Sᴀᴠᴀɴɴᴀʜ Pᴇʀᴋɪɴs
Me limpio las lágrimas y de repente están tocando al vidrio de mi ventana.
Lo bajo enseguida al ver de quién se trata.
—¿Todo bien?
—Sí, todo está está . ¿Por qué lo preguntas?
—No lo sé, tal vez porque te vi llorar.
Que vergüenza.
—Si, tonterías. Ya sabes, con el embarazo todo es más sentimental. Iba ahora mismo hacia la clínica.
No iba hacia allá, seré sincera, olvida que tenía la cita para el empleo. No puedo darme el lujo de perderlo, tengo la ventaja de conocer al doctor.
—Entonces vamos, llévame.
—¿En serio?
—Sí, iba hacia allá pero mi auto se averió.
Patrañas.
—Vale, sube.
Unos segundos más tarde esta subiéndose al auto, se pone el cinturón de seguridad y me mira.
—Entonces cuéntame qué te hizo llorar.
—Pues…entre a una tienda a comprar unas cosas para mi bebé y ahí estaba mi exsuegra, me acuso de estar robando — le cuento —Era mentira.
—Esa señora es una bruja, al parecer.
—Si, nunca he sido de su agrado. Quería alguien con más estatus para su hijo, no una simple enfermera.
—A mí me parece que eres una enfermera muy guapa, tu ex no sabe de lo que se perdió —sonríe —Eres preciosa, Sav.
—Gracias, Nathan.
—No lo tomes a mal, por favor. Tal vez estoy siendo muy directo pero no puedo evitarlo y tampoco me gusta darle tantas vueltas al asunto. Me gusta ser claro.
Ya lo había notado.
—Me gusta que seas directo.
Llegamos a la clínica y me ayuda a bajar del auto como todo un caballero.
—¿Tienes frío?— se quita la chaqueta y me la pone sobre los hombros.
Los detalles ,pon atencion a los detalles.
Al entrar a la clínica el frío se disipa, algunas enfermeras nos ven de forma rara. A lo mejor no están acostumbrados a ver al doctor con alguien como yo, común y corriente.
—Pasa a mi despacho, por favor.
Abre la puerta y me invita a pasar, huele a perfume de hombre y productos de limpieza.
Jala una silla y me ofrece asiento.
—¿Quieres tomar algo? — me pregunta.
—No, no, gracias Nathan. Creo que así estoy bien.
—De acuerdo, entonces muéstrame tus documentos, por favor. No suelo revisarlos yo mismo pero haré la excepción contigo.
—Vale.
Nerviosa le brindó los documentos que confirman que efectivamente me gradué de enfermera.
Se pone sus gafas para leerlos, se me hace tan sexy. Dios, y esos músculos que resaltan en su camisa azul, es tan atractivo e inteligente.
—No hace falta que vea nada más. Supongo que tienes cero experiencia, ¿no?
—Sí— digo avergonzada —Nunca ejercí.
—No te preocupes, aquí no te pediré diez años de experiencia —admite—Se que puedo confiar en ti, eres una persona lista y capaz.
—¿No tienes ningún problema con mi embarazo? Es decir, me quedan solo cuatro meses de gestación.
—Te daré licencia de maternidad.
—Gracias, Nathan. Por todo lo que estás haciendo por mi. Eres un ángel en mi camino, me has ayudado mucho dándome empleo.
—¿Cuándo deseas empezar?
—Mañana mismo.
Asiente y se quita las gafas.
—Tendré el honor de verte todo el día aquí. Ahora hablemos del pago…
Salgo de la clínica con mi uniforme en mano. La chica que me lo dio no pareció muy feliz de hacerlo, realmente no me importa tanto.
Estoy más que contenta de obtener empleo, me siento una mujer afortunada.
Conduzco hacia el edificio, me topo con que mi hermana también está estacionando. Reconoce mi auto y suena el claxon.
Me bajo del auto después que ella.
—Hola ¿Cómo te fue?
—Bien, ya sabes, mi mamá y la alcahueta de mi hermana en lo suyo.
—No sabes lo qué me pasó.
Le narro la escena de la tienda mientras entramos al elevador.
—¡Esa bruja! — grita —Te juro que cuando la vea me voy a vengar.
—No, Hiro. No vale la pena.
—La voy a arrastrar como a una bolsa de basura — escupe —Siempre me cayo de la patada. Toda la vida te ha hecho menos porque no eres millonaria como ellos.
Si, porque el hermano de Caleb esta casado con una alemana con mucho dinero, sus padres tienen empresas enormes en su país y durante el tiempo que las familias se juntaban, era evidente el trato mediocre hacia mí.
Incluso una vez en esa casa hizo un comentario al aire medio grosero, yo intenté durante meses encontrar algún vínculo con ella y no lo logré. Parecía que todo lo que hacía era para mal, horneaba pasteles de limón y los llevaba porque sabía que le gustaban, pero no le gustaban cuando yo los hacía, decía que era comida para perros.
Siempre busca tener un papel predominante frente a su esposo e hijos, a excepción de Caleb. Caleb siempre me dio mi lugar, no voy a decir que tenía mamitis porque no era así. Le ponía límites a su madre cuando sabía que se estaba pasando, y eso a su mamá no le gustaba, creo que por eso me agarro tanto odio.
—¿Y te vio el estómago?
—No, claro que no. Por suerte las chicas me llevaron a otro vestidor a desnudarme. Fue tan humillante.
—Esa maldita vieja, siempre la odie.
—Nunca hice nada para caerle tan mal.
—Es una víbora, entre ella y el diablo me da más miedo ella.
Entramos a su departamento y voy directamente al refrigerador por algo.
Me encuentro en un lugar frío y vacío.
—¿Por qué no tienes comida? — pregunto algo misteriosa.
—Oh, se me olvidó hacer la despensa.
—¿Seguro que es eso? Hiro, te veo más delgada. ¿Tienes problemas de dinero?— le pregunto.
No, no los tiene.
Sin embargo, me preocupa que sea otra cosa la que está pasando.
—No, Sav.
—¿Qué comes? No me digas que aire.
—Está noche iré a hacer la despensa, tranquila. No sabía si iba a tardar con mi mamá, por eso no deje el refrigerador lleno.
—Okey.
—Oye ¿Estabas con el doctor Nathan? Creí verte hablar con él hace poco.
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Editado: 21.05.2024