Ya había transcurrido 5 años desde la muerte del padre de Greta, ella tras la obtención de su título profesional, se aboco de lleno al taller, teniendo como mano derecha a su sobrino Sami, quién ahora era un jovencito de 15 años. Greta no solo era la jefa del taller, ella era una empleada más del mismo, al igual que como lo fue su padre. Ella no era de la persona que se limitaba a dar una orden, no, claro que no, si ella debería meter mano en el trabajo, ella lo hacía. Greta se había ganado el respeto de los 15 empleados que tenía a su cargo, quienes si bien en un comienzo lidiaron con ella debido al carácter rígido que proyectaba, pero tras tratarla más se dieron cuenta que ella solo quería ser respetada y no admirada por su innegable belleza.
Greta se convirtió en un compañero más de trabajo, en una amiga para ellos, en un modelo a seguir. Y los empleados se convirtieron para Greta en su nueva familia, en aquella familia que comprendía su sueño, en aquella familia que luchaba junto a ella, para conseguir el mismo, a pesar de los obstáculos que pudieran existir.
Ella a base de constancia y dedicación saco el taller adelante y logro recuperar a aquellos clientes perdidos y ha vuelto a recuperar aquella fama que tenía en su pueblo.
—Tía Greta, ¿subo el anuncio hoy? — decía Sami.
—Sí, necesitamos a personal especializado para el taller, ya que yo sola no puedo hacerme cargo de todos los casos especiales — contesto Greta.
—¿Y cuántos especialistas necesitará tía? — agrego el jovencito.
—Dos Sami, dos — contesto Greta.
—¡Disculpe jefa, el señor Robison está aquí! — pronunció un joven de overol azul.
—Bien, dile que ahora voy a revisar su auto — dijo Greta, haciendo una pausa para añadir — Sami, sube de una vez el anuncio.
—Como ordene mi generala — contestos Sami, haciendo sonreír a su tía.
Sami haciendo caso a la orden de su tía, publico un anuncio de trabajo en un portal muy concurrido en todo el país, necesitaban un especialista en motores, y en su pueblo, la única persona que había hecho cursos fuera de los estudios en ello era Greta, pero estaba con tanta carga, que la pobre ya no podía con toda, por lo mismo se vio en la necesidad de contratar de manera provisional a dos personas que la apoyen en ello.
A las pocas horas, muchos expedientes empezaron a llegar al taller, de manera física y también virtual através del correo corporativo que Sami le había creado al taller.
Greta reviso uno a uno los expedientes, seleccionando solo 5, pues eran los que reunían los requisitos que ella solicitaba para el puesto.
—Envíales un email con la fecha y hora en la que los entrevistare — dijo Greta.
—Bien tía — respondió Sami, mientras se fijaba en la dirección de los expedientes. Tía dos de ellos no son del pueblo — pronunció el jovencito.
—Ello es lo de menos, si enviaron sus expedientes es porque necesitan trabajar, ¿no?, y ello es lo que busco, personas con ganas de trabajar — contesto Greta.
—Uno de ellos no es mal parecido tía — dijo Sami sonriendo.
—Ya te he dicho Sami, que dejes de andarme buscando novio — respondió con seriedad Greta.
—Pero tía, tú…
—Sami has lo que ye dije, que luego tienes que ir a tus clases — pronunció con firmeza Greta.
—Bien tía — contesto el jovencito, mientras pensaba — «Tal parece que ni se fijó en el rostro de sus futuros empleados»
—Así me gusta, que seas obediente — respondió Greta.
Sami cumplió con la orden de su tía y luego fue a su centro de estudios. En tanto en otro pueblo, un par de jovenes platicaban en la mesa de un modesto restaurante.
—Ojalá y pasemos, la verdad, ya tengo ganas de cambiar de aires — decía Rayan.
—De cambiar de aires o ¿otra vez huyes del amor? — respondió con una sonrisa en su rostro Fred.
—Yo no huyo del amor, lo mío y con Catalina termino en buenos términos, ella no era mi destino — contesto Rayan.
—Claro que no amigo — dijo Fred, mientras abría un email que le había llegado a su celular.
—Creo que sonó mi celular — pronunció Rayan, tomando su celular, para ver el mismo.
—¿Te citaron para la entrevista? — exclamo Fred, posando la mirada en su amigo.
—Sí, ¿y a ti? — respondió en tono curioso Rayan.
—También, era un hecho que no podían pasar por alto nuestra capacidad — dijo con orgullo Fred.
—Claro que no — contesto Rayan sonriendo.
—Bueno a hacer maletas, porque de que nos quedamos en ese pueblo, nos quedamos — dijo Fred con seguridad.
Ese mismo día Fred y Rayan hicieron maletas y se marcharon al lugar que ellos consideraban su nuevo destino, y allí esperaron con paciencia el momento de su entrevista.
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Editado: 22.06.2023