Un instante para siempre

Capítulo 22: MATEO

Lucas lo esperaba en una mesa cerca de la feria de comida. Se levantó al verlo. Mateo lo saludó con un abrazo. Lucas lo apretó a él y palmeó su espalda. Él aprovechó el contacto con su hermano, cerró los ojos y lo abrazó fuerte, no esperaba verlo más si su actitud no cambiaba.

—Vamos ahora mismo para la casa. ¿Sí?

Mateo bufó. Se separó de él.

—Claro que no.

—Mateo ¿Vas a seguir?

—Lucas si te he llamado para vernos es porque necesito pedirte un favor enorme, por al amor de dios, por lo que más quieras, intercede para que no me quiten mi dinero que mi papá deje de inventar que le debo, busca un abogado, un contador, algo que demuestre que no es así. Necesito hacer mi vida, le dejo lo anterior, no me interesa que se lo quede, pero lo que ganaré ahora, lo quiero para mí.

—Para ti y esa muchacha.

—Sí, vivo con ella. Lucas, no te pido que entiendas, deseo, necesito estar con ella, no sabes cómo me siento, sin ella no quiero estar, sé que todos dicen eso y son frases muy usadas pero ojala fuera yo más hábil con las palabras, no sé cómo explicarlo.

—Ningunas palabras, hormonas, eres un irresponsable, mi mamá y mi papá están angustiados, preocupados.

—¿Entonces está bien que me roben?

—No, veré que puedo hacer por eso, pero debes volver a casa, deja esa ridiculez de jugar a la casita. Ya te acostaste con ella me imagino, la impresionaste con dinero, déjalo estar.

—¡Lucas! No —lloró inquieto. La mirada de Lucas se mantenía impasible.

—Mateo, te doy una semana para que juegues a la luna de miel con la muchacha, una semana, te voy a buscar yo mismo y te voy a conseguir donde estés y a golpes te llevaré a la casa y te lo juro que no saldrás más hasta que se te pase la ridiculez con ella.

—No te metas.

—¿Por qué no lo ves? Dime la verdad ¿Ella se mete drogas?

Mateo no negó con la cabeza conteniendo las lágrimas.

—No, es mi mujer ahora, nos vamos a casar, es mi familia. Deberás respetarla.

—Tengo unas ganas locas ahora mismo de darte una tunda y arrastrarte hasta la casa, no sabes.

Mateo se levantó de la mesa y miró hacia la puerta.

—Adiós Lucas. Creí que podía contar contigo hermano, te quiero, adiós—dijo llorando y salió a pasos rápidos de su vista. No miró atrás.

Fue hasta un baño y espero a ver a que Lucas se fuera y dejar de llorar, no quería que Ana y Mariana lo vieran así. Subió al último piso del centro comercial, entró a un restaurante de comida rápida con ventanales amplios hacia el estacionamiento, sintió un vacío en el estómago al ver lo cerca que estaba aparcado el auto de Lucas del de él, miró a los alrededores y vio a mariana y a Ana en la heladería de enfrente conversando y comiendo, lejos de él, Lucas revisaba su teléfono, el de Mateo vibraba, sabía que era él, no le iba a responder.

Lucas no salía, se subió al auto y vio bajar a la rubia que una vez fue a buscar con ella, la chica se paseaba fumando por el estacionamiento, Lucas parecía dispuesto a esperarlo. Llamó a Ana.

—Mateo ¿Dónde estás?

—¿Mariana maneja?

—No, yo sé ¿Qué pasó?

—Nada, Lucas está en el estacionamiento y no se mueve. Está a dos carros del nuestro, si pudieras subirte al auto sin que te reconozca y pasas por mí por el lado de atrás.

—Sí, lo bordeo por el otro lado, caminaremos más pero no nos verá no de frente al menos.

—Haz eso.

Espero a Ana donde ella le indicó, se subió al auto en el puesto del copiloto y Ana condujo rápido fuera del centro comercial. Mateo miraba hacia atrás por si los seguían, estaban solos en la vía.

—¿Qué pasó? ¿Te escuchó?

—No. Estaremos bien, no lo necesito.

—Seguro bebe.

—Sí—dijo con tono triste.

Al llegar a casa, Mariana corría por todo el lugar emocionada, Mateo se sintió menos triste riendo con Mariana recorriendo la casa, sirvieron cena y los tres miraron un película, las dos se quedaron dormidas abrazadas en el mueble frente al televisor, no las quiso despertar.

Revisó su teléfono. Tenía decenas de mensajes de voz y de texto de Lucas, Claudio, su padre y su madre, ninguno era alentador, ninguno era conciliador, pensó que Lucas se disculparía pero no, solo le dijo que las cosas se le pondrían peores.

Se acostó en su cama sintiendo una mezcla de felicidad y tristeza, no podía creer que su familia se portara así con él, «No me alejo yo, ellos me alejan. Todo pudo ser diferente pero no ven más allá de sus narices», cerró los ojos y pensando en eso se quedó dormido.

 




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