejo, ya calmada, solo pasa su pulgar por donde han corrido mis lágrimas y sostiene mi rostro entre sus manos, despacio. 

Su apoyo me supera, conectada a su mirada en lo que cierro los ojos, despacio. 

No tarda en besar mi frente, trayendo las prendas para que me cambie, sabiendo que le diré cuando esté lista. 

Salgo bajo su compañía, sin dejar de sostenerlo al ir hacia las sillas, calmada en lo que tomo asiento allí. 

—De acuerdo, no veo nada distinto a los resultados de un encuentro sexual, pero veo que hacía un tiempo no tenías ningún contacto íntimo—la miro—. Nada luego de haber tenido a tu hijo, bueno, al hijo de ambos; y felicidades, Alexandrei—lo ve un segundo, atendiendo luego la información—. Sin embargo, veo que hay cicatrización por...

—No quisiera hablar de eso—digo, segura—. Solo de la evaluación. 

—¿Estás bien en ese sentido?—Asiento, uniendo los dedos con los del presente, atento a la mujer en el proceso—. Entonces, hay pocos residuos de fluidos de ambas partes, noté rastros del espermicida, pequeñas fisuras por ser la primera vez, luego de un tiempo, de tener contacto entre los dos y lo que recomiendo es lubricación, si en algún momento las cosas parecen difíciles o complicadas; buena comunicación de lo que quieren antes del encuentro, una buena higiene y usar prendas de algodón—extiende, mirándonos por un segundo—. Solo me gustaría saber si tienen pensado seguir procreando. 

—No—respondo, segura de que él no lo dirá. 

—Por lo que veo, lo más recomendable es comenzar con las pastillas anticonceptivas...

—No es necesario—él interrumpe, viéndome y luego pasando la vista hacia ella—. No es necesario. 

—¿Cuál es la razón?—Lo veo, observando nuestro agarre. 

—Puedo usar preservativos y continuar con los espermicidas; Suna no tiene que usar nada. 

—¿Sabes los efectos secundarios de ese tipo de gel? Sobre todo si tienen encuentros sexuales constantes—señala—. Puede causar irritación en los geniales, problemas urinales o infecciones urinarias, riesgo de enfermedades de transmisión sexual, puede ser contraproducente para la cavidad vaginal de tu compañera y me gustaría que lo pienses; puede cuidarse en ese sentido, además de que esa decisión la toma la madre de tu hijo. 

—Es mi mujer y no... Angela, no voy a dejar que use anticonceptivos—resuelve, como si no estuviera aquí, tragando hasta el fondo el estar viéndolos ahora. 

—Suna debe decidirlo, Alex. 




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