Un libro garabateado con rosado

El cálido viento del lugar más frío del mundo

Y todo eso me trajo aquí.

Diez de la noche, viento frío y cada vez menos gente. Camino con dirección al puente de los suspiros, dicen que si logras cruzarlo en menos tiempo del que te toma suspirar, entonces puedes pedir un deseo... aunque mi intención no es cumplir con esa creencia.

Una chica toca el violín justo en la entrada del puente, lo hace bien, pero siento que algo le falta. Me detengo por un instante para apreciarla y veo que el estuche de su violín que está delante de ella cuenta con algunas monedas, así que dejo caer algunas en él y me acerco un poco a la chica.

  • Tu postura está afectando el sonido del violín, también he notado que estás agarrando un mal el arco.

La chica se queda anonadada en cuanto le hablo y deja de tocar al instante. Se estira un poco y acomoda su postura, luego extiende su mano hacia mí esperando que yo la acomode en el arco, así que, con un poco de nerviosismo, lo hago y le doy la señal que ella espera para seguir tocando.

  • Mucho mejor.

El sonido ha mejorado, quizá no lo suficiente para que sea sumamente notorio, pero ahora tiene ese no sé qué que le faltaba. La chica tiene talento, me gusta lo que escucho.

Continúo caminando hasta llegar a la mitad del puente, debajo de él yace lo que era una especie de río que ahora está seco, tenían pensado hacer una carretera y por eso recondujeron el causal de esa pequeña masa de agua que era una ramificación del río principal, pero parece que no obtuvieron los permisos necesarios; en fin, ahora solo hay rocas ahí abajo, aunque desde aquí arriba se ven diminutas, estoy seguro de que son enormes.

Cada vez hay menos gente pasando por aquí, todos con ropa formal e ignorando la leyenda de este puente aunque, por lo apresurados que van, seguro que logran cruzarlo en menos que un suspiro, pero olvidan pedir su deseo.

El clic clac de mi lengua parece estar acomodado a los segundos, pero los segundos parecen pasar más lento de lo normal. El viento frío recorre mi cuerpo elevando los vellos de mis brazos, quizá venir sin casaca fue una mala idea, pero la frescura que siento me adormece la cabeza y hace que ese hormigueo en mi espalda sea soportable. La presión en mi pecho es cada vez más fuerte, ¿qué hizo que esté aquí ahora? Quizá nunca lo sepa, pero es como si lo hubiera estado planeando por mucho tiempo, tanto que siento que no puedo echarme para atrás ahora. ¿Estoy seguro de esto? No lo sé, pero la adrenalina se apodera de mí mientras cierro los ojos y subo al pequeño muro que sostiene la débil baranda del puente, extiendo los brazos e inclino mi cuerpo hacia el frente, respiro hondo y siento como el aire frío llena mis pulmones hasta saciarlos, hasta que mis fosas nasales duelen por lo gélido que se sienten. ¿Existe otra solución? ¿Es la única salida? Mi cuerpo se siente ligero por un momento y mi mente en blanco me permite disfrutar estos segundos que, aunque parecen eternos, es como si pasaran en un instante, todo al mismo tiempo y por partes a la vez. Suspiro, quizá no pueda pedir ese deseo. Me inclino un poco más hacia el frente y una especie de miedo pareciera amarrar mis pies al suelo, pero una sutil calma pareciera jalarme lentamente hacia el vacío. El sonido ha desaparecido por completo y ahora puedo sonreír. Quizá es lo que siempre he buscado.

Alguien me taclea y caigo al suelo, el dolor físico es irrisorio comparado con el dolor emocional que siento en este momento. Empiezo a temblar descontroladamente y siento mis mejillas mojadas, me arden los ojos, pero no puedo parpadear, es como si hubiera olvidado cómo hacerlo.

  • ¡Qué querías hacer! ¿Estás loco?

La voz de una chica, aunque embriagante, no me saca del trance en el que me encuentro, casi no puedo sentir que me está abrazando, solo puedo confirmarlo porque mis ojos me lo están diciendo.

  • ¡No puedo creer que hayas venido para eso!

Sus gritos no dejan que me concentre en nada, aunque tampoco tengo algo en qué hacerlo, quizá sea mejor tener su voz en mi cabeza que mi propia voz hablando en este momento. Un dolor agudo en mi mejilla me obliga a ver a la chica, ella acaba de abofetearme aunque no termino de procesarlo, también está llorando.

  • ¿Necesitas hablar con alguien?

Trago saliva y la empujo intentando ponerme de pie, pero mis piernas parecen no responder. Ella se acerca a mí y me ayuda a pararme para obligarme a salir del puente justo al lado de donde está su violín y deja que me siente ahí. Las pocas personas que siguen transitando por el lugar parecieran ignorar lo que está sucediendo. Ella sigue respirando con cierta desesperación, parece estar hiperventilándose.

Sacudo la cabeza y algo de mí regresa a mí.

  • Gra... gracias.

Ella respira hondo intentando calmarse.

  • ¿Cómo te llamas?
  • Mar... Marcus.
  • ¿Quieres que te acompañe a casa?
  • No es necesario.
  • Te acompañaré a casa.

Ella guarda sus cosas y me ayuda a levantarme, yo no digo palabra alguna y dejo que me ayude a llegar a mi hogar, de todas formas estoy cansado. Una vez en el lugar ella busca la llave de la puerta en mis bolsillos, la toma y abre, luego vuelve a guardarla en el lugar de donde la sacó y me da un pequeño empujón para que ingrese, yo volteo a verla y ella se despide con la mano mientras cierra la puerta, pero la detiene por un instante.

  • Estoy todos los días en ese lugar desde las nueve y treinta de la noche. Mis amigos me dicen Tormenta, pero tú puedes decirme Su.
  • ¿Su?
  • Diminutivo de Sumi. Puedes venir a hablar conmigo cuando quieras… de lo que quieras.

Ella sonríe antes de cerrar la puerta, yo solo me quedo de pie frente a la entrada, por algún motivo su sonrisa me ha dado algo de... ¿esperanza?




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