Un instante para siempre

Capítulo 19: MATEO

Ana parecía preocupada, lo que hizo que se sintiera intranquilo, ella recogía las cosas en silencio, no entendía porque ella no compartía la emoción de iniciar una vida juntos.

—¡Ana!

—¿Si?

—¿Qué pasa?

—Nada, que no me siento bien sabiendo que soy la culpable de que te alejes de tu familia—dijo con expresión triste.

—No eres la culpable más de que yo sea muy feliz. Ana, ¿A caso no viste las cosas que me hicieron? No me dejarán estar junto a ti, no quiero estar lejos de ti. Ellos dicen que se me pasará, bueno, espero yo que se les pasé a ellos.

—Mateo, por favor, podemos estar en contacto a distancia un tiempo.

—¿No quieres vivir conmigo? No me dejarán ni seguir en el motociclismo, también lo hago por eso, quiero hacer lo que quiera, como Claudio, no quiero ser Lucas que terminó haciendo lo que mi papá le dijo.

—¿En serio? ¿No es solo por mí?

—Es sobre todo por ti y también es por mi carrera.

—Está bien—sonrió, dejó lo que hacía y se acercó a él, se abrazaron.

Sonó una bocina y el teléfono de Ana vibró. Ya habían llegado por ellos. Terminaron de recoger todo, pasaron por la administración del lugar a dejar la llave y abordaron el auto.

—Buenos días—dijo el chofer con amabilidad—, señor Mateo me dijeron que lo llevara al Valle.

—Sí, gracias—respondió Mateo emocionado terminando de subir las cosas al auto.

—La chica me descontó del pago un monto global por lo que dejamos—explicó Ana. Pagué menos.

—Tanto mejor, no podemos cargar esas cosas con nosotros, a dónde vamos esta amoblado.

—Estamos haciendo esto en serio Mateo, no puedo creerlo, hay que avisarles a Mariana y a Alberto.

—Sí.

Admiraba su rostro hermoso, se acercó y besó sus cabellos y sonrió. Ella se quedó dormida en sus brazos por unos minutos, no dejó de pensar en que sí, dejaba atrás a su familia y le dolía pero no era un capricho, no podía quedarse allí para que lo obligaran a ser algo que no quería, los amaba pero no les permitiría que lo sometieran, sin Ana nunca se habría atrevido a hacerlo, hubiese dejado su carrera como le exigía su padre.

Llegaron a una casa en el Valle, la urbanización se llamaba Villa Clara. Ana no ocultó su asombro al ver el lugar, era hermoso. Miró a Mateo sonriendo y algunas lágrimas se le salieron.

—Es hermosa ¿No?—preguntó Mateo.

—Y es enorme.

—No tanto, es por el patio y piscina.

—¿Piscina?

Mateo afirmó sonriente. El chofer los ayudó a  bajar las cosas.

—Gracias—se despidió Mateo con el pecho hinchado.

En la casa lo esperaba una mujer alta rubia muy elegante que les sonreía mucho. Se acercó a ellos y saludó a Mateo con cariño.

—Bienvenidos a su nuevo hogar—dijo la mujer sonriente, Ana y Mateo entraron con sus cosas y la dejaron en el recibir de la casa, que era pequeño y elegante con vidrios y piedras.

Ana miraba todo como emoción, Mateo se sintió orgulloso de poder conseguir algo así para los dos, recordó que vivía en aquel cuartucho y luego en el dormitorio y ahora tendría una casa para ella, para los dos.

—Mateo—lo llamó la mujer.

—¿Sí?

—Aquí están los contratos, mañana debemos hacerlos oficial, te explico: Arturo prefiere que está casa esté a tu nombre de una vez, ya luego si no te gusta la vendes, ¿Qué pasa? Que para renovar tu contrato hay que adelantarte dinero, como nos dijiste que por ahora no tienes donde recibirlo, la casa y el auto serán tus adelantos por ahora. Es una propuesta, mañana podrás aclarar todo con ellos con abogados y representantes, pero piénsalo.

Mateo miró a Ana y alzó los hombros sonriendo.

—Me gusta—dijo Ana emocionada.

—Revisen la casa, háganla ver si quieren, y nos dan una respuesta luego—sonrió la mujer. Dejó las llaves y explicó unas cosas después de darles un recorrido.

Mateo no dejaba de mirar el rostro iluminado de Ana al revisar cada habitación, cada ambiente, tenía cuatro habitaciones y tres baños, piscina techada y al aire libre, jardín, un garaje para dos autos, cocina amplia, una pequeña oficina y sala de estar amplia. El auto que le dejaba era uno Audi nuevo del año y un teléfono de alta gama. La mujer se fue dejándole los papeles para revisar.

—Mateo, esto es impresionante, me encanta la casa, es enrome y hermosa, tiene jardín, ¿viste la que sería nuestra habitación? Me encanta—expresó con fascinación.

 —Me alegra que te guste. Debemos averiguar todo sobre el lugar, es un poco alejado de todo pero ya veré como conseguirás llegar al trabajo, al instituto y averiguaremos si hay un colegio cerca para cuando te gradúes.

Ana se colgó de su cuello y lo besó en los labios con intensidad, él correspondió su besó y la abrazó más a él. Ella lloró un poco y la apartó de él con cuidado.

—¿Ana?




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