Su padre le dedicó una mirada curiosa. Mateo lo miró y se acercó a él dubitativo.
—Estás raro.
—¿Por qué?
—No sé. Solo creo que estás raro.
—Me fue muy bien las practica, quede número uno, saldré en primera posición mañana.
—Qué bueno, ¿Cuándo es la próxima gran carrera?
—En julio. Circuito de Jerez.
—Bien hijo, estoy orgulloso de ti ¿Y la Universidad?
—Asisto a las clases que puedo, últimamente he ido más a la universidad, casi todos los días, de hecho —sonrió con picardía.
—Eso me alegra mucho, sabes lo que te digo del motociclismo, te apoyo si lo ves como pasatiempo, no puede ser tu carrera.
—Entiendo.
Pero no entendía, solo complacía a su padre, evitaba las discusiones y peleas que siendo más pequeño oyó en su casa alrededor de Lucas, cuando corría autos, dejó aquello ante las presiones de su padre, Mateo decía que él quería algo distinto. Aprendió a decir que si aunque quería decir que no, le iba mejor así.
—¿Y las novias? Camila estuvo en estos días por acá buscándote.
—Ninguna novia, sabes como es.
—Chico listo, estoy de acuerdo —dijo su padre y salió en su auto.
Mateo averiguo el costo de un dormitorio cerca del campus, sabía que Ana no tenía para pagar el deposito o mudarse, pero estaba dispuesto a convencerla de aceptarlo. No tenía que pasarla mal y exponerse a peligros, si él podía ayudarla, para él era absurdo, y eran novios, sonrió recordándolo.
Llego en su moto a la pensión, Ana lo recibió con un abrazo y un beso cálido, le sonreía risueña sin dejar esa expresión de angustia que él podía advertir por momentos. Él la beso en los labios con intensidad y olio su cabello, así se quedó un rato, se veían cerca del café, Ana no quería que nadie de la pensión los viera de ese modo.
—Te tengo una excelente noticia —le dijo Mateo.
—¿Qué será?
—Ya averigüe lo de la habitación, tengo costo y todo, hay uno disponible, pero ya.
—Mateo.
—No acepto Ana que sigas aquí exponiéndote si yo puedo sacarte de aquí, se me ocurrió que me pagues haciéndome las tareas ¿Qué dices?
Ella se echó a reír a carcajadas, se dobló riendo y necesitó tomar agua para calmarse, Mateo la veía con una expresión traviesa.
—Eres muy tramposo, no sé, que ocurrente —lo acarició en los cabellos y él beso sus manos.
—Te amo Ana, no quiero que nada malo te pase, me muero.
—Yo también te amo, claro que acepto, no quiero seguir pasando necesidades aquí, pero te pagaré. Lo prometo.
Él gritó fuerte, se levantó y la cargó, la hizo girar en el aire y la besó repetidas veces en la frente y en los labios, Mateo advirtió que ella de pronto mantuvo esa expresión seria que otras veces. La dejó en el suelo y la tomo de las manos.
—¿Qué pasa?
—Tengo que contarte algo, y no sé si cambies de opinión en lo que te lo cuente, quizás quieras irte y dejarme y yo lo voy a entender.
—Estás loca, no te dejaría nunca.
Ella hizo una mueca con sus labios y sus ojos se pusieron vidriosos, una lágrima le recorrió la mejilla y ella se la retiró rápido, lo miro y le dedicó una sonrisa muy triste. Se sentaron en el café, ella bebió su soda y tomo aire.
—No soy huérfana, mis padres me echaron de casa porque quedé embarazada de mi novio.
Mateo abrió los ojos como platos y trago grueso, negó ligeramente con la cabeza tratando de comprender.
—¿Estás embarazada?
Ella negó con la cabeza y lloró desconsoladamente, se llevó las manos al rostro y se dedicó a llorar sin reprimirse, él se levantó y la rodeo con sus brazos, la besó en los cabellos.
—Eso es por lo que estás siempre triste Ana, mi Ana, no llores más así por favor, yo estoy aquí, todo va a estar bien —lloraba Mateo con pocas lágrimas que no pudo contener.
—Lo aborte de forma natural, un aborto espontáneo me dijo la enfermera, pero yo lo quería Mateo, yo quería a ese bebe —chilló en su pecho.
Él lloraba con ella, la abrazó fuerte. Besó sus cabellos y la meció en sus brazos, ella lo rodeos con los suyos.
—Lo siento Ana, lo siento mucho. Si te hubiese conocido antes…
—Yo lo he pensado, antes de quedar embarazada, después de quedar embarazada, yo quería tener a mi bebe, era difícil, sería muy difícil pero yo quería, me hubiese prostituido por él, lo juro…
—No digas eso, claro que no lo hubieses hecho, tonta. ¿Y tus padres, no los buscaste después?
—No, no quiero saber de ellos, no quiero verlos, siento en mi corazón que tienen la culpa de mi aborto, no quiero saber de ellos, no por ahora.
—¿Y el padre del bebe?
—Un vago imbécil, nadie.
—¿Y Mariana? Entonces ella está con tus padres.