Un instante para siempre

Capítulo 7: MATEO

Esa noche a Mateo le costó dormir, no dejaba de pensar en las expresiones de Ana, cuando le dio la noticia del empleo, cuando le regaló el teléfono, cuando recupero su información, cuando habló con su hermana Mariana. Su rostro era un festival de sentimientos, sus risas, su llanto, Mateo amaba todo de ella, la quería con él protegerla y quererla, sabía que era una locura porque apenas se conocían, pero sentía que se debían una vida juntos. Supo que no quería a nadie más y no tenía que reprimirse nada.

Miró sus fotos en el teléfono y revisó los mensajes tontos que había intercambiado con ella desde que salió de su casa y regreso a la suya solo. Al día siguiente tenia entrenamiento y le estaba costando conciliar el sueño. Ana déjame dormir, decía sonriendo. Pero era sus pensamientos donde lo invadía.

Se quedó dormido pensando en sus rubios cabellos, en su rostro hermoso y sus ojos color miel, en su sonrisa amplia y confiada, en lo que fue sentir su delgado cuerpo contra el de él, su olor y su calor. Suspiró y se quedó dormido, deseando que su Ana pronto estuviera en mejores condiciones.

Al día siguiente despertó muy temprano, recogería a Ana para llevarla a la universidad y luego se iría a sus entrenamientos. Revisó su teléfono.

6:45 AM Mi Ana

Buenos días, estoy lista pero puedo ir sola, no hace falta que vengas por mí.

6:45 AM Mateo

Así deba dejar todo en mi vida, yo te llevo a tú primer día de trabajo J

6:45 AM Mi Ana

Debiste ser actor, mucho drama, te espero ansiosa. J

Mateo llegó a casa de Ana, ella lo esperaba afuera con sus mejores ropas, su cabello recogido. Mateo se bajó del auto y se acercó a ella, la abrazó y le dejó un beso en la mejilla y la abrazó.

—¿Te irás conmigo en bus?

—Claro que no. Te llevaré.

—¿Y siempre me llevarás? ¿Cómo sabré llegar otros días?

—Hay transporte.

—Qué bueno —pegó un brinco y lo abrazó.

—Pero hoy, quiero llevarte —la beso en la mejilla.

Los dos se miraron como tontos sonriendo. Ella de pronto puso expresión seria y caminó hacia el auto, él la siguió y le abrió la puerta. Ella subió sonriente. Mateo se ubicó en el lado del copiloto, le puso la música que ella había dicho que era su favorita y la miró sonriendo. Ella aplaudió y le dio otro beso en la mejilla.

—Eres demasiado lindo —le dijo.

—No me gusta que me digas así —se quejó Mateo.

—¿Así cómo?

—Lindo, por lo general cuando las chicas llaman así a los chicos es porque solo lo quieren de amigos.

—¿No quieres ser mi amigo?

—Sí, pero no nada más tú amigo.

—Mateo, que lanzado eres —rio ella.

—Es en serio, Ana, sé qué te conozco de ayer y de nada, pero imagino que lo has sentido entre los dos, me gustas.

—Mateo, hoy comienzo en un nuevo trabajo…

—Lo sé, lo pensé anoche, no puedo esperar, lo siento. Solo quería decírtelo.

Ella se mantuvo seria, no era la expresión que Mateo hubiese esperado, la magia que había entre los dos, él estaba seguro que la sentían ambos, pero ella se retraía por momentos. El auto se llenó de un silencio incomodo que la música cubría.

—Te agradezco lo que estás haciendo por mí, no era necesario, si estás esperando algo a cambio…

—No, ya te dije que no, pero pasa que te quiero conocer, pasa que me siento así por ti y tengo esta sensación absurda de que debo decírtelo, de que no puedo esperar, es como una angustia.

—Te entiendo —dijo ella.

—¿Cómo?

—Sí, lo admito, siento esa urgencia por estar contigo también pero no tenemos que forzar las cosas ¿sí?, podemos vernos sin esperar mucho, solo amigos por ahora ¿Qué dices?

—Sí, está bien, me conformo con saber que te sientes igual por mí.

—¿Hoy te veré?

—No sé. Hoy debo ir a entrenar pero estaremos conectados por teléfono.

Mateo le abrió la puerta del auto, la acompañó a la oficina donde le explicarían todo, la esperó afuera, ella lo saludó desde el mostrador, le explicaban todo detalladamente, llevaba un pantalón y blusa blanco  con delantal rosado, él le sonreía.

7:30 AM Mi Ana

Gracias, ya puedes irte, vas a llegar tarde.

Él le guiño un ojo y se despidió con la mano. Llegó a entrenamiento y le costó concentrarse. Salió del gimnasio y revisó el teléfono, ella no le había escrito. Miró las fotos de ella, de ellos juntos y sonreía tontamente al teléfono.

—Enamorado el mocoso —dijo uno de sus compañeros.

—Metete en tus asuntos Joel.

—Estás distraído Mateo. Fuerza vamos ¿Quieres ayuda? —dijo su entrenador.

—No, está bien, ya vuelvo a las maquinas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.