Un instante para siempre

Capítulo 11: ANA

Mateo no se reportaba y Ana comenzaba a preocuparse, habían quedado en pasar la noche viendo películas y cenando solos en casa, Ana esperaba que Mateo comenzara a sentirse más cómodo con intentar algo más que solo besos, no es que ella tuviera prisa, pero no quería que él se retrajera pensando que ella no estaba lista, aún pensaba mucho en su bebe y reconoció como no sano, un pensamiento de tener uno con Mateo, con su consentimiento, obviamente. Pero aún eran tan jóvenes.

Se quedó dormida esperando que llegará, estaba doblada sobre el piso, se levantó para ir al baño y aprovechó de apagar la luz que había dejado encendida, se metió en la cama después de colocarse ropa de dormir, apretó la almohada y subió la sabana hasta su pecho, dormía feliz y muy cómoda gracias a su Mateo decía, hasta el aire acondicionado le mando a reparar. Dormía sonriendo pensando en él, pensó en porque no había llegado y miró el teléfono. Se liberó de la sabana y lo tomó de sobre la mesa de noche.

Había un mensaje suyo.

9:20 PM Mi Mateo

En casa se ha hecho un lío, no podré ir. De verdad te quería ver. Te amo.

11:13 PM Ana

Te amo. No importa bebe, mañana nos vemos, cuídate y espero que todo se solucione.

Ana no volvió a saber de Mateo durante todo el fin de semana desde el viernes en la noche que recibió su mensaje, era lunes ya y debía ir al trabajo, la universidad le quedaba cerca, incluso podía ir caminando, no era lo que le preocupaba, le preocupaba porque no supo de él durante todo el fin de semana, no tenía contacto con su familia ni con sus amigos. Se dio cuenta de que lo amaba enserio porque estaba aterrada y pensando lo peor, desde que le pudo pasar algo hasta que la dejó y no lo vería más.

—Mateo me adora, no me dejaría —repetía en la calle mientras caminaba hacia la universidad.

Vio gente reunida alrededor de un quiosco de revistas y se asomó apenas, todos los transeúntes tomaban la prensa y revisaban y comentaban, se detuvo ante uno y vio un periódico con la foto de Mateo y un titular que daba cuenta de lo que había pasado.

 Sigue en delicado estado de salud  Mateo Napolitano después de sufrir aparatoso accidente durante la práctica del día sábado.

Temblaba en medio de la calle, lloraba y no podía moverse, se sentó un banco cercano al quiosco y lloro temblando hasta que logró calmarse, sacó el teléfono y se maldijo por desactivar todas las notificaciones de las páginas de carreas y deportes, Mateo se las instaló y le explicó que siempre que el corriera o saliera en las noticias, una notificación le llegaría y ella sabría de él, sobre todo cuando compitiera, pero a ella no le interesaba aquello, le aburría y no lo entendía, nunca le gustó leer las noticias ni ver televisión. Y Mateo siempre estaba con ella.

Se decía que él debía creer que ella sabía de él por las notificaciones pero no, no sabía. Caminó a paso apresurado a la universidad donde todos estaban consternados, el encargado del cafetín al verla hizo una mueca de compasión, la abrazó y ella lloró en su hombro, él sabía de su relación.

—¿Puedo ir a verlo? Necesito faltar, por favor.

—Sí, tranquila, las cosas aquí están tristes, todos están a la expectativa de que evolucione. Tú tienes muchas horas extras acumuladas, ve, de ahí las tomare.

—Gracias. Pero no sé a dónde ir aún.

—Está en el Madre Milagrosa. En la zona este.

—Gracias, sé llegar, he dado vueltas por ahí con Mateo.

—Ve. Qué esté bien y salga de eso.

Sabía llegar en moto o en auto, pero debió tomar un bus, y perderse dos veces antes de poder llegar al destino correcto. Se bajó en la parada y corrió hacia la clínica, se acercó a la recepción ya más calmada.

—Buenos días, busco a Mateo Napolitano. Quiero saber de su estado.

La mujer la miró sorprendida, bajo la mirada y la ignoró.

—Señorita, por favor…

—La oí, pero comprenderá que esto no es una sala vip, no va a dar autógrafos, esta hospitalizado, váyase por favor.

—No entiende, yo soy su novia —explicó frustrada.

La mujer la miró de arriba abajo y reprimió una sonrisa, la miró con desdén y continuó ignorándola. Ana se revisó la ropa y se dio cuenta de que llevaba el uniforme del cafetín de la universidad, esa mujer no iba a creer que uno de los hijos del magnate Napolitano andaba de novio con una empleada de un café, suspiró y se resignó, se sentó en la parte de abajo donde podía estar y miraba las noticias. Debido a la presencia de Mateo y su familia, el sitio era muy vigilado y restringieron muchos accesos. Ella sentía mucha impotencia porque teniéndolo tan cerca debía saber de él por las noticias.

Comprendió mejor la actitud de la mujer cuando llamó a Mariana para desahogarse y su hermana no le creía que era el mismo Mateo piloto de motos, debió pasarle fotos de ellos juntos para que Mariana le creyera, se puso como loca, la mando a buscar información de su familia en internet, Ana no quería hacer nada de eso, solo quería ver a Mateo, porque se sentía sola y lo necesitaba y él la necesitaba lo sabía, ‘el siempre expresaba esa necesidad de estar cerca de ella, oírla, verla.




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