Caminaba de un lado a otro de la habitación, respiraba de forma pesada, Mariana lo miraba con nervios, rio y sacudió su cabeza, Alberto lo abrazó.
—¿Muy nervioso?—preguntó Alberto.
—Ya quiero verlo y tenerlo en mis brazos—respondió conmovido.
—¡Qué orgullo Mateo! Ese niño va a ser muy adorado.
—No sabes Alberto, como me siento, es…Ana va a decir que soy dramático. No quepo en mí, siento que me voy a salir de mí, ningún premio, ninguna carrera me ha hecho sentir así
—Me lo imagino.
Mateo suspiró.
—El día que Ana me dijo que estaba embarazada, se amplificó la felicidad por haber ganado, fue una sensación tan espectacular y poderosa, que dudo que se repita, le agradezco tanto a Ana, me ha regalado tanto.
—Ustedes son muy intensos, son tan jóvenes, apenas tienen veinte años.
Mateo rio a carcajadas con él.
—Pues espero que tengas algo así en tu vida algún día.
—No sé Mateo, lo de ustedes es tan único—rio.
—¿Nada con la prensa?—preguntó Mateo más serio.
—No, tienes a tres personas trabajando en eso, quédate tranquilo, nada se ha colado, están escribiendo un artículo sobre el misterioso Mateo Napolitano pero lo mantienen enfocado en tu carrera y nadie habla de nada personal.
—Que bien.
—¿Señor Napolitano?—preguntó la enfermera.
Todos corrieron hacia a donde la enfermera lo llamaba, sonreía.
Mateo entró a la habitación y Ana sonreía con el bebe en brazos. Mateo comenzó a llorar, y corrió hacia ella. La besó en la frente y en los labios, vio por fin la cara de Biel, se mantenía con los ojos cerrados.
—Es hermoso, gordito, no flaquito como su padre.
—Pues tiene el cabello negro —dijo Mateo.
—Cárgalo.
Mateo lo tomó entre sus brazos, Mariana y Alberto ya estaban en la habitación. Él miraba al niño sin poder creérselo aún, olía a ropa de bebé y talcos, sonrió y acercó su cara a la del bebé.
—Biel Mateo, hijo, soy tú papá Mateo, te amo, bienvenido, te estábamos esperando como locos, tan desesperados.
Mariana y Alberto tomaron turnos para cargarlo y verlo.
—Ya está lista la casa de la playa ¿En Bahía?—preguntó Ana.
—Sí, ya llevé las cosas para allá, las importantes, es pequeña, discreta pero resulta precisamente por eso, bastante privada—explicó Mateo.
—Ya quiero ir, necesito oler mar, ver el sol sobre la arena—dijo ella.
—Iremos tan pronto como la semana que viene—rió.
—Es muy pronto—comentó Alberto.
—Dentro de dos semanas entonces—respondió Mateo guiñó un ojo a Ana.
A las dos semanas, estaban los dos entrando por la puerta de la casa con Mateo en brazos, la casa de la bahía era un sueño de Mateo, algo para disfrutar los fines de semana con la discreción que necesitaba, sus amigos entraron revisando la casa e instalándose, Mariana se ubicó en una habitación sola, como le indicó Mateo, Corina y el resto de las chicas compartirían una, así como los chicos.
—Me gusta que es pequeña Mateo—dijo Ana.
—Sí, la sala cabe en el cuarto de Biel. Necesito que esta casa esté a nombre de Mariana.
—Es menor de edad.
—Ya lo arreglaremos, que un abogado o algo la maneje. Aquí guardaremos nuestros secretos—rio.
—No quiero que Biel sea un secreto—dijo Ana.
—Ana, ojala pudieras entenderme con esto, por favor.
El niño lloró y Ana lo tomó entre sus brazos para amantarlo, cuando terminó se lo pasó de nuevo a Mateo, lo arrullo entre sus brazos cantándole, una canción. Ana y los demás reían tomándole videos.
—¿Qué canción es esa?—preguntó Eduardo.
— «I love my life» de Robbie Williams, no la pudo escribir mejor —respondió Mateo.
—Esa frase me gusta: cuestioné a los ángeles y la respuesta que dieron fuiste tú, hermoso—dijo Ana.
Mateo seguía cantando alegre con Biel en brazos.
—Lo vas a marear—se quejó Ana.
Se sentaron frente a la playa con el bebe en brazos, los dos abrazados, Mateo se sentí como un loco, Biel apenas tenía tres semanas y ellos estaban allí frente a al mar con él en brazos. Ana recostó la cabeza de su hombro, él se la besó.
—Te amo Ana Mercedes Montenegro Key, siento que he vivido cien años contigo.
—Yo también te amo Mateo, te amo mucho.
—Aún recuerdo el día que te vi detrás de ese mostrador, la chica más hermosa que había visto en mi vida, brillabas, tan hermosa—dijo pensativo—, como pasa el tiempo, no sabía que serías la madre de mi hijo, mi compañera, aquí estás conmigo con nuestro hijo en brazos. ¡Qué loco el tiempo!
—Y ¿Qué es el tiempo Mateo?