Marcus se acercó a la orilla casi tanto como para que el agua del mar roce los dedos de sus pies sin mojarlos por completo. Sintió el agua helada y, aunque un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo, no se inmutó. La luz de los faroles a su espalda daban la impresión de que la playa no duerme nunca, pero la oscuridad que se fusiona con el mar justo donde su mirada se pierde le hizo recordar lo diminuto que es.
Él suspiró por un segundo y comenzó a caminar hacia adentro intentando no hacer ruido, pero era inevitable que el chapoteo destierre el silencio del lugar.
- No hay olas.
Casi se asustó al escuchar el sonido de su propia voz, tragó saliba y cerró los ojos un momento antes de seguir caminando. Cuando el agua le llegaba a las rodillas se detuvo para apreciar el horizonte otra vez, ese horizonte que lo llena de miedo porque pareciera que el cielo se funde con la tierra no habiendo un lugar a dónde escapar. Cerró los ojos y se dejó caer hacia adelante impactando su rostro contra el agua esperando que la marea lo lleve, pero, como era de esperarse, solo lo arrastró hasta la orilla llenándolo de arena. Se levantó, se sacudió y arregló su cabello.
- ¿No soy suficiente para ti?
Respiró profundo con una clara decepción en su semblante para acercarse al mar una vez más, mojó sus pies y pateó el agua mientras la ira, furia, impotencia y un sinfín de emociones se apoderaban de él, casi parecía estar realizando alguna danza para invocar a algún dios. Cuando se cansó y se percató de que su berrinche no servía de nada, dio media vuelta, cogió sus zapatillas que yacían en la arena junto a sus medias y abandonó la playa por el mismo lugar por el cual llegó, no dijo nada, tampoco hizo sonido alguno, casi parecía que no respiraba.
Supongo que no quería romper ese agradable silencio que solo se puede apreciar a las tres de la mañana.