Un hijo para el doctor [#3]

Suna

Despierto con una mano sobre el torso de un hombre que respira de forma lenta.

Estoy atajada en sus brazos, lo que impide que pueda moverme de una forma en que pueda sobresaltarlo o que me encuentre alterada.

Subo la cabeza luego de ver mis hebras constrastarse con su piel.

Su Nuez de Adán me recuerda lo mucho que la vi la noche pasada, buscando residuos de la muestra que pude dejarle con mis manos.

Trato de ignorar las alertas en mi sistema.

El modo en que el pánico quiere abrirse paso, queriendo dominarlo por más tiempo, necesitada de descanso por una vez en la vida.

Muevo la palma y la sensación caliente, de presión que ha estado sintiendo, desaparece.

Por lo mismo, gruñe por lo bajo, elevada mientras le quito la sensación picante de mi cabello.

Trato de levantarme, tirando de la sábana, aunque termino por elegir una prenda al azar con la que me cubro, aún sentada.

Puedo estar de pie, no siento ninguna molesta, solo no quiero sentir lo que pasó con cada paso que dé.

Es extraño.

Lo contemplo, pasando la vista por su extensión corporal, aceptando que no estoy arrepentida.

No sé si alguna vez podría estarlo.

A pesar de lo que pasó, no he dejado atrás el hecho de que siento lo mismo por él y la razón por la que regresé, fue porque sentía que lo había superado.

Que mi hijo necesitaba un padre, antes de que yo necesitara un hombre a mi lado.

Bajo la vista, subiendo la tela para cubrir su pecho, apretando la bata que llevo puesta.

Camino hacia el pasillo, verificando que Aleix de encuentre bien, recostada del umbral.

Duerme como un bebé.

Como muchas veces quise que durmiera cuando estaba pequeño y me inquietaba el hacerme cargo de él.

Mantengo la brecha abierta, cruzada de brazos al pasar la saliva.

Las lágrimas caen de mi rostro en el segundo que dejo de controlarlas y la marea se abre paso para acabar conmigo.

Mi sistema nervioso dispara la ansiedad, la culpa y el pánico me objeta lo que hice.

Lo dejé estar conmigo anoche.

Le di oportunidades que aprovechó, por encima de cualquier cosa.

Lo mismo hice porque lo quería, porque no dejé que me gobernaran cuando quisieron salir a flote.

No sé por qué he desarrollado tanto repelús a ese día.

Ahora mismo también intento ignorar que en unos momentos no hubo protección y que por más que tomé esa pastilla, la idea de salir embarazada si no hace efecto, me llega a revolver.

No deseo pasar por eso de nuevo.

No quiero atravesar una nueva maternidad qud ni siquiera he completado.

Tampoco anhelo parir por segunda vez.

Experimentar ese proceso fue terrorífico y en serio, no me lo deseo de nuevo.

Trago saliva, saliendo al balcón sin despertarlo.

Intento que el resplandor no ocupe la sala, sentada en una de las sillas que rodean esa mesita.

Inclino el rostro hacia delante, procesando lo sucedido, lo que asumo como responsabilidad.

Busco hacer una tregua con mis emociones, soltando los brazos para ver la forma en que mis manos tiemblan.

Cierro los ojos, dejando la brisa golpear de forma sutil mi cuerpo, calmando despacio mis sentidos al captar el sol de la mañana abriese mejor paso en el cielo.

Por fin puedo abrazarme, buscando una sensación más cálida que recibo en mis hombros, luego de unos minutos, viéndolo tomar asiento a un lado después de besar mi frente.

El gesto se queda pegado en el sitio, reaccionando de muchas maneras al reconocerlo, sabiendo que si esto sigue así, podría obtener más de él, pero también voy a colapsar de seguir así.

Necesito ayuda con esto y estando a su lado, no voy a resolver las cosas.

—Buenos días, Sunshine—habla, despacio.

—Hola, Alexandrei—carraspeo, viendo su ceño fruncido al oírme.

—¿Qué sucede?—Niego, repetitiva—. Suna—estiro la mano que busca la suya, recibiendo el apretón—. Está bien, estoy contigo.

—Me hiciste tanta falta—la voz se me quiebra, llorando—. No quería alejarme, pero fue la forma en que pude protegerme de ti y yo creí... creí que podría, ¿sabes? Y me di cuenta que nunca fui tan fuerte, nunca lo he sido—susurro, empapada—. Sé que fue un absurdo lo de Emily, reconozco que no la veía como una competencia hasta que tuve sentimientos que no sabías y no ibas a poder adivinar, ni corresponder; mi orgullo me trajo a esto y lo perdí al buscar tu ayuda en el hospital—tiemblo, todavía bajo su sostén—. He sido muy injusta y muy dura contigo, Alex.

—Es que no hice lo que se supone que otras esperan del hombre—farfulla—. No te busqué bien, no fui insistente.

—Fue una noche...

—Y esa noche significó bastante, Sun—levanta mi mentón, puesta en frente—. Pude haberte encontrado con ayuda profesional y solo... por como te fuiste, mi orgullo también me cegó.




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