Un hijo para el doctor [#3]

Alex

Miro las imágenes, una y otra vez, pasando las palmas por mi cara al verme ahí, recibiendo sus reproches y regaños, con los insultos haciendo estragos en mi ser, por encima de lo que haya hecho en mi piel. 

No hay sonido del video, porque no quiero escucharlo, ni detonarme para luego esconderme en un sitio por lo estredsnte que es, aún si ahora repercute en otros lugares que son parte de mí, al estar inquieto por dentro mientras aguardo en el recibidor. 

Orlay ha ido a dormir un rato y quise quedarme para evitar que Joriah volviera, esperando al menos desarrollar un poco de valentía para poder enfrentarla. 

Paso las manos por mi rostro al cerrar los ojos, bajando la cabeza por la sensación que obstruye a mi garganta. 

No tardo en tirar de mi cabello, buscando detener los temblores que acogen a mis manos, mientras siento correr las lágrimas que queman mis mejillas. 

Entreabro los labios, afectado por lo que siento, al sorber la nariz un rato. 

Lloro en silencio, dejando de ver la pantalla lo más pronto que puedo, al hundir la cabeza en el escritorio. 

Los sollozos salen, dándome cuenta de lo cansado que estoy, queriendo dormir un rato, solo que no puedo; si cierro los ojos voy a verlo. Me siento demasiado culpable de que mi hijo haya estado expuesto a algo así, a pesar de agradecer que siguió durmiendo. 

Lo único que quise cuando llegué, fue que estuviéramos los tres juntos en la cama. 

No iba a beber agua o a comer algo de la nevera, lo que ansiaba era dormir con ellos, pasar la noche abrazado a los tres, pensando en la mejor forma de ordenar mi horario laboral desde ahora. 

Había trabajado casi sin parar y cada vez que llamaban para una emergencia, iba hacia allí, pero hoy el teléfono está lleno de llamadas perdidas y no me arrepiento porque mi deber ahora es mi familia. 

Una que antes no tenía, una que desde hace unos años pensé que quería y una que desde hace poco, ya lo es. 

Eso significa que todo ha cambiado, incluso la prioridad que le doy a las cosas.

Termino de escribirle a Orlay, para que sepa que le dejaré su espacio; uno de los guardias atiende mi llamado, dejándole saber que volveré a la casa. 

Camino a la cocina al entrar, yendo por un vaso de agua, en lo que descanso el cuerpo en una de las butacas del desayunador. 

Poso los antebrazos en el espacio frío, cabizbajo al verla dormir de lado, aunque no estoy seguro si ha conciliado el sueño. 

Lo que pasó no la alteró del otro modo, pero no la culpo por experimentar la rabia y actuar con la furia del momento. 

No la cuidé, no cuidé a nadie con esto y la comprendo por lo que dijo, porque no es justo que tenga que pasar por más estrés del que ha pasado durante estos cinco años. 

Suspiro, dejando el vaso en su sitio luego de lavarlo, al revisar que Aleix esté bien. 

Permanezco a su lado unos minutos, retumbando en mi cabeza lo que dijo, consciente de que los dos me necesitan y la verdad es que yo los necesito. 

Beso su cabello, quitando las hebras que hacen perlar de sudor su frente, antes de cerrar, verificando también la temperatura del aire. 

Apago la luz del baño luego de dejarlo acomodado, de regreso a la sala, camino al balcón. 

—No me gustan los fantasmas—sonrío al verla acurrucada, abrazando la sábana, sin poder dormir. 

Suspiro, viendo que sale para venir, quedando en frente en lo que mantengo la atención en ella. 

Deja un beso en mis labios, llevando las palmas a su cintura, inclinado para sostenerla, saltando en cuanto me encierra con las piernas. 

Descubro la estrategia al instante, sabiendo que no quiere que me vaya, ni verme tan solo, puesto que tiene miedo de lo que haga. 

La consuelo, dirigido hacia el lado derecho del colchón, sentado en lo que recuesta su cabeza de mi hombro. 

El silencio nos llena, sostenido con fuerza, devolviendo el abrazo que en un segundo le saca el aire. 

Pelea para que la suelte, riendo un poco, alejada al peinar con cariño mi cabellera. 

—Perdón por exponerlos así—digo, a pesar de la molestia en la garganta—. Y perdón por decirte que te amo—Suna me ve extraña, dejando las palmas contra mis hombros.

—No hay problema—emite, viéndome. 

Al menos es buena mintiendo, y no puedo reprocharle por eso. 

—Lo digo porque no... estabas preparada—sigo—. No quiero abrumarte, porque soy consciente de lo que sientes por mí, pero... quiero decir...—Sacudo la cabeza, tratando de formularlo—. Tal vez dudes de eso porque nos acostamos ese día. 

—Pero no lo hicimos una sola vez, Alex.

—Exacto, fue una noche intensa—se suelta, aún sentada en mis piernas—. Por eso creo que no es amor en sí, tal vez enamoramiento o... ayúdame a poder hablar, ¡Dios mío!—Ríe por lo que me causa frustración, alejando la mano de mi cara—. ¿Tú me entiendes?

—Sí—asiente.

—Explícamelo—pido, desganado. 




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