Un libro garabateado con rosado

El singular camino que toman los descarriados

Mi madre dejó múltiples notas escondidas entre sus cosas… cosas que con el tiempo me he atrevido a revisar para empaquetar y guardarlas, venderlas o donarlas porque siento que ya han perdido el valor sentimental que tenían. La nota que guardo dentro del cuaderno que me regaló siempre me hace sonreír por algún extraño motivo.

“Me he dado cuenta de que ya no hablo contigo porque tengo miedo a no saber qué hacer cuando ya no pueda hacerlo.”

A pesar de eso, mi madre tenía formas únicas de decirme lo que sentía. No fue difícil darme cuenta de que el polo rosa que salió de la lavadora fue adrede sabiendo que siempre me gustó ese color para dibujar. Suspiro y me siento en mi escritorio, frente a mí yace mi cuaderno abierto con algunos garabatos, hojas arrancadas y rayones tan fuertes que rasgaron algunas hojas; sin embargo, el cuaderno pareciera no terminar nunca. Llevo puesto mi polo rosado y, mientras lo veo a detalle esperando encontrar alguna zona más rosa que otra, abro el cajón que debe llevar cerrado varios años para sacar de ahí una caja de colores rosados, cada uno más claro que el otro, el más oscuro parece un rosado casi negro que me hace pensar en esas canciones tristes que sonaban hace años en la radio. Trazo algunas líneas con cuidado y le doy forma mientras lucho contra mis deseos de romper la hoja, mi mano tiembla y pareciera no obedecerme por momentos, pero soy más fuerte que eso.

“Con el tiempo entendí que la vida y la muerte no son antónimos, si no parte del mismo camino. Me apena no haber tenido la suficiente fuerza para aceptarlo cuando murió tu padre, pero me alegra haberlo comprendido antes de tener que dejarte porque sé que tú también lo harás.”

Las letras de mi madre, casi incomprensibles, aún generan un escalofrío en mí que siempre logra hacerme derramar algunas lágrimas. Nunca pensé volver a sentir de esta forma, siempre estuve seguro de que no había sentimientos dentro de mí.

Entonces… si me puede doler otra vez, si este vacío de pérdida no se llena con nada, si puedo decir que quise como nada en el mundo a esa mujer… ¿podré amar?

Mi cabeza divaga entre las mil y un respuestas que tengo a mi propia pregunta mientras mis manos se mueven como por arte de magia, parecen tener vida propia y, por primera vez en mucho tiempo, disfruto dibujar. Mi respiración se acompasa a mis latidos y mis trazos son tan finos que puedo sentir como la sangre fluye por mis brazos; si bien mis ojos están atentos a lo que estoy haciendo, pareciera que la información solo va a mis manos porque mi mente está volando en este momento. No puedo cerrar los ojos como cuando toco el violín, pero siento como si los tuviera cerrados porque puedo perderme en quién sabe qué.

Respiro hondo y dejo caer el lápiz rosado a un lado y la veo ahí: es mi madre, aunque más rosada de lo que la recuerdo. Ella siempre adoró mis retratos, aunque también decía que solía eliminar las pequeñas imperfecciones de los rostros que dibujaba, quizá por eso la veo tan bonita en esa hoja. Cierro el cuaderno y sonrío mientras una lágrima se resbala por mi mejilla, mi casa siempre fue silenciosa, tanto que puedes escuchar tu propia respiración, pero nunca se sintió solitaria… ahora se siente distinta, sin ella, pero con ella al mismo tiempo.

Mi celular vibra y veo que es Trevor llamando, después de tanto tiempo sin saber de él, decido contestar su llamada.

  • Hola, ¿podemos vernos?
  • Que directo.
  • Temía que colgaras.
  • ¿Todo está bien?
  • Sí, quería verte para saber de ti. Sé que es un momento difícil y no quiero dejarte solo.

La verdad es que Gel se ha preocupado lo suficiente por mí obligándome a abrirle la puerta cuando estaba en momento realmente deplorables, me traía comida y hasta intentó presentarme a algunas amigas de él, aunque fracasó ante mi negativa; aún así, le debo el que no esté enfermo.

  • No creo que puedas verme
  • ¿No? ¿Por? ¿Estás ocupado?

Me quedo en silencio un rato.

  • Canalla, ya entendí.

Ambos reímos por un instante.

  • Supongo que seré yo quien te vea.
  • ¿Mismo lugar en una hora?
  • Dame dos horas, no me he bañado en tres días.
  • Es un trato.

Trevor cuelga y yo me dejo caer en mi cama preguntándome cómo hace ese tipo para utilizar su teléfono. Me levanto de golpe y empiezo a alistarme para ir a verlo, va a ser la primera vez que salga de casa que no sea para hacer compras. Minutos antes de salir de casa veo mi celular e ignoro el mensaje que Ginebra me envió hace dos días, pero respondo el mensaje de Su con algo simple que estoy seguro de que entenderá: galletas y café.

Trevor me saluda con un chasquido de dedos y una sonrisa, aunque su rostro apunta hacia otro lado y no hacia mí.

  • ¿Qué quieres hacer?
  • ¿Te molestas si te llevo a mi casa?
  • No me molesta, ¿pero hay algún motivo en especial?
  • Mi hermana me visitó llevando algo de comida y postres, pero mis padres siempre exageran con eso y me envían mucho más de lo que puedo comer, así que pensé que sería una buena idea para cenar juntos.
  • ¿Tus padres cocinan bien?
  • Será la mejor lasaña que hayas comido.

Sonrío aunque él no puede verme, así que empiezo a caminar.

  • Tú guías.

Trevor se levanta y extiende su bastón para llevarme hasta su casa que queda a pocas cuadras del parque. Al llegar me hace un recorrido por su hogar que conoce de memoria, las puertas, la ubicación de los muebles, me muestra que siempre deja el control del televisor en el mismo lugar y todos los días escucha las noticias y a veces alguna que otra película. También me comenta que le molesta que su hermana cambie las cosas de lugar cuando va a visitarlo, pero se ha acostumbrado a buscar una taza por lo largo de su cocina o algún cojín que falte en su sofá. Él enciende el televisor y nos sentamos a ver la película que ninguno de los dos reconoce, pero no nos molesta. Poco a poco se acerca a mí hasta acurrucarse en mi hombro, yo no termino de procesar lo que sucede, pero lo dejo hacerlo. Lentamente voltea su rostro hacia mí y yo lo veo a los ojos, tiene el iris blanco, aunque su pupila es verde… es agradable verlo por algún motivo. Él aclara su garganta mientras se acerca un poco más, yo siento el impulso de besarlo, pero algo en mi me detiene, no quiero hacerlo, pero aún así siento que debo hacerlo. Me acerco un poco a sus labios y, justo antes de mis labios choquen con los suyos, intento retirarme, pero Trevor se impulsa un poco y logra besarme. Al cabo de un par de segundos me alejo de él y me percato de que aun busca mis labios, pero se recuesta en mi hombro al darse cuenta de que me he alejado. No emite sonido alguno, pero parece haberse dado cuenta de mis dudas. Él se sienta encima de mí y empieza a besar mi cuello, la situación me incomoda, pero no lo suficiente como para pedirle que se retire… quizá no siento el valor para hacerlo. Sin darme cuenta Trevor ya se ha sacado el polo y ha logrado retirarme el mío también, me empuja contra el mueble terminando encima de mí besando mi pecho, pero yo aclaro mi garganta y me siento de golpe.

  • Trevor, yo…




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