La bella Iris se probaba aquel camisón de seda como si fuera lo más bello que sus manos hubieran tocado. Era tan fino, tan lejos de lo que ella pudiera jamás permitirse… Fue por eso que, sin pensarlo demasiado y como un capricho de una vez en su vida, se lo colocó.
Estaba admirándose en el espejo, cuando de repente alguien entrando sin previo aviso a la habitación hizo que voltee enmudecida, cubriendo las partes que el camisón apenas si conseguía tapar.
No tenía nada para decir ni objetar, allí ella era la culpable. Así es que guardó silencio conforme su mirada se clavaba en cada parte de su cuerpo. Sus ojos se hallaban oscurecidos y de su boca no salía palabra. Fue así hasta que se acercó a ella. Tan cerca. Tan irresistible.
—He venido a consumar la noche de bodas.
Iris estaba a punto de responder y suplicar que le perdonara por su vida debido a su atrevimiento, ya que estaba encubriendo la escapada de su ama y encima usando su ropa. Pero, no le dio tiempo a decir nada, cuando sus labios se estamparon contra los suyos, tan mordaz, tan hábil y tan cruel, que se le olvidó por completo quiénes eran. No pudo evitar sentirse débil, sentirse mujer frente a él, aunque era el rey y ella una simple sirvienta.
Quizás era un pecado. Quizás no era lo correcto. Pero allí ese “quizás” no importó para nada.
¡Bienvenidos sean todos a esta bella y enredada historia!
La he empezado hace poco, así que está en continua construcción y remodelado. Me encantaría poder saber su opinión acerca de la historia. Todo suma. Y, si les ha gustado, entonces voten y regálenme unas lindas palabras para animarme a seguir escribiendo, que no siempre es fácil.
Ahora sí, a continuación, el primer capítulo: