Un hijo para el doctor [#3]

Alex

Cierro la puerta de la habitación, mirándola caminar hasta la sala en lo que inspiro, preparado para enfrentar la situación.

Ni siquiera sé cómo se le explica a un hijo que hay gente mala alrededor y que esa supuesta tía, es una de ellas, pero creo que ver a Suna hacerlo despacio y con palabras de su vocabulario, me ha ayudado a ver otra parte del asunto.

Una extraña, llena de protección, que se ha asentado en la boca de mi estómago al no querer que eso pase de nuevo.

Suelto al saber que su madre pudo dormirlo, me acerco a donde está, pasando la saliva hasta lo hondo.

—Tenía que ir a declarar y lo olvidé por completo—menciona, de pie—. ¿Sabes qué, Alex? Empiezo a arrepentirme de buscarte—parpadeo, evitando el paso hacia ella—. Creí que eras un lugar seguro, no para mí, porque no lo necesito tanto, pero sí para nuestro hijo—exhibe, firme.

—No sabía nada sobre ella.

—¿Y aun así la pusiste como directora de tu hospital?—Demanda, dura—. No quiero entrar en pánico, estoy luchando por no caer en un bucle de nuevo, solo que me doy cuenta que no estamos seguros y no sé qué hiciste para que yo no tuviera que ir a la policía.

—Lo necesario para que no te perdieras otra vez ante esa gente—contesto, firme—. Llamé a Altair.

—¡Y ella vino aquí! ¡Estuvo aquí! ¡Vio a Aleix y volvió a pisar este lugar!—ruge, molesta—. Espero que no te vuelvas a cuestionar si seguimos juntos y decido no volver a estar contigo o a tener otro bebé; no pasaré por esto dos veces.

—No te lo estoy pidiendo, estás en todo tu derecho—susurro—. Perdón por no saber cuidarlos bien, no tenía idea tampoco de que ibas a volver.

—Me estás culpando.

—Por supuesto, aunque yo elegí esta posición; he decidido ser tu hombre y su padre, a pesar de lo que pasó—resalto—. Tú no estabas con nadie, pero te fuiste y por primera vez en mi vida, me dejaste la sensación de que estaba solo.

—Pues no eres el único que se sintió una porquería esa noche—retumba, al estar más cerca—. Siempre me sentí inferior ante Emily y te atreviste a llamarla a esa noche, después de haberme hecho tu mujer; porque sigo siéndolo desde ese momento y se sumó a la ecuación, ser la madre de tu hijo—refuta—. Ni siquiera querías un bebé.

—No—la voz se le hizo grave, fijando sus ojos en ella—. Y no quería llamarla en ese momento, le quería hablar de ti—sus ojos centellearon al atraerla, tomándola del hombro al acariciar sus mejillas—. Voy a resolverlo, te lo prometo.

—Solo hazlo, no me prometas nada—pregona, soltando el aire al negar—. De todas formas, yo debería resolver lo de la denuncia.

—No es necesario, por ahora—niega, decidida.

—Quisiera una orden de alejamiento, si no puedo denunciarla por allanamiento de morada—exhala—. No tengo ese derecho, es que yo ni siquiera tengo nada, Alex—detengo sus movimientos, posando las palmas en su rostro.

—Tienes Nacionalidad, eso es un gran paso—la hago reír, abrazada en lo que se oculta en mi pecho, inspirando mi olor para tranquilizarse más.

La estimulo, masajeando su espalda en lo que me retiene desde la cintura, liberando sus hombros a la vez que nos conduzco a la cama.

La siento, sacándole el calzado y las prendas, recostada en el colchón al declinar de la bata que le paso.

—Fue divertido ayudarte—emite, al sentarme, sin ocupar del todo mi lado.

—¿No tienes hambre?

—Se me cerró el apetito—confiesa.

—Cuando quieras practicar otra vez, avísame—me recuesto del lado derecho, acercándola de pronto hacia mí.

—La luz—resoplo, de pie al ir al pasillo, apagando todo en cuanto traigo un vaso de agua por si es necesario.

Libero el aire al regresar, mirándola boca arriba, cerca en cuanto aprovecho a hundir las rodillas en el colchón, yendo hacia ella.

Beso su frente, obteniendo su mirada al buscar sus labios, solo que no me dejo ir muy rápido porque no parece muy convencida, aceptando que no quiere en el susurro que me da.

Giro en mi sitio, rodeada desde la cintura para inspirar el olor de su cabello, cómodo al también sentir sus hebras.

—Alex—llama, consciente que no tiene nada de sueño.

—Escucho.

—La verdad, tengo menos miedo de ella y más miedo de ti—atisba, buscando que la retenga más—. Porque no quiero perderte ahora que te tengo conmigo—habla, captando la tensión que le da abrirse a los sentimientos—. Y Aleix te necesita mucho—su voz se quiebra, bajito.

—Lo sé, no me vas a perder, Sunshine—formulo, claro—. Yo los necesito a ambos, te lo juro.

—Dime que es verdad—voltea, mirándome con fijeza.

—Siempre los he necesitado—musito—. Te necesito y necesito a Aleix—escucha, tocando mi mejilla—. Haré que termine.

—Por favor—pide, tomando sus manos para besarlas.

—Si todo termina con ella, ¿te animaría ser la directora del hospital?—Suna me ve, sorprendida en lo que pone el peso sobre su brazo.

—¿Hablas en serio?—Asiento, al mantener su expresión de asombro.




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