Un instante para siempre

Capítulo 14: MATEO

Había pasado un mes y Mateo había avanzado mucho con su recuperación, se sentía bien, agradeció el temple y la seguridad que le proporcionaba Ana, él estaba destrozado y triste pero ella no y lo ayudó ver su situación desde otro punto de vista, se quedó tranquilo y asumió su aislamiento, hablaba todos los días con Ana, ella alternaba entre llamarlo a su habitación y a la de dos amistades que había hecho allí, le preocupaba que sus padres lo estuvieran vigilando y supieran de las llamadas.

Una de esas amistades era Corina, una tenista de 19 años que se había lastimado una pierna. Tenía pocas semanas allí y saldría al mismo tiempo que Mateo, era una chica linda.

—¿Por qué tu novia no viene a verte?

 —Trabaja — respondió Mateo

—¿Y los fines de semana?

—Estudia.

—¿Es mayor que tú?

—No, tiene mi edad.

—¿Cómo trabaja y estudia?

—Alguno lo hacemos Corina.

—Mañana me voy —anunció Samuel.

—Te vamos a extrañar por aquí —le contestó Mateo.

Comieron juntos esa tarde y Samuel se despidió de ellos con mucho cariño, era futbolista, tenía 20 años y ya estaba listo para regresar a sus entrenamientos. Era la primera vez que Mateo socializaba y hacía amigos, motivado por Ana, ella lo alentó a abrirse a otros chicos, de todos, Samuel y Corina le agradaron más, se sintió en mayor confianza con ellos. Corina era una chica muy linda, rubia delgada de ojos azules, siempre coqueteaba con Mateo, él fingía no darse cuenta pero después de que se fue Samuel, ella fue más frontal.

—Me gustas Mateo.

Él rió haciendo un gesto con la cabeza, se recostó de su cama y cerró los ojos por un momento, ella se sentó junto a él y acarició su estómago. Él se sorprendió y retiró su mano riendo.

—¿Qué haces?

—Te toco. ¿No quieres que te toque?

—Tengo novia.

—A mí no me importa.

—A mí sí.

—Eres muy serio, solo tienes 18 años no es como que estás engañando a la madre de tus hijos, un beso anda —insistía.

—Espero que sea la madre de mis hijos algún día —dijo Mateo.

Ella se carcajeó, se sentó con las piernas dobladas en la cama.

—¿La quieres tanto? Eso dices a esta edad, después vas a conocer a otras personas, te enamoras de otras personas. Yo no me quiero enamorar de nadie en este momento.

—Yo no, no me voy a enamorar nunca de otra persona.

—Te gusta el drama. Ella debe estar feliz de que estés lejos ahora, estará descansando de tu ñoñería —río con ganas.

Mateo se incorporó en la cama y la atrajo hacia él tomándola por el cuello, ella besó en los labios, se aferró a él y forzó a que el beso fuera más intenso. La soltó y la separó de él con brusquedad, los dos jadeaban, se tendió de nuevo en su cama y cerró los ojos.

—Ya le fuiste infiel a tu novia, podemos seguir.

—Fue solo un beso, que no significa nada. 

Así lo sentía Mateo, se dejó provocar por ella pero no sintió nada con ese beso, no era Ana, Corina se abrazó a él acostada y comenzó a acariciarlo, metió las manos debajo de su camisa y lo acariciaba mientras estudiaba su rostro como esperando alguna reacción, él permaneció inmóvil, la detuvo, Corina comenzó a dejar besos húmedos por su estómago y lo acarició en la entrepierna, metió la mano dentro de su pantalón deportivo, Mateo la detuvo sosteniendo su brazo.

—Basta.

—Pero lo estás disfrutando y yo también —dijo ella.

—Déjame Corina, te dije que tengo novia, me importa.

Se levantó de la cama y trató de sacudir la turbación que le provocó Corina con sus caricias. Se asomó por la ventana, Corina se detuvo detrás y lo abrazo por la espalda, pego su cuerpo del de él y lo besó allí repetidas veces.

—La podemos pasar bien, nadie tiene que enterarse, yo quiero y sé que quieres porque te has dejado.

—No quiero, Corina, no serás bienvenida a mi habitación si continuas con lo mismo, somos amigos, solo eso.

Ella lo soltó y se sentó en la cama con expresión seria.

—Eres muy aburrido. Demasiado. Perdí el tiempo contigo, si hubiese buscado a Samuel ya lo habríamos hecho mucho aquí. Es solo sexo, somos muy jóvenes. Aburrido.

—Quiero a mi novia, me das lastima, ojala alguien te amé algún día como yo amo a Ana.

—Pero que no le ande metiendo la lengua en la boca a otras —rió burlona.

Mateo chasqueo la lengua,  rodó los ojos y giró el rostro de nuevo hacia la ventana.

—¡Ya! Relájate, te dejo en paz —salió de la habitación.

Mateo asistió a su terapia y regresó a su habitación más tarde ese día, le molestaba tener que esperar porque Ana llamara, había pasado ya dos horas de la hora en la que debió llamar, no lo hacía y él se imaginaba de todo, se atormentaba por estar encerrado allí, ella estaba sola y quería acompañarla, protegerla, cuidarla. Suspiró hondo y se tendió en su cama, trataba de calmarse.




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