Mariana se preparaba para ir a su graduación, lloraron abrazadas, Mariana rompió a reír.
—¿Qué te pasa?—preguntó Ana.
—La ironía, ahora lloras porque me voy sin ti.
—No era que no te quería conmigo boba, es que no quería que perdieras lo que yo, la familia.
—Mateo tiene razón, ustedes son mi familia, mis padres irán hoy a la graduación no puedo estar más feliz.
—Te amo Mariana, en lo que regreses veremos qué es lo que harás con tu vida.
—Después de algunas vacaciones.
—Vaga.
—Te amo Ana, no estés triste por mí. Extrañaré al pequeño Biel, regreso más tarde deja el drama—dijo riendo y la abrazó fuerte.
Mateo reía mirándolas, se despidió de Mariana con un beso y un abrazo.
—Felicitaciones Mariana. Llevaré a Ana a la carrera de hoy, para que no esté llorando extrañándote, pensando que debía estar contigo en tu graduación.
—¿Y Biel?
—Olivia. Ella tiene tu número y el de Alberto, por si no podemos atenderla nosotros.
—Te amo Mateo hermoso—rio contenta.
Los dos la vieron partir contenta.
—Sabes que va así de feliz porque verá a mis padres ¿No?
—Sí, los extraña. Es normal. Acompáñame a la carrera de hoy.
—¿En serio? Nunca me dejas porque me tienes escondida como si fuera muy fea.
—Boba, vamos, no te quiero triste llorando por los rincones hoy.
—¿Podemos llevar a Biel?
—No, loca—rio—, Olivia lo cuidará.
Se besaron con intensidad.
—¿Pensaste en todo no? Sabes que no me gusta desprenderme de él.
—Biel amará que cuando tenga dieciséis años y esté en una cita su madre lo acompañe.
—Exagerado.
—Sabes que esta carrera es importante para mí, será la última antes de iniciar el tratamiento formalmente.
—Lo sé amor, ahí estaré contigo como siempre. Vamos.
Ana llegó y se sintió de nuevo como una chica normal, podía ver las carreras de su esposo nuevamente, aunque fuera la última en buen tiempo, Mateo se había vuelto paranoico con la idea de que su familia no la viera ni a ella ni a Biel, desde que supo que intentaron hacerla apresar.
—Señora los espero—dijo el guardia de seguridad.
—No, saldremos luego con los muchachos de aquí, sea cual sea el resultado, no importa si Mateo pierde.
—Bien, regreso a la casa.
—Sí, cuida que Biel no meta a sus amigos a la casa a hacer una fiesta ahora que no estamos Mateo y yo—rio, el guarda rio y se marchó.
Conversó un rato por mensajes con Mariana y se concentró en ver la carrera. Mateo iba adelante sin rival, todos hablaban de su rápida recuperación. Lo querían mucho, Ana había olvidado lo bien que Mateo hacía sentir a todos a su alrededor. Alzaron la bandera. Mateo ganó, ella brincó y aplaudió emocionada. Temía por los accidentes, pero se llenaba de orgullo al verlo ganar.
—Este sexi chico que viene en su traje de motociclista es mi esposo—gritó orgullosa. Él la alzó y al hizo girar con él en el aire. Se besaron en los labios.
—Está victoria es para ti mi amor, te amo.
—La acepto mi príncipe. La próxima vez quiero un campeonato—rio.
Mateo la miró sorprendido sin hablar.
—¿Qué?—preguntó Ana— ¿No puedo ser ambiciosa?
—¿Creí que no querías que corriera más?
—Que lo diga el médico y tu corazón, lo que quieras, yo te apoyo.
Mateo sonrió y la abrazó.
—Gracias Ana, me quedo tranquilo.
—A celebrar gente el campeón vuelve más feroz después de cada lesión—dijo Eduardo.
—No por mucho Mateo, Mariana no está en casa y no quiero dejar a Biel solo tanto.
—Si amor, sabes que tampoco me gusta tanto andar de celebración.
Ana se subió con él a la moto, se colocó el casco y se abrazó a él.
—No, en autos, no sean aburridos—gritó Eduardo.
Ana y Mateo se bajaron de la moto y abordaron los autos con ellos. Ana iba sentada en las piernas de Mateo, él recostó su cabeza de su pecho. «Dios, al final somos chicos normales», pensó Ana sin decirlo.
Nadie lo vio venir, una luz intensa los envolvió, un sonido fuerte, y mucho frio sintió Ana, apretó la mano de Mateo, movió con dolor su cabeza, se miraron a los ojos, él sonreía débilmente. Ella le sonrió, de sus ojos salieron lágrimas de forma involuntaria. Solo podía reconocer un sentimiento de amor profundo por ese a quien tomaba de la mano, sabía que la amaba. Le pareció que soñaba y despertó en ese lugar que una vez soñó, una especie de lago que reflejaba el cielo con precisión asombrosa, un espejo del cielo.
Ana.