Un instante para siempre

Capítulo 29: ANA

Mariana estaba echada a su lado en la cama y en el medio de las dos, Biel, el bebe reía de las muecas de Mariana y Ana los veía sonriendo, subió el volumen del televisor, Mateo competía, era la primera carrera por otro campeonato.

—El televisor es muy grande, no debería tenerlo en la habitación Ana, por la luz —opinó Mariana.

—Biel no duerme aquí, es para ver las carreras de Mateo, no me dejará ir con el niño, sabes como es.

Mateo adelantó a su compañero de escudería, los comentaristas lo alababan mucho.

—Yo siento mucho respeto por él, como deportista porque siempre es justo, caballero y buen perdedor, su vida siempre la mantiene privada, está alejado de escándalos y excesos, tiene un futuro brillante por lo joven que es y es el más humilde de la parrilla—dijo un comentarista.

—Estoy de acuerdo Testa, fíjate que para mí, el que mejor proyectado esta de los que están en la parrilla es él, y es el más humilde y modesto. Es un muchacho que muchos se quejan de que no es dado con el público, los patrocinadores no se quejan, él hace el trabajo, pero es un ejemplo para los más chicos.

—¿Escuchas todo lo que dicen de tu papá Biel? Tienes que estar orgulloso de él, es una gran persona—preguntó al bebe emocionada, el bebe sonreía moviendo sus pies.

Cuando faltaban pocas vueltas para terminar la carrera, iba de segundo, un piloto intentó pasarlo y Mateo perdió control en una curva, rodó de forma aparatosa por la pista y otros pilotos le pasaron por encima, su delegado cuerpo dio contra una barrera, Ana gritó horrorizada mirando la imagen, Mariana tomó al niño en brazos, que rompió en llanto al escuchar el grito de Ana.

Enseguida sonó su teléfono, era Alberto.

—¿Estás ahí Alberto?—preguntó llorando.

—Sí, estoy caminando con algunos de los técnicos hacia donde está él, quédate tranquila, te mantendré informada.

Ana lloraba angustiada frente al televisor al ver como los médicos corrían hacia él, vio cuando lo atendieron, parecía inconsciente, eso decían los comentaristas, estaban consternados y se oían preocupados, vio cuando alzaron en una camilla y llevaron fuera de la pista, la moto quedó destrozada.

—¡Señora!—le dijo uno de los guardias de seguridad en la puerta de la habitación— ¿La llevo?

Ana lloró y afirmó con un gesto, estaba vestida con un conjunto deportivo de pantalón y suéter manga larga color verde.

—¡Vamos!—le dijo el hombre.

—Mariana quédate con el niño. Ya le digo a Olivia que suba a ayudarte.

Besó a Biel en la frente y corrió detrás del guardia de seguridad.

No veía la hora de llegar, Alberto le dijo en que hospital estaban, al llegar quiso verlo pero estaba en quirófano, Alberto la abrazó, ella lloró desconsolada.

—Me muero Alberto si le pasa algo, no quiero que corra más, odio esto, no puedo verlo más así—gritó.

Alberto acariciaba su cabello.

—Sí, hablaré con él, ahora es padre. Fue horrible este accidente, nadie se explica cómo ocurrió. No fue el piloto que intentó pasarlo, no fue una falla mecánica, es un deporte mecánico y a veces esas cosas pasan pero no fue eso, nadie se explica que le pasó a Mateo.

—Lo quiero en casa conmigo con Biel y Mariana, no quiero que corra más. Cuando no es en una práctica, es en una carrera, no lo soporto más.

Pasaron las horas y el medico les dijo que podían pasar a verlo, Ana corrió hacia la habitación. Mateo se veía muy golpeado y algo somnoliento pero le sonrió débilmente. Ella lo abrazó y se echó a llorar.

—Te amo Ana. ¿Y Biel?

—Te odio, como me haces esto, no quiero que corras más Mateo, creí que me moriría, si te paso algo me vuelvo loca.

—Estoy bien, pero no iré a Nordem, hare que repliquen todo lo de allá en casa.

—Biel está con Mariana. Eres un loco ¿Qué pasó?—preguntó Ana.

—No sé Ana, no me sentí bien, no puedo explicarlo, dejé de ver por unos segundos, no sé.

—¿Estás bien?

—Sí, ahora que veo tu cara hermosa sí, y cuando vea a Biel, el mundo girará de nuevo.

—¿Se puede?—preguntó Alberto.

—Siempre hermano—respondió Mateo.

—Voy a buscar al médico, me pidió verlo después de verte—anunció Ana.

Cerró la puerta tras de sí, el medico la miró con preocupación, le hizo seña de que lo siguiera. Ya en el consultorio Ana se reprendió por desear que le dijera que alguna fractura representaría una lesión que lo dejaría fuera de las pistas, se sentó frente a él con naturalidad.

—Ana—suspiró.

—¿Qué doctor?

—¿Cuándo le hicieron las pruebas médicas en la escudería?

—Hace tres meses creo, le hacen chequeos periódicos, no sé que incluyen.

—Está bien, veré su expediente, ojalá haya sido ese tiempo, es reciente entonces. Vi algo en las tomografías de Mateo que no me gustó nada.

—No me asuste doctor ¿Qué?




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