Seis meses después.
Ana servía junto con Mateo algunos bocadillos para sus invitados, algunos amigos de Mateo de la escudería y sus novias, Alberto los acompañaba también. Mariana estaba pero se encerraba en la habitación que le acomodaron Mateo y Ana, no le gustaban las vistas y Mateo la secundaba.
—Te va muy bien Mateo, dicen que volverás a ser campeón este año—comentó Joel.
—Sí, que bueno, todo está saliendo muy bien—comentó otro.
Ana recostó la cabeza de su pecho y lo besó con intensidad en la mejilla, él la besó en los labios. Ella sabía que extrañaba a su familia, sabia de ellos por Alberto que no lo dejaba nunca, pero extrañaba a sus hermanos.
Según Alberto, su padre pasó por distintas etapas de rabietas, su madre estaba desolada mientras que Claudio y Lucas, le dejaban mensajes siempre para hacerlo entrar en razón según ellos, a veces se presentaban en las prácticas, Mateo se emocionaba al verlos pero evitaba hablarles porque solo despotricaban de Ana y de su elección de vida.
Su padre contrató investigadores privados pero la seguridad que pagaba Mateo los mantenía protegidos de los medios de comunicación y de su familia. Mariana bajo sonriendo de la habitación y Ana se mostró extrañada. Alberto se levantó del mueble y le acercó algo a Mateo, quien estaba rojo. Se levantó del mueble y la miró de frente, todos reían con complicidad.
«Me lo va a pedir», pensó.
—Ana—dijo e hincó una rodilla en el suelo a la vez que abría la pequeña caja—´¿Quieres casarte conmigo?
Ana se llevó las manos a la cara y comenzó a reír y llorar de felicidad. Afirmó con un gesto y lo abrazó. Mateo se levantó, la besó y la alzó por los aires. Todos los veían sonrientes.
—Sí. Claro que sí.
Todos aplaudieron, Mariana la miraba risueña desde el pie de la escalera. Alberto comenzó a servir bebidas y brindaron juntos.
—Nos vamos a casar—gritó Mateo.
—Siempre me sorprendes. Eres un loco—lo besó en los labios con intensidad.
—Es magia pura que me mueve a hacer estas cosas por ti, es amor.
—Es que eres de no creerse, no puedo creer que te merezca —lloró y lo abrazó, Mateo la consoló mientras todos hacían ruidos de lamento.
—Yo no sé si te merezco yo bella.
—La razón por la que el campeón se adelantó es que deberá viajar pronto a España, se quiere ir comprometido—dijo Arturo.
—Me quiero ir casado.
—Pues será —dijo Ana riendo. No cabía en ella de felicidad.
Cuando se fueron todos y Mariana se fue a dormir, los dos quedaron abrazados en el sofá de la sala.
—Todo va perfecto Ana, ya comenzaste a dar clases como auxiliar mientras sigues estudiando, sigo en competencia para el campeonato, nos vamos a casar, tenemos nuestra casa, nuestras cosas, soy muy feliz—dijo, besó su frente.
—Yo también soy muy feliz Mateo adorado. Tengo a Mariana conmigo, aunque va y viene, me gustaría que más adelante se mudara con nosotros ¿Qué opinas?
—Perfecto. Debería hacerlo ahora.
—No, que le saque la carrera universitaria a mis padres, que estudie y ellos sigan viendo de ella al menos.
—Nosotros podemos ver de ella, no los necesita.
Ana suspiró, no quería quitarle a Mariana su familia. No quería que pasara lo mismo que ella.
—Estaba buscando información sobre el vantablack y terminé conociendo sobre Anish Kapoor, porque él tiene los derechos de uso artístico, busqué a Anish Kapoor y terminé conociendo sobre su obra MidnightSky, busqué sobre su obra y vi en Malasia una Isla que surge solo cuatro días, la llaman espejo del cielo porque…el punto es que una vez tuve ese sueño, era como estar caminando sobre el mar, o pisando el cielo fue loquísimo, y era como esa isla.
—¿Alucinógenos?
—Mateo, no, claro que no—rio—, fue solo un sueño, creo que el mundo es eso, una bolita debajo de ese cielo de cristal como la obra de Anish Kapoor, es hermoso como podrías ver el cielo acá entre árboles, en la tierra.
—Yo creo que ese mundo extraterrestre está más bien en el mar, en las profundidades del océano. Así acabará el mundo y seremos como el planeta Miller de la película Interestelar.
—Loco.
Los dos rieron.
Dos semanas después de ese día, se estaban casando. La ceremonia se celebró por civil y por la iglesia. Ana estaba emocionada pero triste, no porque su padre no estuviera entregándola, o su madre no estuviera presente, tenía a Mariana y era todo lo que le importaba, le dolía que Mateo no tuviera a sus padres con él, a sus hermanos, Alberto la entregaría a ella en el altar y no podía estar más feliz.
Ella llevaba un sencillo vestido holgado con escote discreto y una fina tiara y zapatos deportivos, él llevaba traje negro con corbata y un par de zapaos deportivos como los de ella.
—¿Nerviosa?—preguntó Alberto.
—No, emocionada y triste a la vez, sé que Mateo adoraría ver a sus hermanos acá.