Un hijo para mi ex

Capítulo 2. Doctor

Sᴀᴠᴀɴɴᴀʜ Pᴇʀᴋɪɴs

 

 

—¿Por qué te niegas a ir? 

Muerdo la manzana que me ha traído mi hermana, he evitado salir de casa durante los cuatro meses que han pasado. Dice que me veo fodonga, mal arreglada y que mis uñas ya parecen garras de bruja. 

Es bastante buena en bajarme el ánimo, la verdad. No quiero salir a la calle porque es obvio que no quiero tener la mala suerte de toparme a Caleb y que me vea así; muy embarazada. 

Él no lo sabe y no pienso decirle, tampoco lo sabe la alcahueta de su madre y pues sus otros familiares peor. He salido una vez por mes a hacer las compras y a la cita mensual, he cubierto mi cara y mi cuerpo para que nadie me reconozca. 

—Simple, ahí estará Caleb. 

—Por favor, Savannah. Ya han pasado más de cuatro meses, superalo ya. 

—Es muy fácil para ti decirlo porque no estuviste cinco años casada y te piden el divorcio el mismo día que te enteras de tu embarazo. —diciéndolo así suena aún más triste. 

—Por favor, Caleb no es el único hombre con pito sobre la tierra. Puede ser muy guapo y todo pero hay más —bufa —Por cierto, me han contado que no sale de su departamento, se la vive encerrado ahí. 

—A lo mejor él también está ocultando un embarazo —me río.

—A lo mejor —ríe conmigo —Ahora ponte de pie y vamos a caminar que bastante bien te hace. 

Ya que. 

No va a deje de insistir porque tiene un doctorado en siempre salirse con la suya. Me pongo mis zapatos más cómodos y mi bote con agua, salimos de la casa cinco minutos después. 

—¿Estás segura que no encontraremos a nadie? 

—Segura no estoy, pero joder mujer. No les debes nada a nadie, si te ve no sabrá qué estás embarazada. Ni siquiera se te nota. 

En eso tiene razón, con mi ropa holgada que además es muy cómoda, no se me nota que esté embarazada lo cual es una ventaja muy grande. 

Andamos un par de cuadras mientras hablamos de su trabajo y cosas así, mi hermana es diseñadora de modas y yo soy enfermera. No me había graduado cuando me case, hasta tres años después. 

—Te dije —gruño—Mira quien esta allá. 

En una banca a unos pasos de nosotros, yace Caleb con una mujer. Está muy bien acompañado tal parece, es una pelirroja de cabello rizado y alta. 

—Solo están hablando, Sav. 

—¿Será ella su amante? Por la mujer que se divorcio de mí. 

—Y qué rayos importa quien sea, no le des más importancia. Tienes que sacartelo de la cabeza y del corazón, él lo hizo contigo. 

—No es tan fácil. 

—¿Aún lo amas? 

—Estuve casada cinco años, claro que lo amo, me casé por amor no por su dinero. 

—Él no te valoro, hermana. Ya encontrarás a alguien mejor. 

No sé si encuentre a alguien mejor, pero ojalá. 

Pasamos de largo, ellos no nos ven pero nosotros sí. La mujer es bella, no puedo negarlo, es hermosa. Lo cierto es que Caleb jamás ha tenido mal gusto. 

Llegamos a casa después de media hora, mi hermana tiene que irse después de recibir una llamada del trabajo. Solo tres minutos después de que se va, tocan a la puerta, habrá olvidado algo. 

—¿Qué se te olvidó ahora? — abro la puerta. 

Error. 

—Hola, querida Sav. 

—Suegra…perdón, exsuegra. ¿Qué hace por aquí? No me avisó que iba a venir. 

—Quería que fuera una sorpresa. —entra sin ser invitada—¿Estás sola? 

—Si, estoy sola. Si busca a su hijo…

—Oh, no. Ya se que Caleb no esta aquí, él me ha contado todo ya —se sienta. Rayos, quiero que se largue. —Me comentó que ya no estan juntos. 

—Así es. 

—Que habrás hecho para que el te pida el divorcio ¿he? una buena mujer sabe retener a su marido, mírate. En cinco años no pudiste darle un hijo, ¿es que acaso no pensabas hacerlo papá? Los hijos son una base fundamental de la familia. 

Pero qué basura saca esta mujer, Dios. 

—Se equivoca, señora. Los hijos son deseados, no una obligación, y si no quise tener un hijo fue mi decisión, total es mi cuerpo y mi tiempo. No creo que usted lo quiera mantener. 

—Comprendo muy bien porque te dejo Caleb.

—Entonces no entiendo que hace aquí. 

—Está casa es de los dos, por lo tanto también tengo derecho a venir. Recuerda que se las dimos de obsequio de bodas pero al no tener ningún hijo que los una —chista—Tendrás que abandonar la casa. La vamos a vender. 

—¿Caleb está de acuerdo con esto? 

—No, él no sabe nada. Pero tú eres muy orgullosa y berrinchuda ¿no? Entonces no tendrás problema en salir lo más pronto posible de aquí. Cuánto antes, mejor. 

—Mañana mismo la casa estará vacía. 

Sonríe poniéndose de pie. 

—Me alegro que entiendas. Y por favor, deja de perseguir a mi hijo. Siempre supe que él era demasiado hombre para ti. 

Se retira dejando aquel olor a su fino perfume de París. 

Nunca me trago y ahora pues menos. 

¿Dónde carajos voy a vivir? Puedo rentar un departamento en el mismo edificio donde vive mi hermana, pero tendría que buscar un empleo para mantenerme. Ojalá alguien quiera contratarme con cuatro meses de embarazo. 

Maldita sea, Caleb me dejó arruinada. 

    ***

—Doctora, vi el cartel que está afuera. 

—¿Cuál? 

—Él que dice que se está contratando personal. 

—Oh si, es de Nathan. ¿Piensas buscar empleo? 

—Si, necesito pagar la renta del lugar donde estoy viviendo. 

—¿Qué pasó con tu casa? 

—Ya no es mi casa, la mamá de mi ex dijo que les pertenece y bueno, no quería discutir por ello. Lo que menos quiero es toparme con mi exesposo. 

—Esa casa le pertenece a tu bebé y a ti. Debiste pelear, Savannah. 

No quise hacerlo porque sabía el estrés que me llevaría. 

—Prefiero estar lejos de esa familia. 

—Bien, te paso el contacto del doctor. Es mi amigo, vale. Te puedo recomendar con él, me dijiste que te graduaste de enfermera. Es justo lo que él está buscando. 

Es un verdadero milagro. 

—Gracias, doctora. Le llamare esta misma tarde. 




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