Un matrimonio a distancia

Capítulo # 1

Capítulo # 1

En Grecia, una joven rubia miró la empresa en donde trabajaba por casi tres años, había subido de puesto con mucho esfuerzo y dedicación; caminó un poco más y se acercó al vigilante, lo saludo y entró a la empresa.

—Buenos días, Meghan —dijo África sonriendo y mirándola—. El señor Richard llegó y el jefe está esperándote.

—Dile a Duncan que me esperé, primero atenderé al señor Richard y después lo veré a él —comunicó ella entrando a su oficina.

—Pero Meghan —murmuró ella perpleja, su jefa le daba igual quién era el dueño de la empresa o no, suspiró—. Meghan siempre se está metiendo en problemas.

—Toma —habló Cleo y le entregó unos papeles—. Meghan es la única que tiene el coraje de poner a todos los hombres en su lugar.

—No sé cómo el bombón de Uzeil se casó con ella —dijo África aún dudosa. Meghan llevaba seis meses casada con un multimillonario, algunas personas pensaron que se iba. ¿Para qué seguir trabajando? Meghan demostró que no dejaría su trabajo por nadie, aún no entendía como ella viviendo en Grecia y su esposo en Italia podían tener una relación maravillosa—. A veces la envidio, Elián pelea conmigo porque lo dejó solo y esta lo ve solo los fines de semana y la adora.

—A veces las mujeres tienen más suerte que otras —dijo Cleo sonriendo y se alejó.

—Meghan nació con mucha suerte.

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En Italia.

En la empresa Sorrentino.

—Listo —dijo Ciro mirando a su jefe—. Solo queda una reunión con el empresario Vito y listo.

—Con mi primo dile que lunes lo atiendo, hoy es viernes y necesito irme a Grecia —dijo Uzeil, se levantó de la silla y mirándolo—, extraño a mi mujer.

—No entiendo cómo pueden vivir así —dijo él aun sin poderlo creer, cuando Uzeil le comento que se casó, no le creyó y menos la actitud de su esposa, aún no la conocía, pero algunas personas que la habían conocido le comentaron que no era una buena persona—, debería traerla para Italia, la mujer siempre tiene que estar al lado de su esposo.

—Meghan es muy especial —afirmó él con una sonrisa—, por eso me casé con ella. Fue la única que me rechazo y me hizo ver que ninguna mujer sería como ella.

—Te hizo brujería —dijo Ciro perplejo—. Me voy antes que sea contagioso —y se alejó.

Uzeil sonrió feliz, Meghan no era la mujer típica a la que le gustaba ser tranquila. Al contrario, era activa, trabajadora y correcta. Cuando la conoció en un restaurante, quedó fascinado por la forma en que se defendió de un hombre que la molestó, mientras cenaba sola. No pudo evitar acercarse a ella y platicar; obviamente ella no fue amable, más poco a poco los dos se hicieron amigos y, después de un año conociéndose, decidieron casarse.
No estaba arrepentido de tenerla como esposa, pero existían reglas en su matrimonio:
1 “No usar anillo de matrimonio, a ella no le gustaba usar esas cosas, y menos que la llamaran señora”
2 “No tener hijos hasta que llegara el momento adecuado de tenerlos”
3 “Nada de besarse en público”
4 “Complacerla y darle todo lo que ella pidiera. Si no lo hacía habría problemas”
5 “Verse los fines de semana. Ella no estaba dispuesta a dejar su trabajo, y menos irse a vivir a Italia”
Él aceptó todo, cada una de esas reglas, porque la amaba y estaba loco por ella, por verla cada fin de semana.

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En Grecia.

En la empresa Mylonas.

Duncan entrando a la oficina de Meghan sin previo aviso.

—Meghan tenemos que hablar —dijo el serio.

Meghan lo miró mal y cerró la laptop para mirarlo con desafío.

—¿Qué quieres?

—Meghan. ¿Quién te crees? —preguntó el furioso, la actitud de su empleada y prima lo ponía de mal humor.

—Soy la única mujer que ha trabajado duro para que esta empresa sea el número uno en Grecia, me vale una mierda que seas el dueño. Gracias a mí tienes una empresa próspera, yo te atiendo a la hora que me dé la gana y no iba a terminar una reunión importante con el señor Richard por verte tu linda cara —respondió mirándolo mal—. Si tienes algo que decirme —y cruzo los brazos—, habló porque tengo muchas cosas que hacer.

—Te paso tus groserías porque eres una gran amiga y mi prima, te estás pasando de la raya Meghan —habló Duncan cansado—, te aprovechas porque te quiero.

—Deja el drama —dijo ella sin mirarlo—. En serio es para eso, dime. ¿Para qué estás aquí?

—Quiero que seas la presidente de la empresa de Mykonos —dijo él mirándola—, eres la única que tiene el perfil, no quería decírtelo antes porque estás casada y Uzeil no le puede gustar viajar más de la cuenta para verte.

Ella sonrió.

—Uzeil hace lo que yo desee —aclaró con una sonrisa divertida—, es el único hombre que puedo manejar y amar a mi antojo.

—A veces lo compadezco estar casado contigo, hay que tener huevos. Tú eres única —dijo él y caminó hacia la puerta—, por cierto —se giró para mirarla—. Alicia que pases por la casa el lunes. Quiere enseñarte lo que le compró al bebé

—Claro —contestó sin mirarlo—, después el trabajo estaré allá.

Duncan se fue.

Meghan se quedó mirando la foto del día de su boda y suspiró.

—Te amo Uzeil, aunque a veces no te lo demuestre, te amo.

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Horas después

—Jefa —habló África abriendo la puerta y notando que Meghan estaba terminando de acomodar los papeles—, llegó su esposo.

—Dile que me esperé afuera —contestó seria—. Estoy ocupada y que no me moleste.

África cerró la puerta apenada y sin saber qué decirle a Uzeil. Traía una caja de bombones y un ramo de flores rojas.

—Esta ocupadita —dijo casi en susurro.

Él la escuchó y se sentó en la silla de espera. Esperaría lo que fuera necesario para verla. 

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Dos horas después

Uzeil estaba serio y África no sabía qué decirle. Meghan estaba dándose el lujo de tardarse demasiado y lo peor que ella no tenía casi nada de trabajo.




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