Un hijo para el doctor [#3]

Alex

—He sabido de la gente que hace un bien por algo y he sabido de quienes hacen algo por un bien—la veo desde el escenario, con nuestro hijo en sus piernas, habiendo llegado a tiempo para expresar el discurso en favor de su doctor—. Drew Hamilton fue uno de ellos, a pesar de que la vida decidió que era tiempo de llevarlo primero... y no es que estemos tan viejos, pero el buen hombre se nos adelantó—expreso, oyéndolos reír al seguir teniendo su atención—. Hoy despedimos a alguien que amó trabajar para las personas, porque nunca supo lo que era que otros trabajaran para él—indico—. Hoy despedimos a quien luchó e hizo bien a la medicina, ganando reconocimientos y algunas veces regaños por haber llegado a conclusiones que otros quizás hubieran ocultado por un bien común.

》Por eso Hamilton no vivía en sitios lujosos, ni tenía la ropa más cara; por eso el Consejo y toda la Junta lo respetaba; por eso trabajaba a su modo, respetando siempre la vida humana y logrando que algunos desahuciados, al menos tuvieran un poco más de tiempo para poder vivir lo que nunca pudieron.

》Desde ya, digo que lo extraño y aunque no utilizaré todos sus métodos poco convencionales, sé que cuando se me hagan necesario, lo recordaré diciendo "—Hamilton lo hubiera hecho con esto y seguro que no estaríamos perdiendo"—los oigo reír—. Nuestros corazones lo llevarán por siempre y hoy, brindamos por su bondad—muestro la copa, que todos alzan, brindando por él, al tomar.

—¡Por Hamilton!—Estiro los labios dejando el espacio al observarlos ponerse de pie, para dirigirse al salón donde hemos de degustar la cena.

Busco a Suna, quien se cuelga de mi brazo, ayudándola a cargar a Aleix.

Él se queja, decidiendo ir delante de ambos al ocupar una mesa de tres, dejando la mía para otras personas, porque no quiero estar cerca de Joriah.

—Buenas noches—la veo alzando el rostro hasta ella, firme en su expresión cuando vuelvo a observarla, listo para lo que dirá—. Me alegra que hayas llegado a tiempo, hubiera sido un desastre que Alfred tomara tu lugar—aún la enfoco—. Y creo que tocaba poner a tu familia en el listado.

—Por eso elegí la mesa de visita—enuncio, claro.

—Era para algún paciente de Hamilton, Alex—musita.

—Ella lo fue, hace...

—Tenía veintiuno—responde, viéndome—. Me atendió por un caso de abuso.

—De acuerdo—forza la sonrisa, viéndome al instante—. Pasen buenas noches.

—¿No se va a disculpar por haberlo golpeado?—murmura, para que solo ella la escuche.

Las facciones se le desencajan, pasando el trago al oír el suspiro.

—No—afirma, dura, dejándonos solos al verla con la ceja en alto.

—Eres un gallito de pelea—emito, sacudiendo el rostro.

—No la soporto—confiesa, hastiada.

—Yo no necesito que se disculpe, eso no me cura nada—atajo—. Tus besos sí me ayudan a sanar—rueda los ojos, sonriendo al saberla ruborizada, aunque no se le note demasiado.

—¿Aquí se pide con alguna carta?—Pregunta, haciéndome reír.

—¿Qué quieres que te traiga?—Suelto los brazos, gustoso—. Soy tu chaperón ahora—la hago sonreír, atento a lo que me dice, tomando la orden mental para ir por lo que quiere.

Reviso que todo esté en orden y pruebo antes de llevarle, cargando otro plato para Aleix al volver con ellos.

El tiempo juntos nos hace bien, buscando un asiento para el niño que decide probar por su cuenta, sin que nada nos afecte al salir antes de los demás.

Acomodo su cinturón al saberla entrar, yendo luego con Aleix para ponerle seguridad, mirando que se le cierran los ojos en algunas ocasiones.

Estuvo corriendo entre las mesas un rato, además de que su tío Alfred le dio carrera, agotando toda la energía que llevaba acumulada.

Aparte de eso, tuvieron conversaciones de niños grandes, así que entiendo que también le pueda pesar la cabeza de cansancio.

—Descansa, hijo—despido al dejarle un beso en la frente, dando la vuelta para tomar el asiento del conductor.

—¿Tienes un minuto?—Suspiro, evitando que Suna salga para ir a hablar con ella—. Sé que te vas a casa, pero quisiera que al menos llegues a las horas indicadas a tu trabajo, Alexandrei—pide, evasiva en lo que se cruza de brazos, notando que eso realza sus pechos.

Sacudo la cabeza por su extraño coqueteo, pasando las manos por mi frente al enfocarla de nuevo.

—Tengo una familia que ahora depende de mí, por eso no he podido organizarme, Joriah—explayo, firme—. Estaré haciendo turnos desde las diez de la mañana, durante unas semanas—emito—. Voy a tomar vacaciones y creo que es importante que lo sepas, para que no ocurra algún problema entre nosotros—apunto—. De hecho, en todos estos años, no he tomado el tiempo que me corresponde.

—Y lo entiendo, por eso no pondré mucha resistencia—declara, sintiendo que eso no es lo que esperaba—. Mañana hablamos sobre eso, puedes irte.

—Sí, ya me iba—emito, volviendo al lugar en lo que doy reversa.

Tomo la palma de Suna por lo que se abre en mi interior, supervisando a Aleix de vez en cuando al dejar el lugar lo más rápido que puedo.




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