Regresaron a casa desde Australia, Ana se echó sobre el sofá, conversaba por mensajes con Alberto y Mariana, los dos estaban felices con la noticia del embarazo. Ella miraba a Mateo caminar de un lado a otro por la casa. Ya estaba imaginándose cuál de los cuartos sería el del bebe.
—¿Cuándo es que podemos saber si es niña o niño?
—Después del cuarto mes—le aclaró ella.
—¿Cuánto falta?
—Un mes.
—¿Solo un mes? En un mes haremos las compras.
—¡Cálmate!—rio Ana.
Lo miraba risueña, pensando que lo amaba mucho, pero esa vida que se formaba dentro de ella era una fuerza de amor que casi le costaba contener dentro de ella, se le acumulaba en el pecho y se le quería salir por los ojos como lágrimas.
—¿Qué?
—Ven Mateo—lo llamó e hizo que se sentara junto a ella.
Él colocó sus manos sobre su vientre y lo acarició sonriendo.
—Bebe, esté es tú papá Mateo, es Campeón del mundo en dos categorías distintas de motociclismo, es campeón dos veces de Moto GP, y este año fue campeón mundial en Moto 500, son logros muy importantes, y me ama, y yo lo amo, y tú eres nuestro logro mayor.
—Y tú mama es fea pero yo soy muy guapo así que tranquilo hijo, tendrás buenos genes—rio.
—Y hace malos chistes bebe, lo siento por eso. ¿Y por qué asumes que es niño? ¿Y si es niña?
—¡Oh! Cierto, lo siento, no sé porque le hablo y pienso en él como si fuera varón, lo siento, bebe hasta que sepamos si es Mateo o Anabella.
—¿Ana qué?
—¿O Mercedes? Le diremos meche.
—No, nada de eso.
—¿Entonces?—preguntó Mateo.
—Me gustan los nombres de Bianca y Manuel, en mi anterior embarazo—hizo una pausa, bajó la mirada.
Mateo levantó su rostro y le sonrió, sus ojos brillaban, ella no pudo evitar recordar cuando le dijo a Julián que estaba embarazada y después cuando perdió a su bebe, lo que lloró y sufrió, ahora con Mateo todo era diferente, era como un sueño, sentía que no vivía sino que soñaba, él era tan atento, amoroso, cariño, entregado y eran familia, no estaba sola, ni en la calle, era amada con tanta intensidad que a veces también dolía.
—Sí es niña se puede llamar Bianca, pero si es niño —hizo una pausa y miró hacia arriba.
—¿Qué?
—Bianca y Manuel, hagámosle un pequeño homenaje a ese bebe no nacido, hermano de mi hijo o hija—rio, que se llamé Biel si es varón, Bianca y Manuel ¿Qué te parece?
Ana se echó a llorar y asintió, lo abrazó.
—Biel es perfecto, es un nombre hermoso.
—Mateo, Biel Mateo y quedamos en paz—rio Mateo de nuevo besó sus cabellos.
—Te amo Mateo, a veces siento miedo de perderte.
—No me vas a perder. Siempre vamos a estar juntos. Somos uno.
—Somos uno ahora sí. Biel o Bianca será prueba de eso.
Mateo afirmó con la cabeza.
—Tengo hambre, hagamos croquetas de espinaca —dijo.
—No, asco otra vez no—se quejó ella.
Sonó el teléfono de Ana, ella atendió mientras Mateo corría a la cocina.
—¡Felicidades a la futura madre!
—Gracias Alberto, estoy que no me lo creo.
—Ni yo, que emoción.
—Sabes que vas a ser el padrino ¿No? Ya está decidido y Mariana la madrina.
—Está bien, claro.
—¿Pasa algo?
Oyó un suspiró hondo al otro lado de la línea.
—¿Está Mateo cerca?
—No, está en la cocina, me quiere torturar con su platillo de espinacas.
—Hoy hablé con Lucas y su padre, vieron la carrera, Lucas estaba conmovido y emocionado y estuvo a punto de decir que lo buscaría para llevar todo en paz pero su padre se puso como una fiera, incluso dijo que no debería usar el apellido Napolitano.
Ana quiso llorar de dolor por Mateo, no podían ser tan malditos con él.
—No le digas eso nunca a Mateo, se muere de dolor.
—No, claro que no, el punto es que Lucas cambió de opinión y dijo que mejor esperaba que Mateo se acercara a ellos arrepentido, y los buscara, él no sabe que yo los veo a ustedes, ahora serán padres, creo que es hora de que arreglen sus diferencias.
—Mateo no quiere que ellos sepan que tendremos un hijo.
—Ana, eso es una locura, hoy la cara de Mateo está por todo internet, ¿Cómo ocultarán un hijo?
—No le quise decir nada pero opino igual que tú, de aquí a que la criatura nazca lo convenzo, ese tal Lucas parece más razonable, es tu amigo, mediarás.
—Claro. Habla con Mateo tú.
—Lo haré—colgó.
Ana suspiró, fue hasta la cocina, abrazó a Mateo por detrás con los ojos cerrados, él echó la cabeza hacia atrás.