Un hijo para el doctor [#3]

Suna

Debí haber pensado mejor las palabras antes de decirlas.

Ahora Aleix no parece muy seguro de lo que intento explicarle.

No comprende cómo puedo estar con su padre y no hacer hermanos, si estuve con él una vez y apareció.

El problema es que no puedo decirle que lo suyo fue un embarazo no planeado.

No está listo para saberlo y no quiero afectarlo de nuevo.

Ya es difícil poner palabras llanas delante de un chico de su edad.

Ahora mismo me cuesta decirme las cosas, al igual que aceptarlas.

Eso pasa con él, pero en la explicación que le hago, donde debo poner un ejemplo sobre barreras invisibles que cuidan de un embarazo.

No estoy segura de que lo haya entendido, sin embargo, ya metí la pata en esto.

—Yo creo que tu padre te lo puede explicar mejor—enuncio, limpiando la meseta.

—¿Porque es Doctor?—Ladeo la cabeza, asintiendo.

—Seguro—indico—. Y porque él me embarazó—pienso añadir, pero no lo hago para no causarle más daño.

—Mamá, te ves mejor—lo observo en el instante, analizando sus palabras durante unos minutos.

—¿Cómo?—Pregunto, más para mí que para él, aunque me sorprende que me tome del rostro, sintiendo la caricia de sus manos.

—Como tranquila—susurra—. Antes te veías más desesperada—sus palabras remueven algo en mí.

Algo nuevo que no puedo explicar, pero me ayudan a comprender lo mucho que estuve necesitando este espacio de paz.

No importa que la situación no esté del todo bien o que ambos nos encontremos a dos órdenes de restricción de esa mujer.

Sé que él no puede cumplir del todo con eso, porque trabajan juntos.

Lo menos que puede hacer, es alejarse o tomar en cuenta no encontrársela durante las horas que tenga que estar ahí.

—¿Quieres salir? ¿Dar un paseo?—Lo miro, sonriendo.

Admito que me da pavor pensar en salir sola, sin embargo, aún tenemos al grandote a nuestra disposición.

Orlay puede quedarse y cuidar de la casa, aunque no creo que este lugar necesite supervisión.

De todos modos, no puedo invitarlo, él debe hacer su trabajo.

Como yo no tengo uno y ahora mismo no sé qué hacer, tomo la decisión de ir por aire fresco.

Es una buena oportunidad para que Aleix se sienta más acorde al mundo, aparte de que no quiero que siga encerrado.

No nos ha favorecido y yo estoy cansada de ocultarnos.

Abro la puerta, habiendo dejado a mi hijo correr a su habitación, en búsqueda de una chaqueta para la salida.

Además, quiere llevar otros zapatos y como dice que ya es un hombrecito, me pidió dejarlo solo.

—Orlay—él gira, dejando de ver su teléfono—, vamos a salir un rato; me gustaría que llames al grandote para que nos acompañe.

—Sí, señora—ruedo los ojos.

—Solo Suna, Orlay—bufo, viendo su negativa en el llamado.

Sonrío, abriendo los brazos cuando mi chiquillo viene hacia mí, saltando al estar bajo ese jacket contra el frío.

—¿Y tu abrigo, mami?—Estiro los labios, sin poder dejar de sentirme tan bien al oírlo.

Tenerlo fue una odisea.

Una batalla de decisiones, que desaparecen de mi vida cuando lo escucho hablar así.

Cuando nada hace que quiera huir o pensar que soy una mala madre.

—No lo necesito—mira hacia el ventanal, volviendo a mí—. Te preparo un termo con la leche.

—¿Y si no quiero?—Poso mis ojos en él, sorprendida al dejar de buscar en los gabinetes—. Vámonos—encoge los hombros, dejándome sin habla durante un rato en el sitio.

Paso la saliva, recostada de la nevera en ese abrazo que hago de forma instintiva, inspirando hondo para no caer de nuevo.

Es que no me esperaba eso, ni siquiera creí que llegaría el día en que iba a escuchar algo así.

Supongo que ya es tiempo, solo me pregunto, ¿qué haré con todo lo que guardé para él?

Cierro los ojos, apretando mi piel al contar en voz baja, queriendo salir de ese trance incómodo.

Vuelvo a inspirar, escuchando a mi hijo hablar con alguien, solo que no puedo verlo, porque no sé cómo enfrentar esto.

Una mano se posa en mi hombro, dando un respingo al alejarme, apenas abriendo los ojos para descubrir al enorme ser frente a mí.

—¿Señora, se siente bien?—Niego, apartada al sostener de espaldas el granito.

—Llama a Alex—pido, desbocada.

—¿Mamá?—Hiperventilo, apretando mis sienes.

—Dile a Orlay que se lleve al niño—emito, flaqueando mis piernas al oírlo hablar, sosteniéndome.

Ni siquiera me doy cuenta cuando he perdido la noción del tiempo.

La realidad hace que vea el techo, buscando a los demás, para descubrir que estoy en un cubículo.




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