Un matrimonio a distancia

Capítulo # 6

Capítulo # 6

En Grecia.

En la empresa Mylonas.

—Por fin —dijo África guardando sus pertenencias—, me voy a mi casita.

—Espérame —pidió Cleo sonriendo—. Vamos a comer un lugar hermoso.

—No puedo —contestó seria—, quede con mi esposo en ir a buscarlo.

—¿Elián aún sigue de celoso? —preguntó preocupada por su amiga.

Ella asintió y la miró.

—No sé qué hacer en serio. Me está volviendo loca.

—Es difícil, ¿verdad?

—Sí que lo es —dijo ella sonriendo—. A veces pienso que no debí casarme.

—Puedes divorciarte.

—Lo amo a pesar de todo.

Cleo divertida.

—El amor.

África no dijo nada y siguió a su amiga.

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Horas después.

En Italia.

En el hotel Lombardi.

Después de amarse, Uzeil llamó a recepción y pidió que le enviaran comida, Meghan estaba mirándolo.

—¿Falta mucho? —preguntó ella, se vistió y lo miró.

—En unos minutos —dijo él sonriendo—. ¿Y cómo te sientes?

—Muy bien —contestó Meghan alegre—, ya no siento dolor.

—Me alegro.

En timbre sonó.

—Debe de ser la comida —dijo él, se levantó y abrió la puerta.

—Su orden —dijo entrando con el carrito de comida y se retiró.

Ella miró la comida y se acercó.

—Qué rico —dijo comenzando a comer.

Él se le quedó mirando y miró a un lado de la cama, quedó de piedra. Él había buscado los preservativos, no recordaba haberlos usado.

—Amor, ¿sigues tomando la píldora?

—No —respondió Meghan sería—. Me parece molestoso, por eso siempre compro condones.

—Tengo una mala noticia —observó cómo devoraba la comida—, se me olvido usarlos.

Meghan comienzo a toser, se estaba ahogando de la impresión, sintió como Uzeil comienzo a darle golpes en la espalda hasta que sintió alivio.

—¿Qué? Dime que es una broma —dijo ella alterada.

Él negó.

—Si recuerdo que los busque, la última vez que nos vimos. Tú me dejaste con ganas y…

—No —dijo dejó de comer y asustada—, sabes que no quiero hijos, un hijo es mucha responsabilidad.

—Amor, no es seguro. No pasará.

—Y si quedó embarazada —dijo Meghan mirándolo mal.

—No pasará, no creo —aseguró de sí mismo—, sería mucha suerte.

—O mucha mala suerte —aseguró, se acercó a él—. Sí, llegó a quedar embarazada. Lo criarás tú solo.

—Oye —dijo sin poderlo creer—, es nuestro bebé.

—Un hijo se trae al mundo porque los padres lo desean —afirmó furiosa—, no por accidentes.

—Estamos apresurándonos —dijo Uzeil serio—, estamos haciendo una tormenta por nada.

—En un mes lo sabremos —anexo ella, se sentó en la cama—. No debí casarme. ¡Soltera tenía que morir!

—No seas dramática —pidió él, se acercó a ella y la abrazo—. No estás embarazada y punto.

—Un hijo es mucha responsabilidad, es un compromiso demasiado grande que aún no quiero conocer.

—Un hijo es todo lo que dices, a veces es bueno tenerlos —insistió sonriendo y mirándola a los ojos—, sé que no quedaras embarazada.

—Lo dices muy seguro —dijo ella con una leve sonrisa.

—Verás que sí. Vamos a terminar de comer y salir un rato a pasear.

Ella sonrió.

—Es verdad, creo que estamos apresurándonos.

Él asintió.

—Uzeil —dijo Meghan apenada—. Quiero pedirte disculpas por lo que paso el viernes y sábado. No debí de hablarte así, me gustó mucho que me llevaras bombones y flores.

—Parece que estabas de muy mal humor ese día —dijo él mirándola con seriedad.

—Un poco. No fue un gran día y mi madre —dijo ella, se detuvo y notó que la miró con curiosidad—, nada.

—¿Por qué te cuesta decirme la verdad?

—Por qué sufrí mucho Uzeil lo que menos deseo es hablarlo. Si pudiera borrar todo lo que viví lo haría. A veces envidio las personas que sufren un accidente y no recuerdan su pasado.

Él la miró sorprendido que había vivido que ella deseaba tal cosa.

—Lo único lindo en mi vida eres tú —confesó Meghan abrazándolo—. A pesar de que conoces mi personalidad, sigues a mi lado.

—Eres muy importante en mi vida —dijo Uzeil abrazándola con amor—, eres mi todo Meghan.

—Tú también eres todo para mí.

—Cuando te sientas preparada. Cuéntamelo —le pidió.

—Puede ser, pero no prometo nada.

—Al menos es un poco de esperanza —dijo sonriendo.

Meghan lo abrazo con fuerza y quería contarle todo, sintió mucho miedo. No quería ser nuevamente engañada como hace once años.

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En la mansión Sorrentino

—Entonces, Meghan es la nieta de Leonel Antoniou —habló Víctor asombrado.

—Sí, hijo —dijo ella mirándolo—. Tu hijo se casó con la oveja negra de la familia Antoniou.

—Desde que la conocí me pareció tan extraña —dijo serio y mirando a su mujer—. ¿Qué piensas amor?

—Si Meghan le gustaría conocerme —habló Layla sonriéndoles.

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En el hotel Lombardi.

Meghan estaba terminando de maquillarse para irse a pasear con su esposo, lo miró que estaba muy sonriente. Solo lo veía así cuando se veían los fines de semana, en una parte se alegraba de que Duncan le hubiera dado una semana libre y así poder disfrutar de su compañía.

—¿Te falta mucho? —preguntó él impaciente.

—Listo —dijo Meghan terminando de retocarse—. Vamos no quiero que te pongas de mal humor.

Él sonrió y la agarró de la mano.

—Vamos, quiero llevarte a un lugar muy hermoso.

Ella sonrió.

—Espero que sea así —dijo ella emocionada.

Los dos salieron de la habitación sonrientes y tomados de la mano, subieron el ascensor y no dejaban de mirarse como una pareja realmente enamorada, cuando salieron del hotel. Él tenía su auto listo.

—Me encanta tu auto —habló Meghan mirando la camioneta Chevrolet—, deberías comprarme uno.




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