Un instante para siempre

Capítulo 26: ANA

Tres meses después.

Despertó con una llamada de Mariana.

—Quiero estar contigo hermana.

—Deja el drama, te estas juntado mucho con Mateo.

—Ana.

—Mariana, cuando cumplas 18 años…

—Sí, ya sé, invadiré tu casa, me adueñaré de tu vida, pero quiero estar ahora  que nazca Biel Mateo.

—Que necia. Estarás cuando nazca. Ya falta poco.

—Tres meses, es mucho. Te extraño hermana.

—Escucha Toma mi mano de Belanova, anda, por mí.

—Está bien, te amo hermana.

—Mariana. Te dejo que está llamándome con insistencia.

Colgó la llamada a Mariana y atendió a Arturo. Su corazón se aceleró.

—Ana, buenos días ¿Cómo estás? Llamé a Alberto, viene para acá pero debo infórmate a ti. Sé que en tu estado…

Ana sintió que se le iban las fuerzas.

—Arturo ¿Qué pasó con Mateo?—preguntó con firmeza.

—Nada, un accidente en un circuito, nada grave, está en la clínica, consciente, lo están atendiendo.

—¡Dios! —gritó Ana, cerró los ojos y pidió a Dios que de verdad estuviera bien.

—Salgo para allá, me baño y me visto, tú, pásame la dirección.

—Envío a alguien por ti. Va saliendo.

—Gracias.

Ana lloró mientras se bañaba, esperaba que no fuera grave realmente. Se colocó un conjunto deportivo marrón claro de sueter manga tres cuarto, botas deportivas blancas y se amarró el cabello en una cola. Su vientre se veía abultado, la suave tela del conjunto la abrazaba con suavidad. Se miró al espejo y sonrió pensando en Biel Mateo, su niño.

—Tú papá es un loco, Biel. Cuando lo conozcas te emborracharás de amor por él, si no nos morimos nosotros primero de amor por ti—sonrió.

Acarició su vientre, tomó la cartera y salió.

Al llegar a la clínica ya Alberto estaba conversando con parte del equipo de la escudería para la que corría Mateo y los médicos, Ana se acercó a pasos rápidos.

—Ella es la esposa —dijo Alberto enseguida.

—Buena señora ¿Cómo está?—preguntó el médico con cortesía.

—Bien doctor ¿Cómo está Mateo?

—Fractura de brazo y una lesión menor en la pierna. Tendrá que hacer rehabilitación, terapia, bueno los médicos deportivos ya se están encargando.

—Bien—respondió ella.

—Esto quizás retrase las prácticas para el próximo campeonato—dijo Arturo. Ana rodó los ojos y evitó mirarlo.

—Que vaya a Nordem entonces—dijo Ana.

—Sí, sería lo ideal —dijo el médico.

—Perfecto Ana, convence a tu marido ahora, yo se lo propuse—dijo Arturo con expresión derrotista.

—Irá—sentenció Ana con seguridad.

Entró a la habitación, Mateo estaba sentado mirando su yeso. Bajó la mirada cuando la vio entrar a la habitación.

—Mateo que susto—dijo ella y se abrazó a él.

—Fue solo un accidente.

—¿Un accidente?

—Menor.

—¿Menor? Iras a Nordem.

—¿Qué? No hace falta, puedo hacer…

—Sí un deportista de alto rendimiento, campeón mundial no quiere atenderse en una clínica deportiva será porque piensa dejar el deporte…

Mateo rio.

—Pero vienes conmigo. Eso es muy lejos.

—No puedo viajar embarazada, no quiero. Será solo un mes máximo bebe, tranquilo, traeré a Mariana y no estaré sola.

—Perfecto, arreglaste todo sin mí.

Esa misma tarde Mateo estaba saliendo en vuelo para ir a Nordem, estaban a 13 horas de distancia en avión, pero a ella no le preocupaba la distancia. Él estaría bien. Mariana la llamó.

—Mateo en Nordem ¿Te quedarás sola?

—¿Cómo sabes? apenas salió su vuelo.

—La prensa.

—Dios, Mateo se enojará, ¿Cómo se supo tan rápido? Que mal, no me va a dejar salir más, por nada quiere que se sepa lo de mi embarazo.

—¿Sola hermana?

—Fastidiosa, Alberto te traerá, te quedarás conmigo.

—Sí—gritó emocionada.

Alberto llevó a Mariana con Ana, las dos estuvieron compartiendo como antes. Mariana dormía en la habitación con Ana y pasaban el día jugando y charlando. Alberto se presentó en la casa a los tres días de haberla dejado allí,  Ana se preocupó de nuevo.

—¿Qué pasó Alberto?

—Vine a buscar a Marianita para llevarla a casa—dijo serio.

—Ella no se va aún.

—Es mejor que se vaya, bueno, decídelo tú, pasa algo.




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