Un matrimonio a distancia

Capítulo # 2

Capítulo # 2

En Grecia.

En bar Venus.

—Hola, mi amor —habló África y le sonrió a su esposo—, llegue temprano.

—Me alegro —dijo él y miró a los guardaespaldas—, cierren el local.

—Apenas es temprano —dijo su mujer extrañada.

—Parece que están supervisando y algunos papeles no están en regla —respondió él—, no quiero problemas.

—Bien —dijo África.

—¿Y cómo te fue en el trabajo?

—Bien, normal. ¿Por qué? —preguntó ella seria.

—No juegues conmigo, África —dijo Elián, celoso—, sé que estuviste dos horas con un hombre.

—El esposo de Meghan —respondió África seria y lo miró mal—, se ven solo los fines de semana.

—¿Estás tomando el pelo? —dijo él muy celoso.

África suspiró.

—Para qué me casé contigo —dijo dio la vuelta y comenzando a caminar.

Él la siguió y la agarró fuertemente del brazo.

—Deja de jugar conmigo.

—Deja los celos —dijo ella furiosa—, sabes que no me gusta.

—¡Tú no me dieras motivos! —exclamó Elián alterando.

—No voy a vestirme como una monja —aclaró y lo miró con desafío.

—Si dejaras de trabajar y pasar más tiempo en casa —dijo él y cruzó los brazos.

—Me gusta estar en mi trabajo —dijo ella molesta—. Déjame tranquila, un día de estos no estaré de humor y me iré para siempre.

Elián se le quedó mirando y no dijo nada, desde que la conoció siempre le había gustado, en pocos meses se hicieron novios; dos años después se casaron. Pensó que África dejaría su lado divertido y sería seria al casamiento, pero fue todo lo contrario. Seguía comportándose igual que cuando la conoció y vestía con ropa provocativa.

No le gustaba que se colocara minifaldas y menos vestidos pegados a su cuerpo. Pero no, ella quería seguir vistiéndose así y no sabía cómo manejar su actitud.

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En departamento Papadopoulos.

Cleo encendió su laptop y sonrió, hoy se comunicaría con su amigo Ciro, se extrañó al no verlo conectado. Miró y se encontraba un mensaje en el Facebook.

“Querida Cleo, hoy me iré con un amigo al bar. No sé a qué hora llegaré, así que por favor discúlpame, atentamente Ciro Bianchi”

—Ciro —dijo ella triste, le encantaba platicar con él y hablar de todos sus temores sobre el matrimonio y el fracaso de sus relaciones—, me iré a dormir.

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En Italia.

En el bar.

Ciro miró a Vito.

—Me voy, creo que hemos platicado mucho de Meghan y Uzeil.

—Sí —dijo el serio y mirando a una mujer—, me voy con ella —sonrió y la señalo.

—Tú no pierdes tiempo —dijo Ciro serio y se levantó de la silla—. Fue un gusto platicar contigo.

—Igualmente —dijo él, caminó a su próxima víctima.

Ciro se fue sin mirar hacia atrás.

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En Grecia.

Al día siguiente.

Meghan se había despertado y caminó al baño; se bañó, se cepilló los dientes y se vistió. Salió del baño y miró a su esposo que aún seguía dormido, se acercó y le dio un beso en los labios para después alejarse de él.

—Tendré que preparar el desayuno —dijo ella bostezando y se acercó a la cocina—. Mmm, qué haré —murmuró pensativa y abriendo la nevera—, haré pan tostado, jugo de naranja, huevos resueltos con queso y jamón.

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En la habitación.

Uzeil abrió los ojos lentamente, observó que su mujer no estaba en la cama, se levantó y fue para el baño.

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En la cocina

Mientras que el pan se tostaba, Meghan estaba terminando de hacer el jugo de naranja.

—Huele rico —habló Uzeil llegando, se acarició el cabello—. Buenos días, amor.

—Buenos días —dijo ella sonriendo y mirándolo—, pronto estará el desayuno.

—Gracias —se sentó y bostezo.

—Te ves cansado —comentó ella mirándolo.

—Un poco, esta semana ha sido un poco difícil —confesó mirándola—, nada de cuidado.

—Me alegro —dijo ella mirándolo y acomodo la mesa—. ¿Hoy saldremos o nos quedaremos en casa?

—No lo sé —dijo él sonriendo—, lo que tú desees.

—Sería divertido ir al parque o salir a la galería de arte —dijo Meghan acomodando el pan tostado.

—Meda igual a donde desees ir, vamos —dijo Uzeil y comenzó a comer.

—Espera un poco —pidió mirándolo como devoraba el pan tostado con mermelada de fresa.

—Tengo hambre —dijo sonriendo.

—Ya veo —dijo sonriendo y se alejó de él para preparar los huevos.

Uzeil tomó un poco de jugo de naranja y la miró.

—Esta semana le diré a mi padre que me casé.

Meghan siguió en lo suyo.

—¿Y eso qué le dirás? —preguntó curiosa, él no quería decir nada a su familia hasta que su matrimonio fuera estable por verse los fines de semana; por suerte todo estaba de maravilla.

—Deseo hacerlo, creo que es lo mejor —dijo el serio—, tenemos que hablar de nuestro futuro.

—¿Qué quieres decir? —preguntó sirviendo los huevos y mirándolo.

—Tenemos que ponernos de acuerdo con nuestro matrimonio. No podemos seguir viéndonos cada fin de semana, se me está haciendo agotador estos viajes —dijo con sinceridad.

—La próxima semana me voy para allá —dijo ella y se sentó en la silla—. Así no te cansas.

Él la miró con seriedad, Meghan nunca le ponía las cosas fáciles.

—Quiero que vivamos juntos.

—Lo hacemos —dijo ella y mordió el pan.

—Quiero que vivas en Italia conmigo —dijo Uzeil serio.

—No —dijo Meghan molesta—, cuando nos casamos te deje muy claro mis condiciones.

—Yo gustoso las acepté —habló con tranquilidad—. Pero, esto es demasiado Meghan, sé que amas tu trabajo. ¿Y yo qué? —preguntó serio—. ¿Acaso no me amas?

—Te amo, no pienso dejar mi trabajo y mi hogar por un hombre —aclaró alterada. 

—Yo sí tengo que dejar lo mío por ti —dijo Uzeil furioso—. ¡Maldita sea! —exclamó y golpeó la mesa—. Te amo, ayer fue la gota que derramó el vaso.




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