Un instante para siempre

Capítulo 17: MATEO

Despertó. Se apresuró a tomar su teléfono para mirar la hora, era las 2: 14 am, suspiró, recostó su cabeza de la almohada y suspiró con los ojos cerrados. Se quedó dormido, «¡Qué estúpido Mateo!». Se levantó y se calzó, ya había recogido sus cosas, abrió con cautela la puerta de su habitación, ni siquiera se detuvo a dar una última mirada al lugar, sentía un desespero inexplicable por salir de allí.

Cruzó el pasillo y bajó las escaleras en silencio, todo estaba apagado, la oscuridad lo absorbía, su móvil vibró, era Ana respondiéndole que si estaba despierta esperándolo. Lo guardó de nuevo y cuando estaba en sala frente a la puerta, sacó sus llaves y trató de abrir, pero las llaves no calzaban.

«Debieron cambiar la cerradura», concluyó. Corrió hacia la cocina y empujó la puerta que se podía abrir desde adentro pero no desde afuera. Estaba bloqueada, suspiró frustrado «No puede ser que no consiga salir de aquí», abrió una de las ventanas, y saltó, no se molestó en cerrarla desde afuera, caminó con su bolso a pasos rápidos hacia el garaje, estaba cerrado y no consiguió sacar el auto, maldijo frustrado. Caminó hacia la salida y cuando estuvo frente al portón que planeaba escalar, se acercó uno de los empleados de la casa.

—Yo que usted no haría eso joven, está electrificado—dijo el hombre a quien Mateo no reconoció, debía ser nuevo.

Mateo lo miró incrédulo y se pasó la mano por la cabeza. Trató de calmarse, le sonrió.

—Necesito salir, debo estar temprano en un lugar, por favor abra.

—Lo siento joven, su padre dio órdenes de no dejarlo salir—dijo mientras marcaba un número— ¡El joven está en el portón principal!

Mateo bufó negando con un gesto. Se sintió derrotado y cansado. Se lanzó a la grama y largó el bolso, se cubrió el rostro con ambas manos. Necesitaba salir rápido de la prisión que suponía su casa.

Tomó el teléfono y le marcó a Ana, ella lo atendió enseguida.

—¿Ya saliste para acá?—preguntó.

—No podré ir—suspiró con los ojos cerrados—, ve a dormir, mañana nos vemos.

—¿Está todo bien?

—Sí. Ve a dormir.

—Está bien, mañana habláremos.

Cuando se dio cuenta su padre lo miraba altivo, él se levantó del suelo y le dedicó una mirada cansada.

—Vamos adentro —le dijo su padre abrazando su cuerpo el frio que hacía.

Mateo lo siguió en silencio, se sentaron en la sala donde más temprano Mateo les aseguro que todo estaba bien.

—¿Qué pretendías hacer?—preguntó Vincenzo con una mueca de burla.

—Soy mayor de edad.

—Sí. Lo has repetido bastante hijo, me queda claro, recién cumpliste si 18 años. Eres mayor de edad legalmente.

—Iba con Ana, lo sabes.

—¿Hasta cuándo Mateo?

—¿Hasta cuándo papá?

—Así tenga que encerrarte yo mismo, no dejaré que veas más a esa muchacha.

—¿Por qué? ¿Qué pasa con ella? Ella no es pobre, sus padres son gente bien, aunque esa es Ana tontería de ustedes, la echaron a la calle por…

—Sí sus padres la echan a la calle, no es que sea gente bien o no, es que se maneja en un círculo diferente Mateo, trato de protegerte.

—Quitándome todo.

—Mateo, quiero que razones.

—No, ¿No me vas a dejar salir?

—No.

—¿Y las prácticas?

—Dejarás eso, has estado mucho tiempo perdiendo el tiempo con esa tontería, Lucas lo dejó a los 17 años, tu como que si tienes intenciones de seguir.

—Quizás Lucas también pero lo castraste.

Vincenzo bufó.

—Ve a dormir.

—Papá. Por dios, dale una oportunidad, Lucas anda con una diferente todos los días y no dices nada.

—Son todas conocidas, gente de nuestro circulo.

—Las que tú sabes, yo lo vi hoy con una que no conozco y no creo que sepas de dónde es.

—Lucas, a diferencia de ti, sabe que no son relaciones en las que se va a quedar, será cosa de un rato y es muy prudente, muy discreto, en cambio tu…

—Me voy a dormir—gritó, se levantó del mueble y subió a pasos rápidos, lanzó con fuerza la puerta de su habitación y se lanzó en la cama.

«A la universidad me tendrá que dejar ir».

Al amanecer se presentó en el comedor, besó con intensidad la mejilla de su madre y se abrazó a ella, saludó a su padre con cortesía y amabilidad.

—¿Mejor humor?—preguntó Vincenzo.

—¿A la universidad si podré ir?

—Claro hijo, yo mismo te llevaré y pasaré por ti.

—Un hombre tan ocupado como tú.

—Esto me evitará problemas, así que me sacrifico—dijo con altanería. Mateo asintió.

—¿Te sientes mucho mejor hijo?—preguntó su madre.




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