Un hijo para el doctor [#3]

Suna

—No te dije que podías entrar—enuncio al sentir su presencia, aunque no entra conmigo a la bañera. 

—Me pediste la toalla—ruedo los ojos en lo que sigo limpiándome, sin abrir el grifo—. Y tenía que hacerlo, de todos modos—dejo la pierna, alzada al ver su silueta moverse. 

—¿Para qué? Podías dejarla sobre la tapa—recalco, dándole el frente a la llave.

—Es que quería hacer esto—amplío los ojos por lo cerca que está, dejando que nos moje al meter sus manos en mi cabello—. ¿Te puedo dar la vuelta? 

—Este escenario no me espanta—confieso, al sarle el frente, lo que hace que me levante y cierre mis piernas en su cintura. 

Alexandrei guarda silencio, pasando la palma por mi rostro de manera suave, subiendo sus labios por mi rostro hasta besarme, fundido para que quede a su altura. 

Pega mi espalda de la pared, cerrando luego que el jabón ha desaparecido, tratando de no olvidar los hechos por lo que hace.

—Estoy enojada contigo—admito, tirando de su cabello de solo recordar lo que le hizo, apartando el rostro al caer en cuenta de eso. 

Me está preocupando la situación. 

No estoy siendo demasiado clara.

Me estoy abriendo lo suficiente para que note las cosas que me hacen vulnerables y eso, es una desventaja.

Ahora no sé cómo detenerlo, aún si en el fondo no deseo romper el vínculo por la esperanza que cree que a su lado, nunca habrá daño. 

Pero sí lo ha habido y lo hay, lo que no sé es si lo habrá en el futuro, que podría hacer que lo cambie mejor ahora en el presente. 

—Vuelve—hace que lo mire, pasando el trago amargo—. También estoy enojado conmigo, sunshine.

—Bájame—lo hace, respirando al normalizar mi sistema, pegando los pies en el suelo, atenta a su rostro y lo que hay en él.

—Sun—cierra los ojos al quejarse despacio por el dolor en el sitio, pasando los dedos por los que le dejó marcados, atenta a ese rasguño en su pómulo. 

Hago que baje la cabeza, besando el labio que le rompió en lo que succiono, quitando la huella de esa imbécil que lo golpeó. 

Mi boca se mueve por cada lugar y mi lengua lame la larga marca en lo que me pega hacia él como reacción, rozando su entrepierna conmigo. 

—Ponle una denuncia—sus hombros se ponen rígidos al oírme, buscando su mirada. 

—No quiero hacerle daño—decide.

—Ells te hizo un daño a ti, Alexandrei—rechino, mientras se aparta, poniendo distancia por el rumbo de la conversación. 

—Solo fue un error, Suna—mi expresión cambia a una de exaspero, dejandole en claro mi molestia. 

—Tienes el labio roto, te dio un empujón y ese rasguño...—farfullo, pasando mi dedo por ahí—. ¡Joder!

—Bueno, tampoco eres la mejor para hacerme entrar en razón o algo. 

—¡Eres un estúpido!—Chillo, ofendida por cómo se atreve a compararme, abriendo la boca y cerrándola en lo que ladeo la cabeza—. ¿Sabes qué? Tienes razón. No soy la mejor—acoto, pensativa—. Y tampoco debería de meterme en tus decisiones, así que haz lo que quieras con tu vida. 

—Sun—quito sus manos de mí, haciendo que eche atrás, consciente que la acaba de embarrar. 

—Déjame tranquila—pido, a nada de salir de allí—. Y no me toques más. No quiero seguir hablando contigo.

—Pero no te he dado las gracias—resoplo, cubierta por la toalla a la salida, hundiendo los hombros al enfrentarlo. 

—¿Por qué?—Me encojo, furiosa—. ¿Por hacer lo que te puedes evitar?—Enfrento—. No me des las gracias por usar la misma violencia que ella usó en tu contra—Alex me ve, oyendo que traga al aceptarlo, sabiendo que no daré mi brazo a torcer.

—Está bien—cede, bajando la guardia al seguir de pie, mirando el suelo. 

—¿Pero sabes qué es lo que más me molesta?—Enarca la ceja, notando que quiero seguir, aún contradictoria—. ¡Que no quiero que te pase nada malo!—confieso, bajito y emocional, lo que no me gusta, aunque no lo puedo controlar—. Nunca había tenido una actitud como esa y a ti no te importa, pero a mí sí, porque tenemos un hijo y yo estoy sola—me cruzo de brazos, dándome consuelo—, así que cada decisión que tomemos, debemos pensar en nuestro hijo—inspiro, pasando la mano por mi rostro al captar la sensación de lágrimas—. Eso es lo que quiero que entiendas—me inclino hacia delante, libre por lo dicho al notar que un peso enorme sale de mí. 

Es algo extraño porque no esperaba ser tan sincera, el punto es que no puedo escapar de él, ni de su presencia. 

Es como si me obligara a dejar todo allí, de una vez por todas, puesto que no quiero seguir cargando con eso. 

Ya no puedo. 

—Te entiendo, Suna, pero no esperaba tampoco lo sucedido; Joriah es la directora del hospital—sopesa, haciéndome participe de la realidad, tomando aire—. Pensé que venía por el trabajo, no que haría algo así.

—¿Y tiene más poder que tú?—Susurro. 

Alex niega, cruzado de brazos. 

—En lo absoluto.

—Entonces hay algo más—afirma en un movimiento, mirándolo de lleno—. ¿Qué pasó?—Sorbo la nariz, sentada por fin en la tapa del retrete. 




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