Un libro garabateado con rosado

No decidir es una gran decisión

  • ¿Puedes venir hoy?
  • Ginebra me llamará en la noche, no creo que pueda.
  • En verdad necesito que vengas.
  • ¿Por?
  • Hay un par de chicos que están aquí desde que empezó mi turno y no dejan de intentar sacarme información, preguntan a qué hora salgo y se las arreglaron para saber cómo me llamo.
  • ¿A qué hora sales?
  • ¿Puedes estar aquí a las ocho y media?
  • ¿Dónde es?
  • La cafetería iluminada frente al puente donde toco.
  • ¿Aire?
  • Sí.
  • Debes ser muy buena para trabajar ahí.
  • Ven a tiempo, por favor.

Falta una hora para que Su termine su turno, por lo que empiezo a vestirme rápidamente, si no me distraigo en el camino, en treinta minutos caminando llegaré sin preocupaciones. Suspiro y abro el chat de Ginebra, ahora que lo pienso, solo he visto algunas pocas fotos de ella que tiene en sus redes sociales y son de hace muchos años, no tengo idea de cómo se ve ahora. Trago saliva y escribo.

  • ¿Podríamos dejar la llamada de hoy para mañana? Tengo que hacer algo que no puedo posponer.

Como siempre, está conectada, pero no se digna en responderme. Salgo de casa mientras tarareo una canción mentalmente, el frío de la noche calma un poco mis pensamientos y mi estado de alerta suele inhibir toda sensación de vacío dentro de mí, aunque la zona suele ser segura, yo no puedo sentirme con la confianza de caminar sin pensar mal de todo aquel que me vea por más de dos segundos. Llego a la puerta de la cafetería Aire y veo que aún quedan veinte minutos para que Su salga, así que entro y tomo asiento. Un chico con la sonrisa más grande que he visto en mucho tiempo me atiende y yo ordeno un café americano, este se extraña un poco al ver que solo pido eso, pero no le da mayor importancia, quizá porque esta cafetería es famosa por sus acompañamientos, sobre todo sus galletas de avena y su kuchen que es un pastel… alemán, creo, aunque no dice de qué está hecho, tiene un ligero sabor a frutos silvestres y algo más que no logro identificar. En menos de cinco minutos el café está en la mesa y puedo ver que Sumi ha notado mi presencia, pues camina cerca de mi mesa y me sonríe cada que cruzamos miradas. Mientras doy un sorbo a mi café logro ver que Su me señala con la mirada la mesa donde los dos chicos que la han estado acosando degustan sus bebidas, a su lado hay varios platos vacíos. Veo mi celular y me percato de que ya es la hora, así que me apresuro a pagar en cuanto me doy cuenta de que mi amiga ya no está en el lugar. Imagino que deben de tener una puerta especial para los empleados. Me retiro de la cafetería casi al mismo tiempo que ambos chicos que esperaban que Su les hablé, parece que se han percatado de lo mismo que yo, pero tampoco saben por donde saldrá ella. Respiro profundo y utilizo la poca intuición que tengo para caminar hacia el puente de los suspiros, luego volteo para ver a una chica parada en medio de la oscuridad al lado del edificio, como si esperara a alguien. Es ella. Voy hacia ella sin llamar la atención y la saludo con la mano apenas hacemos contacto visual, ella camina hacia mi y se prende de mi brazo.

  • Gracias por venir.
  • Sí.
  • Caminemos hasta el parque que está tres cuadras arriba, ¿te parece? Así perdemos a esos sujetos.
  • ¿Quiénes son?
  • No lo sé, pero han venido toda la semana y no han dejado de preguntarme mi nombre y cosas personales. Dejan mucha propina y tengo miedo de que sea con otra intención.

Suspiro, ella acelera el paso obligándome a hacerlo también. Cada vez estamos más cerca de aquellos chicos que parecen estar hostigándola metódicamente, ella esconde la cabeza y se aferra más a mi brazo, yo solo atino a abrazarla mientras caminamos ayudando a ocultarla, luego de unos metros, Su vuelve a verme a los ojos.

  • A veces me da miedo ser camarera.
  • Creo que cualquier persona tendría miedo en una situación como esta.

Ella se queda en silencio y continúa guiándome hacia el parque. Con un movimiento eufórico señala una banca en cuanto llegamos y me sonríe esperando a que entienda lo que quiere decirme sin palabras. Nos sentamos en la banca y doy un pequeño brinco por lo frío que está, pero intento disimularlo, Su solo se ríe mientras saca una bolsa de papel de su mochila y me la entrega.

  • Por las molestias que te he causado hoy.

Abro la bolsa y veo varias galletas de avena de la cafetería donde ella trabaja, así que saco una y le doy un mordisco.

  • Son deliciosas.
  • Las hago yo, si quieres te doy la receta.
  • ¿Tú?
  • Mis primeras dos horas son en la cocina.
  • ¿Desde cuando trabajas ahí?
  • Poco más de un año.
  • Se ve un lugar donde no le dan el puesto a cualquiera.
  • Pues no lo es, piden dos años de experiencia mínimo y tener estudios relacionados.
  • Entonces…
  • Soy panadera, estudié eso desde que terminé el colegio y trabajé en una cafetería todos los años siguientes.
  • Y ahora…
  • Estudio hotelería y turismo, aunque me quiero especializar en restaurantes, me gusta mucho esa rama.
  • Vas por buen camino.
  • Es cansado.

Termino mi galleta y tomo otra, luego le ofrezco una a Su y ella la acepta.

  • En verdad son deliciosas.
  • Gracias.

Ella termina su bocadillo y saca el estuche de violín de su enorme mochila. Desenfunda su instrumento y acerca su oído para verificar que esté afinado, luego pone resina en su arco y levanta de su asiento, me observa y sonríe.

  • He estado componiendo algo y quiero que me digas qué opinas.

Asiento con la cabeza y espero a que empiece, Su aclara su garganta, se estira un poco y se pone en posición, respira profundo y empieza una melodía en sol, mi, do, re, fa sostenido, si, do, re, más notas que van desde un largo sonido lento a una avalancha de notas que parecieran no querer acabar dejándote un especie de tensión en el pecho que exige que las notas descansen por un momento, pero pareciera que Su no tiene la intensión de hacerlo, quizá por eso le dicen Tormenta. Ella deja de tocar dejando una sensación extraña de insatisfacción, así que dejo la bolsa con galletas a un lado y me levanto, la veo a los ojos y ella pareciera entender mi intención, me da el violín y me acomodo mientras Su se acomoda en el asiento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.