Alberto lo miraba con reproche, eso le pareció, su amigo ha pasado por muchos malos momentos con él. Alberto observó todo a su alrededor y suspiró.
—Mateo, la clavícula, el hombro, una pierna, la lesión que sufriste ahora fue grave, ni siquiera quisieron atenderte en la unidad de trauma allá, te atendieron rápido y al hospital, fue una lesión interna grave…
—Alberto, estoy vivo, aquí, hablándote a par de horas del accidente.
—Fue ayer, el accidente fue ayer en la mañana.
Mateo quedó serio y asintió.
—Fue aparatoso el accidente, es el segundo accidente grave Mateo, ahora eres padre, no sé si debas seguir corriendo—dijo Alberto.
Mateo rio.
—No exageres, suenas como mí madre. Habrá otros Alberto, A esto me dedico.
—Hablaré con Ana.
—Quizás ella me convenza —rio.
—Hablo en serio.
—Alberto. Sí algo me pasara, no las dejes solas, ¡Por favor! Cuídalos, a ella y a Mariana, a Biel Mateo, prométeme que no los dejarás solos.
—Claro que no los dejaré solos. Nunca. Aunque estés, siempre estaré pendiente de ustedes, de ti y de ellas, del niño también, porque eres un cabezotas.
—Gracias, sé que cuento contigo, nunca me has fallado. Gracias, has hecho más por mí que mis hermanos—expresó con tristeza, bajó la cabeza.
—Si hablaras con Lucas...
—Con ninguno, sé que Lucas me entregaría a mis padres, no quiero volver a vivir un infierno con ellos, estoy en paz y feliz ahora, ahora tengo una familia completa por la que ver, Ana, Biel y Mariana, estamos bien los cuatro.
—Lucas te está buscando.
—Que no lo haga más.
—Si hablas con él...quizás...
—Me dirá que estoy equivocado y que debo volver. Ellos no saben del niño y no quiero que sepan, sabes como son.
—Exageras, son tu familia y…
—Viste que fueron capaces de quitarme mi dinero, el que me gané todos estos años, mis cosas, hasta las cosas de Ana para vernos arrastrados yendo hacia ellos. Que se las queden, dinero puedo hacer de nuevo, con ellos no tendré paz.
—Ya son una familia, deben respetar a Ana, habla con ellos.
—¡Alberto! Prométeme que si me pasa algo no dejarás que se acerquen a Ana y al niño.
Alberto suspiró y miró en dirección a la ventana, regresó la mirada sobre Mateo y asintió.
—Te lo prometo. Yo veré por ellos. No dejaré que se les acerquen.
—Sé que Lucas a veces va a las prácticas, sé que quizás hoy estaba entre el público, sé que debió asustarse.
—La carrera fue ayer —repitió Alberto.
Mateo se sintió confundido, lo recordó.
—Cierto, sé que pudo estar entre el público ayer, ver lo que me pasó, pero él sabía lo que le querían hacer a Ana y lo permitió, eso no se lo perdono.
—Si él no me hubiese dicho no la podría haber ayudado.
—Pero no sabía que la ayudarías, lo amor, amo a mis hermanos y a mis padres, pero no quiero que nos lastimen.
—Tienes que arreglar los papeles Mateo—dijo con seriedad—, Dios no lo quiera pero si algo te pasara debes dejar a Ana muy bien, tus padres le quitarían todo, él de hoy pudo ser un accidente fatal.
—No le tengo miedo a la muerte, en la vida es que gente que amas te hace sufrir, quizás muerto los perdone.
—No digas eso, tienes un hijo, Ana te necesita.
—Cierto—carraspeó su garganta—, haré lo de la aseguradora, y un testamento.
—Bien.
Después que Alberto se fue, Ana y el médico entraron, Ana se abrazó a él, le dieron el diagnóstico y Mateo sonrió mirándola a los ojos, le dijo: «Todo estará bien», susurrando mientras la miraba a los ojos.
—Los dejo solo, poco Ana, debe descansar—dijo el doctor.
—Amor, saldremos de esto y haremos lo que tengamos que hacer para que sanes.
—Quiero competir en la siguiente carrera y nos dedicaremos a eso, lo prometo.
—Mateo.
—Me recuperaré pronto. Estaremos bien, como siempre, Alberto me pidió que terminara de hacer lo de la aseguradora, un testamento, no podría dejarte desamparada.
Ana lloró.
—Pronto cumplirás 21 años, no es justo que hablemos de esto.
—¿Por qué no? Es la vida misma. Tenías una visión de las cosas diferente antes ¿Recuerdas lo que decías?
—Que el que está vivo es el que sufre. ¿Quieres que yo sufra Mateo?
—No moriré tonta, deja el drama—rio—, moría por decirte eso yo a ti.
—Tonto—dijo riendo y lo abrazó.
—No es tan grave Ana, ya oíste al doctor, es temprano, estamos a tiempo.
—Estoy muerta de miedo.