Un instante para siempre

Capítulo 8: ANA

Después de su primer día de trabajo en aquel cafetín, Ana escribió algunas nuevas resoluciones, empezaría por perder algo de fe en la gente. No se lo contó a Mateo, pero algunas excompañeras de clase de su liceo estaban allí. Ana se emocionó de ver caras conocidas después de tanto tiempo, se alegró sinceramente y las saludó con cariño, ellas no tuvieron más que palabras de burlas, chistes y humillaciones con ella, le decían que tan especial que quería aparentar ser y terminó preñada de un vago y sirviendo cafés donde ellas, si estudiarían.

Ana ni siquiera estuvo consciente de que la odiaban, y si la odiaban, y se dio cuenta en ese instante, las dejó hablando sola y las ignoró, como vio que seguían sobre la barra, se acercó con amabilidad y les ofreció bebidas, las chicas se quedaron extrañadas y la dejaron en paz. Pero si lloró, sola en el baño lloró, no lo haría delante de ellas pero si lo hizo.

Se echó sobre su colchoneta y suspiró, ganaría cuatro veces lo que ganaba en la panadería y tenía seguro médico y dental, cuando pudiera usarlo iría a un ginecólogo se dijo. No quería que su experiencia como primeriza afectara sus embarazos futuros, en su mente, ella debía resolver eso. Mateo quería salir con ella, llevarla al cine y otros lugares, pero ya habían pasado la tarde en aquella fuente de soda tonteando. Le gustaba eso pero no podía acostumbrarse, pensaba.

Antes de dormir hablo con Mariana largo rato por teléfono, le contó de Mateo, le admitió que le gustaba, le contó de los panes robados, su nuevo empleo, las chicas de su liceo, todo, rieron y lloraron juntas. Ana se durmió feliz de poder hablar con su hermana. Gracias Mateo, se durmió diciendo.

Al día siguiente Mateo la esperaba fuera de la pensión para llevarla al trabajo. Ella se acercó a él, lo tomo por la solapa de su chaqueta de cuero y se le acercó mucho al rostro.

—Voy a llamar a la policía y diré que un hombre me acosa —rio.

Mateo relajó su expresión y rio con  ella.

—Prefiero eso a saber que vas a caminar sola y a oscuras hasta la parada.

Ella se subió con él a la moto, antes de llegar la llevó a desayunar a la misma fuente de soda donde pasaron la tarde. Ella pidió café negro y una soda y un emparedado, la comida de él era distinta por su entrenamiento pero la acompañó feliz.

—Me haré millonaria si pagas mis comidas —rio ella.

—Por mí te pago hasta la crema dental.

—¿Tengo mal aliento? —se preocupó ella, revisó su aliento exhalando sobre su palma abierta.

—No, tonta, es un decir —rio a carcajadas.

Así estuvieron toda la semana, él la llevaba y la buscaba, solo un día ella debió usar el transporte de regreso porque él se retrasó en una práctica. Otro día que si fue a clases, ella lo esperó al fondo del salón, él la miraba de reojo y ella estaba absorta en la clase que él debía estar oyendo. Ana podía oír las burlas de par de chicas que conocía de su liceo. Estaban en la clase de Mateo. Trataba de ignorarlas.

—Ya vamos a salir, me da penita que tenga que esperarme tanto, veré como te compenso —Mateo la besó en los cabellos.

Ella le sonrió y le hizo seña de que volviera a su lugar y usara el celular, lo regaño por interrumpir la clase y él sonrió. Regreso a su asiento, recién Ana notó entonces la mirada curiosa de las chicas de su liceo, la miraban con expresión seria y confusa, miraban a Mateo y la miraban a ella, se quedaron calladas.

Ana había descubierto que Mateo era una especie de estrella de rock dentro del campus, por ser un famoso piloto y campeón, todos querían ser sus amigos, todas querían andar con él, pero la verdad era que era poco sociable, le incomodaban los grupos grandes, no hablaba con todo el mundo. Ana les sonrió a sus ex compañeras con satisfacción y regreso su atención a la clase.

Cuando la clase terminó Mateo corrió hacia ella, la rodeo con sus brazos y salieron del salón, Ana busco con la mirada a sus ex compañeras y tal como pensó las descubrió con mirada confusa y rabiosa, se sintió un poco mal por presumirles a Mateo, que era un pan de dios, pero ella no lo era, sonrió sola.

—Hoy si vamos al cine —insistió él.

—Está bien —respondió ella.

Mateo la besó en la mejilla.

Llegaron al cine, verían una película asiática que Ana insistió en querer ver. Mateo aceptaba todo lo que decía Ana. La sala estaba casi vacía. Estaban ellos y dos personas más. A mitad de película, Ana noto que Mateo se dormía, tomo su mano y al apretó fuerte, él se despertó algo sobresaltado y le sonrió al verla.

—¿No te gusta? —susurró ella.

—Me gustas tú, para mí es suficiente —sonrió.

—Eres muy empalagoso Mateo —soltó una risita.

Él le tomo mentón entre sus manos y acercó su rostro, Ana contuvo la respiración pero el solo hizo chocar sus narices. Sonrieron tontamente y él trato de mirar la película con más atención, al salir de la sala, ella le explicó de qué iba la película con mucho entusiasmo.

Llegaron al estacionamiento del centro comercial donde estaba el cine, ella se detuvo junto a la motocicleta de él y se colgó de su cuello, lo abrazó. Él la mantuvo en sus brazos largo rato, acercó su rostro al de él y le dio un beso rápido sobre los labios, le sonrió, él se sorprendió y sonrió ampliamente, fue sobre su boca y la besó igual, ella lo mantuvo cerca y le dio permiso para ir más allá, se besaron de pie en el medio del estacionamiento.




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