Un hijo para el doctor [#3]

Alex

—¿Es una broma?—Cruza la puerta, alterada al alzar el papel en frente—. Tú mujercita fue quien me hizo daño, ¿y ustedes me notifican a declarar y me ponen una orden de alejamiento?

—Ahora mismo no quiero lidiar contigo, Joriah—me saco la bata y los guantes, tirándolos en la basura.

—¿¡Y cuándo diablos lo harás!?

—¡Acabo de salir de una maldita cirugía y por tu culpa el paciente casi se muere!—Estallo, furioso—. Si estoy dando órdenes o siguiendo las de mis colegas, no puedes entrometerte, ni invitar a los residentes o personas del Consejo, a ver algo como si eso fuera un espectáculo—refuto, duro—. Ni siquiera tenías el permiso de sus padres.

—De todos modos, si no lo mata el corazón, lo hará el cáncer—Cierro los puños, sintiendo la sangre caliente correr por todo mi torrente al mirarla dar un paso hasta mí—. ¿Me quieres golpear? ¿Quieres cobrarte todo lo que alguna vez te hice?—Echo atrás al notar su intento de acercarse, captando la repugnancia que me causa en el proceso—. Era tu novia, tenías que hacerlo conmigo.

—No te costaba nada aceptar que no estaba listo—detallo, entrecortado.

—¿Con ella siempre lo has estado, no es así? Debe ser una de las que venden su cuerpo y la echaron cuando salió "embarazada" de ti—sonríe, burlona en lo que mira algo en su tableta—. Puedo ver que la trajiste con la ginecóloga, ¿será que viene otro bebé de un vagabundo o desconocido?

—Joriah...

—¿Por que yo no?—inquiere, dura—. Necesito que justifiques esto, Alexander.

—Porque me repugnas—siento el golpe adormeciendo todo mi lado izquierdo, lamiendo la sangre del labio por el rasguño de su uña—. Y me llamo Alexandrei—le tiro el resto de prendas, saliendo de allí al tomar la tabla que me entrega mi secretaria, haciendo pasar al primer paciente.

El escenario se repite en mi cabeza las veces que me quedo solo, evitando llamar a casa, solo a la espera de que el día pase rápido.

Cuando pido que pase el último, la mujer me informa que no tengo a más nadie y me sorprende el modo en que he estado trabajando en automático.

El momento se vuelve tan vívido que las lágrimas me salen sin poder pararlas, buscando en el computador la cinta para luego enviarlas al Departamento de Policía.

Ni siquiera me importa lo que suceda, lo único que deseo es sacarla de mi vida.

No sé cómo pude darle una oportunidad.

No entiendo cómo dejé que se metiera donde no debía, creyendo que podría sustituirla.

No es ni la mitad de lo que es Suna y no lo será jamás.

Levanto el teléfono, marcando el número, a pesar de que sé que va a encontrarse raro que la llame.

—¿Tú?—indaga.

—Necesito saber si Suna está embarazada—suspira, cambiando el teléfono a su otra oreja.

—No es algo que debería decirte.

—No es algo que tampoco deberías darle a Joriah—pincho, molesto.

—Ella no está embarazada, Alex, y tampoco le di nada de mis expedientes a tu ex—ataja—. Sé poner las cosas en su lugar, por si no te has dado cuenta.

—¿Y cómo...? Me dijo algo esta mañana.

—Hago reportes de todo y lo privado lo guardo en una carpeta y una gaveta bajo llave—expresa—. Quizás alguien le dijo que trabajé un caso fuera de lo acordado y de ahí supo los hechos.

—Te agradezco la información.

—¿Qué harás al respecto?

—Para eso debería hacer un viaje y no estoy seguro que Suna lo quiera—hablo, pensando—. Tendría que ir solo a casa de mi padre.

—Haz lo que sea necesario—concreta—. Debo volver a mis labores, Patrick.

—¿Y Alfred?

—Debe estar embarazando a alguna de mis pacientes—la broma usual nos hace reír, buscando el número de mi primo, quien aparece antes del llamado, puesto de pie para darle un abrazo.

No es necesario que diga algo, porque siente que algo no está bien, así que me sostiene todo el tiempo que su masculinidad le permite, antes de sentarse en frente.

Como buen chismoso, presta atención a todo lo que tengo para decirle, luego de pedir a cafetería un par de cosas, tal cual, si no tuviera trabajo por delante.

Y entiendo lo despreocupado que es, si al final no tiene a nadie a su lado, está condenado a la soledad y por si fuera poco, hace un trabajo impecable cada vez que es su turno.

—Nunca pensé que fuera tan grave—admite, tocado—. Inyecto dinero en este hospital, así que no va a tener mi aprobación por los próximos cinco años.

—¿Crees que deba contactar ya a la Junta?

—Tu padre debería hacerlo—explica—. Él verá los detalles del caso, si tiene que convocar, estaremos todos ahí y alguien más va a determinar qué pasará con ella.

—Es mi culpa, porque la puse ahí por su despecho.

—Oye, no niego que ha hecho un buen trabajo, solo que ahora ha llegado a un punto demasiado personal, Alexandrei—explaya, firme—. Puedes dar el primer paso.

—Está bien.




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