Un instante para siempre

Capítulo 16: MATEO

Lucas lo esperaba afuera de la clínica, Mateo hizo un gesto de fastidio y negó con la cabeza, Lucas se encogió de hombros, le palmeó la espalda y lo ayudó con sus cosas, Mateo se veía pálido pero en condición. Se subió a la parte de atrás del auto junto a Lucas sin saludarlo aún.

—Entiendo que estés molesto —dijo Lucas con tono amable.

—Sí pero no vas  a hacer nada al respecto. Soy mayor de edad, quédense con mi dinero si quieren pero no volveré a casa, me voy a vivir con Ana, en lo que regrese.

—Mateo, entra en razón.

—¡No! Ustedes son los que tienen que respetar mis decisiones.

—Esa muchacha…

—Esa muchacha es a la que amo. Ella paso por cosas, pero no era una chica de la calle y aunque lo hubiese sido. Ustedes se creen mejor que los demás pero están equivocados.

—No discutamos sobre eso ahora. Tu recuperación es lo más importante, luego tu regreso a las pistas.

—Gracias por preocuparte pero eso es algo de lo que Ana y yo hablaremos como pareja y decidiremos juntos.

Lucas rió negando con la cabeza, echó la cabeza hacia atrás y miró por la ventana abriendo mucho los ojos.

—¿Quieren jugar a la casita?

—¡Búrlate lo que quieras Lucas!

—Razona conmigo, será más fácil. Sabes que con papá y Claudio no tienes oportunidad.

—No tiene que ser así, las cosas no tienen que ser así ¿Por qué tú no me entiendes y me ayudas?

—Te entiendo pero es una locura.

—¿No te has enamorado nunca?

—Sí me he enamorado pero de nadie que tuviera que sacar de un barrio pobre—rio.

—Imbécil.

—Mateo—rio—, deja el drama.

—Todo el mundo con lo mismo, que drama, que soy dramático—se quejó Mateo.

—Vamos a hablar con papá. Él entenderá, Mateo, queremos tu bien, no somos tus enemigos.

—Pero así se comportan.

—Nada que ver. Papá ha tomado medidas extremas con las que no estoy de acuerdo pero…

—Pero no dices nada Lucas, lo único que me queda claro es que no te importa.

—Eres injusto conmigo. Si todos a tu alrededor te están diciendo cuidado, no vayas por ahí, tu deberías entender eso como una señal de alerta, pero no, eres muy niño, un muchacho muy joven, no sabes nada.

—No sí, lo dice Matusalén.

Los dos rompieron a reír a carcajadas.

—Relájate baby que tengo que pasar por Alejandra más tarde. No te quiero dejar así alterado en la casa —le avisó Lucas.

Mateo asintió con un gesto y decidió no discutir más. Lucas era más flexible que su padre y Claudio pero bajo ninguna circunstancia les llevaba la contraria, era un caso perdido tratar de convencerle de nada, y tenía ese feo habito de no querer escuchar a nadie cuando él creía tener la razón.

El teléfono de Lucas sonó y atendió.

—¿Sí?, está bien, paso por ti entonces y después dejamos a Mateo en la casa. Voy— se despidió con un beso sonoro al teléfono, Mateo rodó los ojos y volteo la cara.

—¿La noviecita?—preguntó Mateo con burlas.

—Sí. La conocerás ahora, tengo que ir por ella de una vez.

—Será. Puedes dejarme en cualquier sitio, yo me las arreglo para llegar a donde Ana. A mi casa.

Lucas se rio de forma escandalosa y lo ignoró. Llegaron a un edificio de área cerrada y se detuvieron en frente, salió por la puerta principal una rubia alta de tacones, vestía pantalones muy ajustados y camiseta que marcaba bien sus pechos. Mateo la miró de arriba abajo sin disimulo, Lucas lo golpeó en el brazo, espabiló, vio bajar a su hermano del auto para abrirle la puerta.

—Puedo sentarme atrás—se ofreció Mateo.

—Te prefiero con la vista al frente —se burló Lucas. Mateo sonrió.

Lucas lo dejó en casa de sus padres como dijo, Mateo aspiró aire y lo soltó con resignación, jugaría a hacerles caso mientras pudiera salir de allí. Lucas bajó las maletas hasta que un empleado se acercó a ayudarlo, entonces se despidió y subió al auto, la chica se pasó al asiento de adelante.

—¡Lucas! ¿Me vas a dejar solo?

—Por Dios Mateo, no seas exagerado. Para no decirte dramático—rio y se fue.

Mateo suspiró. Al entrar a la casa Claudio y su padre lo esperaban atentos, su madre lo abrazó y lo besó en la mejilla, él se sentó frente a ellos sin decir nada, su padre soltó un suspiro y lo miró atento.

—Mateo.

—Padre.

—Sé que crees que te odiamos, que no te entendemos, que somos tus enemigos, somos adultos, tu familia, te amamos y queremos lo mejor para ti, sabemos que es lo mejor para ti, alejarte de esa muchacha hoy es lo que debemos hacer.

—Entiendo. Papá, no quiero discutir ahora, quiero ir a mi habitación, dormir y descansar en mi cama, en mi cuarto. ¿Pueden darme mis cosas?




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