Un hijo para el rey

Capítulo 6

Evonny se encontraba desencajada, sin expresión alguna en el rostro. Pareciera que estuviese vacía, como una muñeca rota a la que han pisoteado sin razón. Sin duda, así había hecho el rey al no haberse presentado en el altar, sin siquiera dar un aviso apropiado para evitar el bochorno que la pobre señorita debía enfrentar con entereza.

Para la situación, lo estaba haciendo muy bien, ya que cualquier otra estaría llorando, gritando o pataleando. Pero, para la señorita Evonny, aquello no era posible, no entraba dentro de sus posibilidades tener una reacción como esa. Así es que, con toda la educación que había recibido, tantos años aprendiendo modales y a ser correcta frente a los demás, sonrió ante su exaltado público.

—Lamento haberlos hecho venir aquí de gusto. Al parecer el rey ha tenido algo más urgente que atender que su propia boda —masculló con esfuerzo.

La escena era desdichada. Ver a una mujer sola en el altar, vistiendo un largo y acampanado vestido, el que había estado perfeccionando con modistas para verse lo más bella posible; los arreglos florales excelsos, dejando una fragancia dulce y deliciosa en todo el gran salón; y los cuantiosos invitados murmurando chismes que corrían con gran velocidad en el lugar.

Sí. Internamente, Evonny deseaba matar al desgraciado que la había forzado a ponerse en vergüenza. Ella, que era la hija menor del duque, estaba siendo avergonzada de la peor forma. Nada podría recomponerla de aquello. Había sido demasiado.

Estaba por agregar algo más para retirarse a sus aposentos, pero no pudo. Con la mayor entereza que logró conseguir, se retiró del lugar con la frente en alto, luciendo como la más bella novia que el rey podría pedir. Sus adornos en el cabello brillaban, al igual que sus finas joyas, haciendo que todos suspiraran.

Sin duda, era una pena. Nadie entendía por qué el rey no había asistido.

Iris observaba a su ama conforme atendía cada orden que le daba. Eran secas y hasta sin el normal hastío que impregnaba su voz. Esta vez se encontraba débil. Incluso, sintió tanto dolor por su señorita, que se encargó de muchas labores extra que quizás la harían feliz. Pero no fue así.

Ya era de noche y aún Evonny no podía irse a dormir. No había querido comer nada y no quería moverse de su habitación, teniendo en su cabeza la escena de ese día repitiéndose vez tras vez, cómo se sintió… Y estaba harta. Encima, nunca había sido capaz de poder siquiera reunirse con el rey o tan solo verlo. Las excusas eran muy variadas, pero era obviado que era porque el rey no estaba demasiado interesado en casarse y procrear, como sí lo estaban los miembros del consejo.

Los pensamientos iban y venían, haciendo que la tormenta sea cada vez más y más grande, conforme la joven señorita contemplaba un nuevo plan que sería muy peligroso. Podría decirse que se trataba de un mero capricho, pero era mucho más que eso. Quiso, por primera vez en su vida, tener algo de aventura, de sentirse bella y deseada, de correr un riesgo. Fue por eso, que observó a Iris con un brillo en los ojos.

—Iris, quiero que hagas algo por mí.

—Sí, señorita —respondió sin demora.

—Es algo con lo que no quiero que hagas preguntas, solo que obedezcas —apuntó con precisión, tratando de probar a su joven sirvienta.

—Como usted ordene.

Al ver su sumisión, Evonny se dejó convencer para confiarle aquellas tareas a su nueva sirvienta. Habían pasado ya cierto tiempo juntas, pero no el necesario para pedir cosas que pudieran llevarte a tu muerte. Sin embargo, luego de lo de la señorita Winfer algo quedó pactado entre ellas.

—Quiero que ensilles un caballo y sobornes a los guardias para dejarme salir del castillo.

—Pero, señorita, son las diez de la noche —apuntó la joven, enfureciendo a su ama en medio segundo.

—¡¿Qué es lo que te dije?! —exclamó antes de abofetearla.

Había sido con suavidad, pero lo suficiente para darle vuelta el rostro a la pequeña Iris, quien terminó observando el suelo del otro extremo de la habitación. Entendió entonces que no debía meterse. Si su ama deseaba algo, ella debía solo seguirla. A fin de cuentas, con lo que le pagarían allí y su reputación como sirvienta quizás hasta podría traer a su madre consigo. Solo tenía que aguantar un poco más, ser paciente ante su caprichosa y malhumorada ama.

—Lo lamento, señorita —se excuso con la cabeza gacha cual cachorro—. Enseguida haré los preparativos.

Sabía, a pesar de solo ser una sirvienta, que aquello que estaba pensando hacer era algo muy grave, algo que podría implicar la muerte de toda la familia de los Evonny. Quizás se trataba de una aventura amorosa, que fue lo primero que se le vino a la cabeza a Iris. Pero, estando despechada luego de ser abandonada en el altar, también entendía su motivo para estar tan furiosa y fuera de sus casillas.

Aquella hora transcurrió con mucha rapidez, donde Iris ensilló un caballo como se le había sido pedido, sobornó a los guardias con algo de dinero de la señorita y la preparó para lo que fuera a hacer fuera del palacio, lo que intuía que no sería nada bueno. Así, solo ultimaba los detalles de la vestimenta de su ama, que consistía en un vestido sobrio y un abrigo verde musgo con capucha, el que ocultaría su presencia. Aunque, esto era un poco difícil.

—Listo, creo que ya estaría todo —habló para sí misma la señorita—. Solo faltaría una cosa. Iris —llamó—, debes quedarte aquí y dar alguna excusa en caso de que alguien venga a llamar a mi habitación. ¿Lo entiendes?

Con premura, luego de la bofetada primera que le había dado, Iris respondió de forma afirmativa, sin dejarle lugar a la duda.

—No deberás moverte de esta habitación por nada del mundo —ordenaba, siendo secundada por la obediente sirvienta que asentía con rapidez—. Ni aunque venga el mismo rey le dejas entrar, ¿de acuerdo?

—Se lo juro, mi señorita, nadie entrará a esta habitación en su ausencia.



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En el texto hay: romance, embarazo, rey y sirvienta

Editado: 21.12.2024

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